Until your death do us part

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Basado en Hasta que tu muerte nos separe de Mägo de Oz.

Advertencias: No apto para cardíacos, personas sensibles, y pregúntale a tu médico antes de comenzar la lectura. Ah, okno. Sólo los dos primeros (?).

M!Rogue/Lucy - Angst/Drama/Hurt/Confort

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Rogue se llevó el cigarrillo a los labios, y entrecerró los ojos al inhalar levemente el humo. Sintió la nicotina relajar su algo tenso cuerpo y se despegó de la pared para, volver a apoyarse, sólo que en el marco de la puerta del pequeño baño de la casa. Al menos se podían estar dos dentro sin chocarse por completo.

Fijó su mirada en el reflejo del espejo, que hacia bajar la cabeza a la mujer que ahí se encontraba. Pero que, por otro lado, hacía sonreír de lado a Rogue.

—Te ves tan hermosa como siempre, Luce —le dijo, volviendo a llevarse el cigarrillo a la boca.

Ella se mordió la lengua. Se burlaba de ella, como cada mañana, como a cada medio día, como al momento que le diera la maldita gana de aquellas veinticuatro horas.

Cerró los ojos con fuerza, y Rogue lo notó gracias a que su cabello estaba tomado. Cielos, como amaba lo rota que se veía. Y es que, al fin y al cabo, Lucy era su preciada obra de arte.

Y al pensar en eso, se apenaba ligeramente por recordar lo poco agradecida que parecía su mujer.
Rogue Cheney no era precisamente posesivo, ni tampoco se consideraba un hombre celoso. Pero, ¿por qué otro hombre que no fuera él iba a tener el privilegio de observar las ojeras bajo los ojos de la joven? O bien, las lindas esferas oculares —que le hacían recordar a aquella vez que con Sting habían visitado esa carnicería. A su mente sólo podían venir las imágenes de aquel ya casi seco ojo, partido por la mitad sobre el ensangrentado mesón. Lo que le recordaba que su amigo siempre había sido una nenita— inyectadas en rojo que mantenía con una mueca de decepción.

La misma decepción que hería tanto al hombre de cabello oscuro, y que llevaba hasta con algo de orgullo —no como Lucy— el mechón blanco que abarcaba bastante de su cabello al frente.

—¿Por qué, Rogue? —dijo ella de pronto, en un hilo de voz.

—¿Por qué? —devolvió la pregunta. La vio apoyar sus antebrazos en los bordes del lavamanos. Unas cuantas gotas de agua cayeron por su nariz y barbilla, al principio rápidamente. Pero sólo al principio. —Te elegí por eso, sabía que eras la persona perfecta para transformar en mi preciada obra de arte —sonrió de lado, apagando el ya consumido cigarrillo en el marco de la puerta a la altura de su muslo.

Y tal vez Lucy habría respondido con un «pero las obras de arte deben ser mostradas al ignorante público, ¿no crees, Rogue?». Sin embargo, Lucy era consciente de lo horrible que se veía, por eso agachaba la cabeza, sin verdaderos deseos de mirar su descuidado reflejo en el estúpido espejo de aquel aún más estúpido baño. Y mantenía muchas menos ganas de salir de aquella casa que al principio parecía de jengibre, precisamente por lo maltratada que se veía.

Entonces guardó silencio, y Rogue se volvió a despegar del lugar en el que estaba apoyado, aunque esta vez sí se largo. Lucy apretó sus manos, poniéndolas en puño. Comenzó a temblar de sólo recordar su aspecto reflejado en el cristal. Pero a pesar de eso, levantó la cabeza. Ojos rojos e hinchados, cabello sin brillo, pómulos sobresalientes, piel reseca y de aspecto enfermo. Bajó la mirada y abrió su transformada a puro hueso mano. «Lucy Heartfilia, ¿qué ha pasado contigo?».

Lucy y ellosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora