Capítulo 6

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Volvimos al hostel con las orejas como pailas de tantas preguntas que nos hacían Tulenka y Obiwan. El Greñas no cachaba mucho, y como era muy piola, no hacía grandes comentarios.
-¿Y entonces tienes onda con Ibizo? -me preguntó Tulenka en voz bajita cuando íbamos subiendo la escalera. Quería deshacerme de ellos pero se nos habían pegao como teletubbie en cama de velcro y nos seguían hasta al wáter.
-Somos amigos nada más -respondí cansada.
-¿Y el Español?
La miré como en película de terror y ella dijo "ups". Después me despedí amablemente y me senté en la cama esperando que Ibizo lograra zafar del mar de preguntas que Obiwan le hacía.
-Me pidió una selfie y la colgó en twitter -declaró cuando entró a la pieza.
No hice comentarios al respecto aunque un escalofrío me recorrió al imaginar la cara de Ibizo viralizándose por la internets y un chilión de minas joteándoselo. Con la guata apretada por ese pensamiento, le pasé el celu para que leyera el inbox que me había mandado el Español.
-Joder... madre mía, ¿Qué no es el Sheraton aquel edificio grande que se ve desde la azotea? -me preguntó con un resquicio de temor.
Asentí con cara de espanto.
-Bien, pues, ¿qué hacemos? ¿Irnos? -se aventuró poco convencido, porque seguramente consideraba lo mismo que yo.
-Pagamos la estadía completa y no hay devoluciones -dije con pesar-. No me sobra la plata como para irme a otro hostel y perder todo lo que pagué acá...
-A tomar por culo. ¿Por qué tenemos que escondernos? ¿Qué puede hacernos? No está en españa, acá no tiene amigos etarras y ni de coña pudo pasar un arma por policía internacional.
Me quedé pensativa sin querer mencionar que, según las propias palabras de Ibizo, el Español había ido a hacer pico su casa. Después de esa revelación nada me podía sorprender.
-Pasémoslo bien -continuó-. Qué coño importa que Augusto haya venido, no puede hacernos nada. Y nunca me pareció tan inteligente como para encontrarnos. Ese tío no es más que una cara bonita y un peinado L'oreal.
Me miró con sus ojitos pardo y de un momento a otro su cara fue invadida por su enorme sonrisa de dientes conejiles.
Me encogí de hombros y pensé positivo, porque Ibizo tenía razón. Que Augusto, el Español, estuviera en córdoba no significaba nada. Y si estábamos en córdoba era para pasarlo bien.
-Voy a buscar dónde queda Carlos Paz y qué se puede hacer ahí -declaré mientras sacaba el notebook. Si Obiwan, el Greñas y Tulenka habían pasado cuatro días ahí metidos era porque algo bueno había en ese lugar.
Me senté sobre mi cama mientras Ibizo se acostó en la suya y se sacó las zapatillas.
-Ah la puta madre, pero qué hiciste -se cagó de la risa al ver sus uñas de las patas rojas. Me reí también mientras abría facebook.

«Nena, cómo estás?»
Era Blondie.
«Bien, tú? :P»
«Bien, acá extrañándote. Cómo van las cosas por allá?»
«Todo bien! Excepto por el asuntillo del Español. Qué bueno que justo me hablaste, podemos hacer una llamada? Tengo mucho que contarte» Le dije, y es que me daba paja explicarle por chat todo lo que estaba ocurriendo.
Blondie tiró una videollamada y yo la acepté... demasiado tarde.
Su cara sonriente se desvaneció de la pantalla del PC porque al instante siguiente se tapó la boca con ambas manos.
-¡¿ESE DE ALLÁ ATRÁS ES MARIO?! -gritó apuntando a Ibizo.
Miré hacia atrás y vi como Ibizo intentaba quitarse del ángulo de la cámara, demasiado tarde.
-¡TE FUISTE A ARGENTINA CON MARIO Y NO ME LO DIJISTE! ¡CONFIÉ EN TI! ¡TE AYUDÉ! ¡TRAIDORA!
Y cortó la videollamada... y después me bloqueó de facebook.

***

Bajamos al hall para distraer la mente. No buscamos nada sobre Villa Carlos Paz porque con lo de Blondie se me quitaron todas las ganas de navegar por internet.
-Ahora va a pensar que tengo algo contigo y que en serio lo traicioné -murmuré más triste que negro con la tula chica.
Ibizo no hizo comentarios al respecto.
La puerta del hall se abrió y entró una rubia cargada de maletas. Tenía el pelo corto y ondulado y parecía un querubín con sus cachetes rosados.
-Hola, ¿en qué te puedo ayudar? -preguntó Bambana detrás del mesón del hall, sacándose los audífonos.
-Necesito una habitación, tiempo indefinido -respondió la rubia con marcado acento porteño.
-En este momento se está desocupando la número cinco, si querés podés esperar y te avisamos.
La rubia dijo que no había problema y nos sonrió a todos. Se sentó en un sillón algo apartado, dejó sus maletas en una orilla y se dispuso a mirar el celular.
Una conocida camisa color salmón por lo menos dos tallas menos de lo que debía usar su sueño nos alertó de que Cuantascopas venía entrando al hall.
-¡Eh, Roger, traéme una Coca Cola! -gritó mientras se sentaba. Al rato apareció Roger con una coca en la mano.
-Solo tenemos Coca Life -dijo Roger, pasándosela.
-¿Pero qué es esta mierda de Coca Life, boludo? -exclamó Cuantascopas con indignación. Todos lo mirábamos-. ¿A vos te gustaría que yo agarrara un choripán, sacara el chorizo, le metiera un pedazo de cartón y te dijerá EH, TOMÁ, CHORILIFE?
Le tiró la coca a Roger, se cruzó de brazos y cachó a la rubia recién llegada, que estaba mirándolo con la boca abierta.
-Vos rubia tenés cara de ser mi próxima novia -le dijo Cuantascopas a la recién llegada poniéndole toda la cara de 1313.
-Mirá vos, qué interesante -respondió la rubia-. Vos tenés cara de imbécil y yo no te digo nada.
Cuantascopas quedó con su gran hocico abierto mientras todos nos reíamos.

***

-¡Vamos de nuevo! ¡Nosotros felices! ¿cierto? -Exclamó Tulenka emocionada un par de horas más tarde, cuando estábamos sentados en la mesa tomando té con facturas.
-¿Y la plata? -dijo Obiwan.
-Si es re barato villa Carlos Paz. ¿Vamos todos?
Lo cierto es que Ibizo había tenido la bacán ocurrencia de comentarme nuevamente lo de ir a villa Carlos Paz mientras estábamos en la mesa, por lo que todos los demás escucharon y varios se entusiasmaron.
Tulenka y Obiwan habían activado cuáticamente mi modo antisocial. No estaba ni ahí con que me anduvieran preguntando sobre Pepi la fea, mucho menos en otro país, mucho menos tomándonos fotos y mucho menos subiéndolas a facebook. Tampoco ya tenía ganas de conocer villa Carlos Paz con lo de Blondie y el Español. Mis ganas de volver a chile se habían disparado.
-Ya, pero la plata -dijo Obiwan otra vez.
-Lo caro es el alquiler de las cabañas -agregó el Greñas.
-¡Yo tengo una casa en Carlos Paz! -gritó Cuantascopas apareciendo en el comedor, sobresaltando a todos con su mansogrito.
-Ya, pero nadie quiere ir con vos.
-¿Qué tan cerca del lago? -preguntó Tulenka con los ojitos brillantes.
-En el lago mismo, vos que te pensás, ¿Qué soy un negro cabeza?
Se sentó a la mesa y se llevó una factura a la boca. Yo saqué otra factura y quedó la última sobre el plato, que sacó la mina rubia ondulada que había llegado ese día.
-La última factura -dijo alegremente-, la de la vergüenza.
Cuantascopas la quedó mirando y al parecer seguía picao por lo de la mañana, porque le dijo de sopetón:
-Calláte gorda forra, que a vos no te dio vergüenza comerte todas las anteriores, qué vergüenza te va a dar comer esa.
Toda mi ira y empatía de también-gorda salió a flote y tanta chuchá acumulada tenía contra Cuantascopas que no pude evitarlo.
-¡CIERRA EL HOCICO ALGUNA VEZ TACUACO CULIAO! -grité con furia-. ¡ME TENÍS CHATA CON TUS INSULTOS, Y NO TE HAI MIRAO AL ESPEJO, PARECÍS PRIETA CON RETENCIÓN DE LÍQUIDOS CON ESA CAMISA CULIÁ FEA!
Quedó la zorra. Cuantascopas se paró y me agarró a puteás y terminaron todos puteándose con todos. De pura rabia por tanto estrés me puse a llorar y, mientras aún seguía la pelea (a la que también se metió Chuainstaiger a pelear por su toalla), Ibizo me agarró y me llevó al patio de atrás.
-¿Qué pasa, Pepi? -me preguntó Ibizo dándome un abrazo.
-No sé, me siento mal, estoy chata.
-Pero, ¿de qué? -me miró con penita.
-De todo. Todo pasó muy rápido -dije con angustia-. Nada ha salido como lo planeé. Ya ni siquiera sé qué chucha hago acá. Y ese Cuantascopas culiao se anda buscando un combo en el hocico.
Ibizo hizo el ademán para que lo siguiera y juntos subimos a la azotea en que habíamos estado la noche anterior.
-Qué raro pensar que el gilipollas de Augusto está allá, tan cerca -dijo Ibizo, mirando el Sheraton con mirada de super agente 86.
Sollocé otro poco.
-¿Por qué chucha todo tiene que ser tan difícil?
-Pero no entiendo qué te trae así -Ibizo angustiado.
-¡Te dije recién! -me enojé-. ¿No entiendes? Yo amaba al Español, hace unos cuantos días estaba con él, feliz. Y ahora estoy acá, huyendo de él.
-Ahora acá, ¿infeliz? -preguntó Ibizo.
-No, no infeliz. Ay, no sé. No sé qué siento. No sé si aún lo amo.
Tras decir esa última frase fue como si algo volara de mí. Fue como sacar afuera un peso que tenía encima de hacía ene, como si por verbalizarlo todo fuera más claro en mi mente.
Ibizo se sentó en una silla con todo su peso muerto, como si hubiera sido abatido por una bala invisible. Caí en la cuenta de la situación y me preocupé.
-Perdón -susurré.
-No eres la única a la que le ha tocado difícil todo esto. Para mí ha sido durísimo.
-Lo sé -respondí sintiéndome culpable-, me imagino que no es grato llegar a tu casa y encontrar que está la cagá...
-No me refiero a eso -suspiró y me miró-. Nunca he estado seguro de mí, soy un tío lleno de complejos que quizá no entiendes o de los que no te has dado cuenta. Nunca sé bien lo que quiero, para mí los rollos siempre son difíciles.
-¿A qué te refieres?
-A que lo tuyo con Augusto fue un amor fulminante, y los amores fulminantes se desvanecen como bengalas en el cielo claro. Dejan una estela, pero la estela se va, y todo queda en la nada misma.
"La weá poética" pensé.
-Y hay mucho que quiero contarte, Pepa -continuó Ibizo con la voz cada vez más rara-, y esto es difícil, pero prefiero que sea difícil porque lo difícil siempre dura más. No quiero un amor fulminante.
-¿De qué weá estás hablando? -no entendía nada o quizá si entendía un poquito pero el arte femenino de hacerse la weona siempre es bacán.
-Te explicaré todo, vale, pero primero hay algo que debes saber.
Lo miré un rato esperando que abriera la boca y me confesara que ahora si era colipato y que tenía la terrible onda con Cuantascopas, pero de su boca salieron las dos palabras que jamás hubiera esperado escuchar ese día:
-Te amo.

Pepi la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora