El dolor de Stephen

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Corro,corro y corro,es lo único que puedo expresar.

Su silueta se confunde en la neblina,pero se que es,chaqueta de cuero negro,apoyado en la barandilla de la azotea del hospital,mirando a la nada,pensando en el todo.

Le temo.Le temo al odio que se acaba de desatar en su interior.Le temo al grado de dolor que está experimentando.Le temo a Él en su totalidad.

Pero cuando amas a alguien,los sentimientos de esta planeta quedan fuera de juego,inactivos a pesar de estar brillando el luz verde,sólo existes tú y Él,y si Él llora,tu lo haces.Y si a Él le están naciendo demonios en el alma,envías a los ángeles que habitan en la tuya para salvarlo,aunque nunca los recuperes.

No hay espacio para el diálogo,porque existen formas de expresar el dolor profundo y las palabras no califican en estos casos.

Le rodeo el cuello con ambas manos y lo atraigo hacia mí,cede.

El verbo llorar me queda corto,es la sangre de su corazón derramándose de sus ojos.

Y llega un punto en que se lo que está pasando por su cabeza,porque todo ser humano lo siente alguna vez,es el deseo de querer entregarte a la muerte.

Se aparta.

Del interior de Stephen Brooks surge un grito desgarrador,lo lanza al cielo directamente,va para ella,es su forma de reprocharle no haberse quedado con Él,es su forma de despedirse. 


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