16| Desorden

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7:00 a.m.

At no estaba cuando abrí los ojos por la mañana. La ventana estaba medio abierta y yo tenía muchas ganas de verlo. No tenía derecho a enojarme con él, debíamos reconciliarnos. Mi corazón se sentía especialmente inclinado a At ese día.

Aquella niña, Clarie, no me daba buena espina pero me interesaba seguir hablando con ella. Aunque... ¿cómo podía sonsacarle información sin delatar a At? Aún me inquietaba esa parte.

Mis padres estarían en el hospital pronto y nos llevarían a casa.

Sin darme tiempo de espabilar, vi a Josh asomarse a la puerta, preocupado y cansado por correr.

—¡Macky! —Gritó, acercándose a mi cama—. ¡¿Ahora qué pasó?! ¿Cómo te sientes? ¡¿Mal, bien?! —cuestionó con una pregunta tras otra.

—Sí, un leve dolor de cabeza —expresé lo "leve" con mis dedos índice y pulgar—. Tranquilo, no me voy a morir, ¿esas flores son para mí? —señalé un ramo algo maltratado de lirios blancos que traía entre manos.

—Oh, cierto, toma —me dio el ramo—. Ya imaginarás que tus flores favoritas son los lirios blancos, pero... —Josh se fijó en la corona de flores de jacaranda que coloqué sobre la jaula de Shiro.

Dejé los lirios en el buró aledaño.

—Bueno... —intentaba idear algo para cambiar el tema—. ¿No tienes regularización? —pregunté. Disimulé el leve dolor de cabeza que no se iba desde la noche pasada.

—¿Y eso? —miró en dirección a Shiro—. ¿Desde cuándo tienes una paloma? —sonrió.

—Es linda, ¿verdad? Estaba perdida, como no encontré a su dueño, la traje conmigo, la verdad es que no la quería, pero fue muy insistente —repliqué recordando los berrinches de At.

—¿La paloma fue insistente? —Josh se acercó para mirarla y luego me vio a mí.

—Algo por el estilo.

El ramo de lirios se levantó por el aire mientras Josh miraba a Shiro, luego cayó estrepitosamente al suelo.

Observé a mis alrededores, ¿eso había sido obra de At? No había forma de que las flores saltaran solas. ¿Mi amigo de orejas puntiagudas podía hacer cosas así?

También espantó a Josh, pero no se alarmó como yo. Recogió el ramo y me lo puso sobre las piernas.

—Te afecta estar encerrada, no quiero que empieces a hablar con animales —tocó mi frente con la palma de su mano y al mismo tiempo tocó la suya para comprobar si yo tenía fiebre—, Pues, no tienes —informó—. Cuando salgas vayamos a más lugares, para que recuerdes todo —se acercó y pellizcó mis mejillas—. Incluso, si lo pienso, puedes quedarte así, recordándome sólo a mí.

—¿Qué dices? —alejé sus manos de mi cara—. Vete ya o vas a llegar tarde —entrecerré los ojos.

Josh miró la hora en su reloj de mano. —¡Demonios! Me voy yendo —avisó—. ¡Ya quiero que vuelvas a la escuela!

Después de despeinar mi cabello, salió corriendo.

At entraba por la ventana, mantuve la esperanza de que no lo hubiese escuchado todo. No me atreví a mirarlo.

—Hola... —balbuceé—. ¿Viste que el ramo de lirios se cayó? —quise evadir lo que venía de forma inminente, también me movía la curiosidad por saber si At podía levitar objetos sin tocarlos. Algo en mí me decía que sí porque ya había desistido de la idea de haber enloquecido.

—¿'Puedes quedarte así, recordándome sólo a mí'? —escuché a At repetir las palabras que me dijo Josh y me miró a los ojos—. ¿Qué más me has estado ocultando? —susurró desganado, se quedó a unos centímetros de mí y se cruzó de brazos.

AtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora