Uno.

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Tenía quince años cuando un muchacho me atrapo poniendo un trapo en mi boca, podia escuchar su risa mientras yo pataleaba. Escucho chasquear frente a mi.

—Daniela, ¿sigues recordando tu pasado? Querida no volverás —frunzo él ceño.

—Patricio, yo se que volveré a ser feliz, lejos de ustedes —Digo convencida.

—Ellos te olvidaron —escuchó su voz fría, cortante.

Guido. Algo de él me llama la atención, algo de él hace que quiera quedarme y descubrir porque me atraparon a mi.

—¿Y tu como sabes eso? —Hablo dolida.

—Ellos hacen su vida, tienen una hija y esa no eres tu —Seguía dándome la espalda.

—Guido, basta —Reprocha Gastón.

Me levantó y camino hasta él, toco su hombro y el voltea.

—¿Tus papas te reemplazaron? —Pregunto curiosa.

Recibo un gruñido de él, su mano se levanta y me pega en la mejilla con fuerza.

—No vuelvas a preguntarme sobre mi pasado nunca mas. —Sus ojos muestran furia.

Mientras le doy la espalda trato de reprimir las lágrimas.

—¿Tienes él paquete? —Pregunta Pato desde él otro lado de la sala.

—Aquí esta. —Responde Guido.

—¿Que paquete? —Preguntó algo confundida— ¿De que hablan? —Si, tenía miedo, lo admito.

—Vamos Daniela, hay que entregar este paquete. —Miro a Guido.

Me entregan ropa en una caja, meto cerrojo en la habitación y abro la caja. Boom! Una mini falda y un top estaban frente a mi.

Suspiro y comienzo a sacarme mi ropa sin ganas. Una vez vestida termino por ponerme los tacos.

Una chica entra en la habitación y me mira de pies a cabeza. Sonríe y aplaude.

—Dan, mi querida Dan. Que haremos con ese pelo —Gira alrededor mio—, Manos a la obra.

En menos de diez minutos ya estaba lista, mi cabello estaba desenredado y liso.

Salgo fuera de la habitación y me subo al auto, comienzo a ver como entramos a la ciudad. Todos estos años he intentado escapar pero nunca lo logre, siempre me atrapan.

—Tendrás que entregar este paquete al señor de la cuarenta y dos, debes salir rápido de ahi —Asiento.

—Esperen, si no salgo rápido ¿que pasará?

—Morirás. Ten —Me entregan el paquete—, Tu puedes Dan —Bajo del auto.

Camino y llego a los guardias. Ellos me miran y me dejan pasar, camino y subo las escaleras. Comienzo a buscar la habitación. ¡Bingo! Ahí estaba. Entro y cierro la puerta.

—Hola perrita —escuchó la voz del asqueroso hombre—. ¿Tienes mi paquete?— lo escuchó ronronear.

—Si, aquí está —Se lo entrego.

Respira Daniela un mal movimiento y no sales viva de esta. Suspiro bajo.

Me doy vuelta para salir rápido de allí pero él me agarra por la cintura y apoya una navaja en mi garganta.

—Niña, nunca te metas con Dawson porque te ira mal —Dice mientras su boca de dirige a mi cuello.

La puerta se abre y aparece Guido con un arma. Este se ríe mientras me mira.

Siento un dolor en mi garganta. Mierda. Guido en una maniobra me agarra tirandome a una esquina de la habitación, golpea al tal Dawson, haciendo que este caiga, se levanta y golpea a Guido, lo tira contra la pared ahorcandolo. Lo veo luchar por aire. Veo el arma tirada en el piso. En un descuido de Dawson Guido logra soltarse y busca el arma, la pateo y el la agarra. Oigo tres disparos y el hombre cae al suelo sin vida. Guido me agarra fuerte por mis brazos, me tira contra una pared sujetando mis brazos sobre mi cabeza. Su pelvis me presiona para dejarme inmóvil.

—¿Que rayos ocurre contigo? —Pregunta mientras su pecho sube y baja violentamente.

—Yo solo, no se, lo siento —me disculpó.

Sus labios están muy cerca de los mios puedo sentir su aliento chocar contra mi rostro.

—La próxima vez dejare que te maten, ¿me escuchaste? —Siento como tiemblo bajo su agarre y eso parece gustarle.

—L...Lo siento —el me suelta.

Caigo al piso, respiro agitadamente. El se da vuelta y me vuelve agarrar del brazo.

Caminamos hasta la puerta y me mete en el auto. Los dos restantes me miran enojados.

Oh mierda. Estoy jodida, esta noche la pasaré mal, muy mal. Llegamos a la mansión y entramos, ellos se van quedando Guido y yo.

El voltea y lo veo con una caja de primeros auxilios.

—Tengo que curarte eso o te desangraras y morirás —dice y saca un algodón.

—Prefiero morir. —Digo cruzándome de brazos.

—No —Dice cortante. Una pizca de culpabilidad se veía en sus ojos—. Daniela harás lo que yo te diga —niego y el suelta el aire contenido en sus pulmones.

—¿Por qué siempre quieres mandarme? ¿Por qué me secuestraste? —Me dejo caer en el piso.

El se agacha y me toma por el mentón.

—Todo tiene un porque —Dice y me empieza a curar.

Lo veo fruncir el ceño. Sigue apretando con fuerza el algodón, salían lágrimas de mis ojos.

Cuando deja de salir sangre guarda todo y se dispone a ir.

—Gui —Pronunció su nombre. El frena en seco.

—¿Como me llamaste? —Me mira enojado.

—Lo siento, no era mi intención —digo con miedo.

—No, jamás es tu intención —Dice acercándose peligrosamente hacia mi.

Me sujeta con fuerza del brazo y me tira sobre el sillón de cuero blanco. Sube mis piernas a su cintura y coloca mis brazos por encima de mi cabeza.

—Ves Daniela, eso provocas en mi —Aprieta su miembro contra mi intimidad, dejo escapar un gemido casi inaudible—, si no quieres que te arranque la ropa y te viole aqui mismo cierra tu boca —El se mueve en círculos— ¿Me entendiste? —Asiento mientras las lágrimas caen—. Buena niña.

Se levanta y me encierra en mi cuarto, me escondo en un rincón y comienzo a llorar. Ya no quería seguir viviendo con ellos, quería a mis padres de vuelta, mis amigos, mi verdadera familia. Lo último que escucho antes de quedarme dormida es la puerta de entrada, después de eso no recuerdo nada mas.

Secuestrada. «Guido Sardelli»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora