La dulce página en la que entinto, tus ojos de miel ardiente, tu boca cuál fruto dátil escarlata, tus muslos ardorosos como dunas de fuego, desbordan mis últimas lágrimas en cada gota de tinta pálida y afligida que tiñen estas tristes palabras.
Y mientras el viento sacude tu ventana y la luna descubre mis lágrimas, te dejo amada, y hasta aquí, olvidada.