Amagi Sagar Prakash Khatnani

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" Cuando estuvo frente a él, le agarro las manos con desesperación. Despedía un hedor nauseabundo. Había perdido todo aquel orgullo de antaño, ya no parecía el Judío, nada quedaba en él del << señor de los señores>>; simplemente era un padre desvalido, un mendigo que lloraba por la muerte de su hijo.
- ¿Es verdad que conoces el antídoto que me devolverá a la vida? - le preguntó con los ojos vidriosos.
Yuseph sintió conmovido, apretándole las manos.
- Tengo el remedio...
-¿Y cuál es?- le interrumpió el Judío, ansioso, tratando de leer la respuesta en sus ojos.
Yuseph tragó saliva antes de hablar. Había planeado sus palabras mucho tiempo antes.
-Un grano de cardamomo.
Un destello siniestro recorrió los ojos de Judío, que brillaron como dos brasas. ¡Por fin alguien le ofrecía una respuesta!
- Ahora mismo traeré - respondió; le soltó las manos y dio media vuelta.
Pero cuando ya estaba a punto de marcharse Yuseph  lo detuvo.
- No valdrá cualquier grano.- el Judío se giró incrédulo con ele sueño fruncido-. La semilla solo puede ser de un hogar que nunca haya sido visitado por la muerte- explicó Yuseph-. La mano que la entregue debe ser la de hombre o una mujer que jamás haya visto fallecer a un ser querido. Ni hermanos, ni padres, hijos o parientes, ni tan siquiera un animal.
El Judío asintió confuso. Sin perder ni un instante monto sobre su carruaje y desapareció bajo los últimos rayos crepusculares.
¿Lograría volver con el elixir? ¿Regresaría a Amir a la vida?
El Judío estaba convencido. Atravesaría el desierto en aquel preciso instante; recorrería a pie cada ciudad si era necesario; cruzaría continentes, ríos y montañas; compraría los cultivos de cardamomo de todos los campesinos de este mundo; traería galeones y trenes procedentes de los reinos de Oriente y Occidente repletos de semillas y no habría una sola planta de esa especie que creciese sin su consentimiento.
Cada brizna sería suya.
           O eso pensaba él.
Porque advierten las Escrituras que no se puede amurallar el mar.

Aquella misma noche, el Judío se sumergió entre las callejuelas d ella aldea más próxima, recorriendo casa por casa, tocando puerta por puerta. Y la respuesta era siempre la misma: una sonrisa humilde de bienvenida. Aquellas pobres almas se deshacían en agasajos y, aunque no tuviesen nada, le brindaban el grano de cardamomo como si el Judío les honrarse por ello.
Sin embargo, cuando le llegaba la hora de preguntar por la muerte, todo era distinto. Sus ojos se encendían, se llenaban de lagrimas, algunos ocultaban su rostro con las manos o suspiraban con triste nostalgia. Todos habían visto la muerte. Le confesaban desgarradoras historias de dolor y miseria, de terribles enfermedades repletas de sufrimiento. Si en algunas casas había fallecido un padre, en otras una hija o un recién nacido; en otras, incluso la mayor parte de sus parientes, amigos de la infancia o conocidos que jamás creyeron posible que fueran a caer derribados por la vejez que tan lejana se les antojaba.
Historias de redención, y algunas de arrepentimiento de quienes no lograron reconciliarse antes de separarse para siempre. Entonces agradecía el Judío las últimas semanas que había disfrutado con Amir, haberlo recuperado y haberse despedido de él con amor.
Al escucharlos hablar, sentía el amo que su dolor no era nada comparado con el de ellos, una gota en el océano. ¿Qué derecho tenía él de lamentarse?, se preguntaba avergonzado. ¡Ellos, que habían visto sucumbir a la mayor parte de sus seres queridos!
Pero si la muerte también había cosechado sus mieses, ¿de qué le servía al Judío aquel grano de cardamomo que le ofrecían?
(....)
De este modo, aquella noche lóbrega y en tinieblas, comprendió el Judío que no estaba solo, que su dolor no era único y que sus lágrimas no eran desconocidas para esta tierra sagrada, que desde sus orígenes vio venir y marchar a todos los mortales y en cuyo regazo se han lamentado tasas las almas que la pisaron. El Judío no estaba solo en su sufrimiento, lo acompañaba toda la humanidad, y él no era más que un átomo en la inmensidad de la existencia." 

Fragmentos y pensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora