Capítulo 12: Caballo Desbocado

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Las cosas buenas siempre se terminan, pero solo si dejas que la maldad se cuele en tu vida. E incluso la esperanza, que es lo más duradero, termina desvaneciéndose con el tiempo si la maldad llega a rozarla siquiera. ¿Quién creéis que es la maldad que se ha colado en la vida de Lidia? (Los sucesos de este capítulo ocurren antes que los del capítulo anterior)

Lidia se levantó con lágrimas en los ojos. No se dio cuenta de que había estado llorando en sueños, hasta que se vio en el espejo. Su dama de compañía seguía en la habitación. Se había quedado dormida mientras cosía en una silla que había puesto al lado de la puerta. Se disponía a activar la salida del armario, cuando Felicia entró con cara de culpabilidad por la puerta. Entonces todo se complicó.

Al ver lo que iba a hacer su ahijada, recordó el deseo que tantos años atrás le había concedido. Lidia no lo pensó ni un instante. Accionó el libro correcto y salió por la puerta del armario. Felicia voló tras ella, lanzando rayos de luz.

Lidia salió al establo, y entonces, uno de los rayos de Felicia le dio, y se quedó quieta en el lugar. Felicia llegó ante ella, y Lidia le reprochó lo que había estando callando toda la noche, y lo que en ese momento sentía:

-¡Lo has matado, has matado a Ramón! Él... era mi amigo, quiero ir a ver su cuerpo, quiero saber cómo están sus padres, pero al parecer, la culpa no te ha calado y me prohíbes hacer una cosa de la que tengo todo el derecho. Quiero ver su cuerpo y dar el pésame a sus padres. Lo haré aunque no obtenga tu consentimiento-

Felicia bajó la varita, y Lidia pudo moverse. Seguida muy de cerca por su madrina, se dirigió a la casa de Ramón.

Todo el pueblo estaba ante las puertas de la casa. Cuando vieron que Lidia llegaba, le dejaron pasar, con sonrisas tristes en su cara. Cuando Felicia se disponía a seguirla, la multitud se volvió furiosa y le cortó el paso. Decidió sobrevolarlos por encima, pero le lanzaban proyectiles de todo tipo, desde fruta, hasta algún trozo de madera prendido en fuego. Ella los esquivaba volando y con meros movimientos de su varita, pero no era suficiente. Al final, decidió quedarse sobre el tejado de una casa cercana, mientras veía cómo Lidia entraba a la casa de Ramón, a darle el pésame a su familia.

Lidia entró en la penumbra del vestíbulo, donde la única iluminación eran unas velas encendidas y repartidas de forma irregular por la estancia. Se dirigió al salón, donde la familia de Ramón lloraba, pero su cuerpo no estaba allí. Cuando la madre de Ramón vio a Lidia, corrió llorando a abrazarla. Ella correspondió al abrazo. Todos, menos los padres de Ramón, miraban a Lidia como si fuese la culpable de aquello, con un odio y un asco en la mirada que no había visto nunca en los habitantes del reino. Entonces, Noelia, la madre de Ramón, le dio un mensaje de alivio:

-Ramón ha estado toda la noche murmurando tu nombre en sueños. Tiene mucha fiebre, y el doctor lo está viendo en estos momentos. Todos los que están fuera piensan que está muerto... y me temo que así será si le sube más la fiebre ¿qué le pasó ayer a Felicia por qué atacó a nuestro hijo?-

Lidia se cruzó de brazos, fingiendo no tener ni idea, porque temía que Noelia a echase de su casa. Entonces hizo la pregunta:

-¿Puedo entrar a verle? quiero ver cómo está... es mi mejor amigo-

Noelia, sonriendo, le dejó entrar.

El cuarto de Ramón sí que tenía luz suficiente como para dejarte ciego después de la oscuridad del salón. Ramón estaba tumbado en su cama, mojada por los sudores que todo su cuerpo soltaba. Haciendo caso omiso a las órdenes del doctor, se acercó a él. Estaba pálido, y ardiendo, notó cómo el corazón le latía con una lentitud que no era normal. Sintiéndose culpable, se puso a llorar, mientras él alzaba una mano hacia su mejilla para acariciarla. Una lágrima tocó la mano de Ramón, y. como si tuviese conciencia propia, la lágrima serpenteó por el brazo, bajando y arrastrándose hasta llegar al pecho de Ramón, justo encima de su corazón. Ante la mirada de asombro del doctor y Lidia, el cuerpo de Ramón empezó a brillar cada vez más fuerte. La palidez desapareció de su rostro, la temperatura descendió considerablemente, y el corazón le volvió a latir con normalidad. Con una energía inesperada, se incorporó en la cama, y, de un salto, se puso de pie frente a Lidia, abrazándola.

¿Otro Cuento de  Hadas? (En revisión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora