Oblivion

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 ¿Qué te da más miedo? ¿La vida o la muerte?

Pienso que, quizás, sea el sufrimiento lo que ambas cosas tienen en común. Vivimos y morimos sufriendo. La vida está llena de obstáculos, pruebas y conflictos que pese a como queramos encararlos nadie más que nosotros puede solucionarlos, y para eso hay que hacer elecciones. Elegir; parece una palabra simple pero es de gran importancia. Aún cuando no queramos elegir, estamos eligiendo; por acción u omisión. Y así transcurre nuestra vida: eligiendo ser felices, eligiendo amargarnos, eligiendo nuestros amigos, eligiendo a nuestros enemigos, eligiendo como vivir. Pero lo que no podemos elegir es cómo y cuándo morir. Que ironía que justo lo único que no podemos elegir, queremos intentar modificarlo a como dé lugar.

Humanos. Simples y complicados. Una raza tan inteligentes, y otras veces, tan tonta. Vivimos para morir pero morimos sin haber vivido lo suficiente, sin hacer todo lo que nos hubiese gustado. Nunca es suficiente, nunca estamos conformes. Y siempre flota la pregunta, ¿Qué hubiera pasado si...?

Y en el lecho de muerte, sufrimos por los que se van y por los que quedan. Sufrimos mas por la pérdida que seriamos a quienes nos rodean, que por la pérdida de todo lo conocido hasta ahora. ¿Y ahora qué? ¿Hay un más allá? Y si lo hay, ¿será tan bueno como lo que estamos por dejar? Incertidumbre, duda y sufrimiento, y nada de eso tiene elección.

Y yo, acá estoy. Miró a mí alrededor. Una torta de cumpleaños, un grupo de personas que, con similitudes o no, están aquí porque la vida hizo que se cruzaran. Las palabras flotan por el aire en un murmullo que no se logra codificar. Conversaciones, bromas y peleas confluyen en un ambiente aparentemente festivo.

El sol brilla y los pájaros cantan. En algún lugar de la ciudad, los automóviles tocan bocina porque el trafico esta lento debido a una protesta de trabajadores que no son remunerados como merecen. A unos cuantos kilómetros de allí, están echando a un hombre de su trabajo porque no hay el suficiente  presupuesto para capital humano pero si tecnológico, dejándolo en la calle con una familia a la que debe cuidar.

Al otro lado del mundo, una mujer está dando a luz a su cuarto hijo (no planificado) mientras que otra, a solo unos metros, está llorando por no poder quedar embarazada después de tantos intentos.

En alguna ciudad, una persona está luchando en silencio con una enfermedad que no se anima a asimilar y mucho menos contar a los demás, mientras que otro ser, también tiene una lucha similar pero que está dada por intentar seguir sus preferencias en vez de perseguir lo que la sociedad dictamina.

No muy lejos, un adolescente está pensando en quitarse la vida porque no sabe cómo seguir sin su novia, a la vez que en la casa de al lado, una chica que apenas roza la adultez decide dejar la escuela para poder trabajar y hacerse cargo de sus hermanos porque sus padres han muerto.

¿Quién dijo que todo fuera fácil?

Respiro profundamente y cierro mis ojos unos segundos. Casi puedo percibir a cada persona en el mundo teniendo un problema, un debate que le complica la vida, y solo puedo intentar desearles lo mejor.

Abro mis ojos y sonrío, salen flashes de cámaras, mientras quienes me rodean cantan con fervor. Puedo ver la felicidad de ellos en ese momento, pero también la tristeza y la melancolía, el deseo de querer que los momentos buenos perduren y se hagan eternos para poder reemplazar los malos. ¿Han notado la facilidad que tenemos para recordar solo lo malo?

Sufrimiento. Ahí está otra vez esa palabra. Pero, ¿qué hay con los momentos felices? Los amigos, la familia y las salidas. El primer amor, después el segundo y el tercero. Los primeros besos y todas esas sensaciones nuevas que emocionan pero nos dan miedo, miedo de querer más. Los cumpleaños, las fiestas y egresos. Los hijos, los padres y abuelos. Todo eso y mucho más es motivo para ser felices. La vida misma es motivo para ser feliz. Podemos sufrir pero también ser felices. Porque el dolor que nos traen los finales, le siguen emocionantes y felices comienzos. 

Comienzos y finales, dolor y emoción. Somos como montañas rusas. No sabemos experimentar emociones medias, porque no nos conforman, siempre queremos más. Somos adictos a la vida pero también le tememos. Tememos acertar y también a equivocarnos. Tememos a las emociones. Tememos a elegir. Tememos a lo que opine el otro. Tememos a nosotros mismos. Y así, es como luego nos preguntamos que hubiera sido.

Las horas pasan. La comida se termina, las velas se apagaron y la torta está cortada. La casa esta silenciosa, sin las personas. Veo por la ventana el cielo nocturno donde la luna brilla particularmente incandescente y hermosa, rodeada de estrellas. Hay un mágico magnetismo en aquel cielo, pese a que la luz de la ciudad deja poco espacio a que se pueda admirar completamente. Recorro con la vista las consecuencias de los acontecimientos y respiro hondo mientras me tiro en el sillón.

Si me preguntas a  mí... Lo que más me da miedo, es el olvido.

El olvido de todo. Olvidar los momentos vividos, hayan sido buenos o malos. Olvidar a las personas que compartieron contigo al menos un minuto de sus vidas. Olvidar el cielo, el sol, la luna y las estrellas. Olvidar... y que te olviden.

Es como estar completamente solo, sufrir en silencio, y ser un simple fantasma. El olvido es como dejar de existir. Nada de recuerdos, frases, momentos. Absolutamente nada, solo oscuridad en el inconsciente colectivo. Eso es lo que más asusta, aterra, el olvido. Porque si nos olvidan, ¿Existimos en verdad o solo fuimos un espejismo?

Creo que debe ser por eso que hacemos el suficiente esfuerzo por pasar por esta vida intentando dejar una huella. Difícilmente alguien que haya impactado en la vida de otro, muera tan fácilmente porque perdurara en su conciencia. Siempre queremos estar a la vanguardia, para progresar y cumplir nuestras metas. Pero el objetivo que más se ansía es la aceptación del otro. Se desea y se necesita la admiración del prójimo, como si de ello fuese la vida. Disfrutar la sensación de que haya personas que morirían por ser uno, por llegar a donde se llegó aunque no están seguros de hacer los mismos esfuerzos. Somos como animales que tienen la necesidad de demostrar su papel como alfas. Por más evolucionados que seamos, a eso nos resumimos, a ser animales sociales.

A todos nos gustaría ser inmortales, pero la única forma de serlo, es hacer algo que las personas no nos olviden. Y ahí está, aquel miedo silencioso que nos recorre a todos. Se puede plantear las preguntas sobre si temes a la vida y a la muerte, pero detrás de todo, sale a relucir el verdadero temor. Nadie quiere vivir siendo nadie y nadie quiere morir sin haber sido alguien.

Los sentimientos y el olvido van de la mano. Sufrimos por ser olvidados, y olvidamos como ser felices para que queden solo los momentos malos. Debe ser por eso que las personas sacan tantas fotos en momentos de felicidad. Hago un repaso sobre ese día y la cantidad de imágenes que fueron obtenidas deben ascender al número cien. ¿Por qué tantas? Quizás piensen que en un fututo apocalíptico, la civilización que nos gobierne encontrara las imágenes y hablara sobre el pasado. Quizás, con mucha suerte, aparezcamos en los libros de historia sobre cuando la sociedad era tan tecnológica que se olvido de cómo era la vida.

Tantas fotos, pinturas, videos y películas mostrando una realidad que ni siquiera llega a asemejarse a la verdadera. Se pierde el tiempo, contemplando paisajes en una pantalla cuando lo que está a simples pasos podría ser mucho mejor. Tal es el ejemplo de esa noche de luna y estrellas.

Me rio antes mis profundos pensamientos. No sé si es la edad o que es lo que me está afectando. Escucho el murmullo de la ciudad tan despierta como si recién comenzara el día. Me levanto y recorro la habitación rumbo a lo que vine a buscar. Puedo escuchar lo que nadie oye, y puedo ver lo que nadie más ve. Insulsos, no saben lo que se pierden. Atravieso la casa, donde los espejos parecen negar mi reflejo. A veces, me gusta engañarme a que soy como quienes me rodean, pero se muy bien que soy diferente.

Soy vida, muerte, felicidad y sufrimiento. Soy eso y mucho mas... soy el olvido.

Antología de una neurótica © [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora