04| Presentaciones

642 44 1
                                    

7:00 a.m.

El chico me dio la espalda todo el tiempo mientras me cambiaba de ropa, tenía los ojos cerrados. Dejé ver una sonrisa al saber que había sido respetuoso.

—Puedes voltear ya —aseguré.

—¿Segura? —abrió uno de sus ojos sin quitar su posición y volteó hacia mí, dudoso.

—Sí. Sólo me pondré algo de maquillaje —dije buscando entre los cajones de mi tocador. Los encontré hasta el fondo de uno que estaba hasta abajo. «¿Por qué están tan escondidos? Mi madre dijo que quizás querría usarlo, y que seguramente los encontraría en mi tocador, pero no imaginé que lo tendría tan bien escondido.»

—¿En serio? ¿Maquillaje? —se sentó en forma de indio, aún en el aire, mirando con detenimiento mi cara.

—Sí, ¿por qué? —volteé a verlo.

—Creí que ya habíamos hablado de esto —aclaró con un puchero—. Macky, prometiste no usar más esa cosa sólo para encajar —señaló el producto cosmético con asco—. Incluso los guardaste para no tener que usarlos.

—¡Por favor! Es la primera vez que hablamos, ¿cómo es que sabes esto? —dije irónica.

—Hmm... Perdiste la memoria, por eso no me recuerdas —se molestó en recordármelo, y así, se puso de cabeza en el aire y sonrió de oreja a oreja. Tenía colmillos de gato, de hecho, lucía más como un gato con las orejas de un duende, tan tierno, tan infantil y travieso por igual.

—Tienes razón en eso —hice una mueca pensativa, con duda en mi rostro dejé mi maquillaje en el tocador—. Aunque también puede que me estés tratando de engañar, ¿no?

—¡Créeme! —rogó—. ¿qué necesitas para creerme? —preguntó sin expresión.

—Primero, dame la respuesta a mi última pregunta, ¿qué hacías en el hospital ese día?

—La respuesta, Macky, es que yo siempre he estado a tu lado, obviamente debía estar en ese momento tan delicado —levantó su dedo índice.

Eso no me convenció de nada.

—¿Y por qué no te vi después? ¿Por qué hasta ahora?

—Eso es lo que yo quiero saber —se cruzó de brazos y miró al techo—. Después de eso, creí que desaparecería, estuve vagando en la nada por un buen rato. Estuve a punto de rendirme y abandonarme a la suerte, y entonces... Tú me llamaste. ¡Y estaba seguro de que me recordabas! Que todo se había resuelto y volveríamos a ser los de antes. Macky, ¡pero no me veías! ¡No me escuchabas! Intenté de todo y no logré que me vieras, sospeché que nuestro pacto se había roto, ¡pero mira, esto sigue aquí! —levantó su tobillo y señaló la pulsera de cascabeles que tenía colgando—. ¡Entonces, algo dentro de ti, o tú, se esforzaba por atarme aquí y eso me hizo feliz! Pero aún no podía entrar aquí... Así que traté más fuerte y conseguí apenas ayer que me escucharas algunas veces, y puedo decir que me sentías de alguna forma. Y hoy... ¡Hoy me viste y me sentiste tan perfectamente que no pierdo las esperanzas de que pronto te acuerdes de mí por completo! Por lo que contamos con pocos tiempo para que todo vuelva a la normalidad y he decidido que trabajaremos duro para recuperar nuestra vida. ¡Y hay que renovar contrato, Macky, así que ponte lista!

Mientras hablaba hacía ademanes expresivos en extremo y muecas sinceras y divertidas que hacían imposible no creerle todo lo que decía. Cuando terminó, inspiró hondo y se dispuso a estudiar mi reacción sobre lo que contó.

—¿Y bien? ¿Estamos de acuerdo con todo? —preguntó.

Yo asentí, procesando la información, boquiabierta.

AtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora