Un baile feroz

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#Escuchar la canción para que puedan disfrutar más la historia ;)


El piano y el bandoneón dictaban el ritmo contagioso, la melodía poco a poco iba infestando al aire de una vibrante sensación que exaltaba a los cuerpos más susceptibles. La música era una brujería cautivante y magnética.

En el medio, una pareja fingió pelearse y distanciarse. Él corrió hacia ella con urgencia. Decidido, fuerte y tenso, sus dedos la sostuvieron firme rosando suavemente su piel, y ella insistió en tomar la dirección contraria.

Pero la música que continuaba lenta y melodiosa sonó de repente con un estruendoso estallido, y ella se giró en un brusco movimiento, zafándose del agarre. El hombre avanzó hacia ella sin temor de ser rechazado, y ambos se unieron en un abrazo para comenzar a moverse habilidosamente por la sala.

Su abrazo era gentil pero irradiaba una tensa sensualidad que los recorría frenéticamente a medida la música resonaba y los pasos tomaban mayor agilidad. Las palabras eran innecesarias en medio de una danza sus cuerpos dirigían la escena.

Él enterró su mano en la curvatura de la espalda de ella para indicarle que debía girar de un lado a otro. Sus largas piernas terminaban en unos filosos zapatos de tacón, negro como su atuendo. Sus piernas lo rozaron juguetonamente, y de pronto envistió su pie como una tijera sobre la rodilla de su pareja. Ella le sonrió suavemente, seductora y soberbia, y su oscura mirada le indicaba que sabía exactamente lo que estaba haciendo.

El hombre podía ser quien dirigiera, pero era ella quien decidía y la que realmente se lucía con sus extravagantes movimientos. Sus brazos eran la extensión de su alma que se explayaba por la música, y sus dedos lo recorrían tersamente para generar el éxtasis del baile.

La melancolía y la fiereza se derramaban en cada sonido, en cada movimiento y en cada respiro. Solo eran ellos dos en medio de una sala repleta de personas que no les interesaba. Nada importaba, solo el baile. Cuerpo contra cuerpo, piel contra piel, y el roce de sus rostros. Acercándose a su oído, él le susurraba promesas de amor mientras ella solo caía más en el embrujo de la melodía. Sus mentes eran transportadas a un sitio íntimo y demencial, donde cada fibra de su ser era corrompida por el deseo y las cuentas pendientes.

La potencia del bandoneón los envenenaba, y ellos se dejaban arrastrar gustosamente por aquella sensación. A medida la música avanzaba los pasos se volvían más veloces, sus corazones trastabillaban frenéticos y sus respiraciones intentaban acompasarse. Un giro, un ocho y una sentada. Él aprovechó para tenerla sobre su regazo, así recorrer su rostro y su cuello hasta la pecaminosa hendidura de su vestido. Le guiñó un ojo y el baile continuó con ella girando rápidamente. Sus pies amenazaron con dañarlo pero solo le curaban el pesar, y cuando el bandoneón indicó el final, ambos terminaron abruptamente.

Ella estaba bajo él, con sus pies extendidos y sus brazos aferrándose a él, quien la miraba profundamente con la perpetua promesa de que jamás la dejaría caer. Se miraron por un eterno instante hasta que los aplausos estallaron y sus sonrisas brotaron esperanzadoramente como raíces en medio del cemento.

El resto de la sala apareció de repente en sus mentes, y se sintieron desnudos, porque pese a que para algunos podía ser solo un baile, para ellos no lo era. Habían desnudado sus almas y mostrado sus sentimientos más profundos, dejando al descubierto temores y placeres. El tango era pasión y rabia, melancolía y ensoñación, éxtasis y locura. Era el cielo y el infierno, fusionado en un baile feroz.


Antología de una neurótica © [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora