Nos conocimos bajo las lluvias de primavera
y acompañarnos fue como probar un sorbo de vino,
Un ardiente vino, cosechado con uvas llameantes,
en aquel tiempo...,
yo era un chico que apenas estudiaba arte,
y me escapaba a un pequeño jardín colmado de jazmines.
Allí conocí a una misteriosa mujer,
con sus labios cereza roja jaspe,
con sus mejillas amapola roja,
con sus cejas negras como el ónix de afrodita,
y sus osados y hermosísimos ojos como el crisoberilo,
entonces, sin transigencias con el tiempo,
comenzamos a coincidir una y otra vez,
como los nectarinos y el aletear del colibrí,
extrañamente solo bajo la lluvia de primavera,
y en un arrebato amoroso brotó cual fulgor idílico,
cual penígero retórico de un poeta seducido
por el vaivén de las olas jadeosas,
un amor platónico y prohibido,
Pero el fin de la temporada de lluvias pronto llegó.