Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos sin poderlas parar. Mi mejilla ardía mucho.
—Brooke, ¿Estás bien?— Preguntó Noah tomándome por los hombros.
El carro de Stephen chilló chantas antes de irse para luego largarse sin más.
—Brooke, donde te habías metido te ocupo...— La frase de mi tío quedó cortada al ver una mano marcada en mi mejilla y las lágrimas saliendo por montones de mis ojos.
—Un idiota la golpeó. ¿Se puede ir temprano?— Preguntó Noah sin dejar de verme con preocupación.
—Sí, no hay problema. — Dijo viéndome con los ojos llenos de confusión. —Brooke. ¿Estás segura de que estas bien?— Dijo acercándose más.
—Sí, lo siento por no poder cerrar hoy, mañana de fijo lo haré. — Dije viendo fijamente el suelo.
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Eran las 11:00pm, lo que significaba que ya era tarde para caminar a casa y debía tomar un taxi. Tome mi bolso de mi casillero y me puse el suéter que llevaba. Me despedí de mi tío con un movimiento de mano y salí por la puerta principal del bar.
Y ahí estaba él. Apoyado en la puerta del conductor de forma despreocupada.
— ¿Qué haces todavía aquí? — Pregunté extrañada al verlo ahí.
—Creí que necesitabas un viaje hasta tu casa. — Dijo parándose bien con una sonrisa de medio lado.
—Está bien, puedo tomar un taxi. — Dije girandome para caminar hacia la calle principal. Él caminó rápido hasta donde yo estaba para ponerse frente a mí.
—No, en serio. Yo te llevo. Me queda de camino y además te lo debo. — Dijo con una mirada completamente transparente.
—Creo que ya no me debes nada. Le pegaste... Además, no creo que te quede de camino, mi apartamento queda en medio de la nada. — Dije mirándolo seriamente.
—Sólo le pegue a un tipo que es un imbécil, eso no tiene nada que ver contigo. — Dijo con esa sonrisa engreída que siempre utilizaba, al menos en las dos veces que lo había visto. Una sonrisa amenazaba en salir pero me negaba a dejarla.
—Bueno. — Dije solamente volteandome para entrar al carro. Abrí la puerta del pasajero entrando en el.
Mi mejilla ardía mucho. La sentía palpitar, y no solo el dolor físico me fastidiaba. Tenía tanta ira y dolor dentro de mí. No era la primera vez que Stephen y mi madre llegan y trataban de arruinar las cosas.
Llevábamos medio camino en silencio. Él pensando que quién sabe qué, y yo tratando de contener las lágrimas.
—Brooklyn... ¿Me quieres contar? —Dijo rompiendo el silencio.
Realmente no tenía muchas ganas de hablar. Siempre fui una llorona, por todo lloraba. Y sabía que si empezaba a contarle mi voz se cortaría y empezaría a llorar, por el dolor y por la cólera. Entonces en vez de hablar, me quedé callada pensando en qué decir.
—Si no quieres contarme, está bien. Yo entiendo. — Dijo después de esperar un rato.
—No es que no quiera contarlo. Es que, no puedo en este momento.
El solo asintió con la cabeza.
— ¿Qué hacías en el bar? — Pregunté volviéndome hacia él.
—Ya te dije. Vengo bajo ciertas circunstancias. — Dijo sonriendo hacia el camino. El carro se detuvo frente a mi apartamento.
—Ya llegamos. — Dijo apagando el motor. Aclaré mi garganta un poco para quitar el nudo que tenía en ella.
— ¿Y qué circunstancias te traen esta vez? — Dije. Haciendo que se lo pensara durante dos segundos.
—Tal vez te diga después. — Dijo volviéndome a ver con su sonrisa engreída. Reí suavemente y salí del carro.
—Buenas noches, Noah. —Dije tomando la puerta para cerrarla.
—Buenas noches, Brooke. — Dijo sonriéndome.
Todas las luces estaban apagadas, y cómo no iban a estarlo, si no había nadie. Al tiempo te logras acostumbrar a la soledad. Pero a veces no era agradable. Entre la universidad y el trabajo no me quedaba mucho tiempo. Por suerte el verano había llegado y tendría más tiempo para mí. Y además de mi hermano y Caroline mi mejor amiga/hermana de la universidad, no tenía a mucha gente más.
Tomé el teléfono y marque el número de mi hermano. Sonaron tres timbres y al tercero su voz se escuchó.
— ¿Hola?
—Connor, hola es Brooklyn.
—Hola Brookie. ¿Cómo estás? — Dijo haciéndome reír por el apodo que usaba cuando era una niña.
—Amm... Se podría decir que bien.
— ¿Qué pasó? — Dijo usando el tono autoritario que usaba cuando me regañaba.
—Hoy Stephen vino al bar. Y quiso que fuera con él. — Dije directamente. Un suspiro de enojo y frustración sonó a través de mi auricular.
— ¿Por qué quería que fueras con él?
—No lo sé. Me tomó del brazo y trato de meterme en el carro, pero un... amigo se metió y le pegó porque, él me pegó una cachetada. — Dije esperando su peor reacción. Y así fue. Una cadena de insultos a gritos se escuchó a través del teléfono.
—No puedo creer que ese hijo de puta se haya atrevido a pegarte. — Dijo con una furia que se podía sentir a través del teléfono. —Viene y arruina nuestras vidas y ahora esto. No puedo creerlo. —
—Connor, tranquilízate. Ya pasó. Después de cómo... Mi amigo le pegó. No creo que me vuelva a molestar. — Dije tratando de tranquilizarlo.
— Lo siento por no estar ahí contigo. Créeme que si pudiera dejar Europa para ir hasta ti lo haría. — Dijo cambiando su tono a uno más triste.
—Tranquilo, tu carrera es más importante ahora, además solo te falta un semestre para terminar todo. ¿No estás feliz? — Dije. Era cierto que lo extrañaba muchísimo, y que me duele mucho lo que estaba pasando. Pero no se lo iba a decir. Él estaba muy feliz terminando su carrera de ingeniería en Bruselas, y yo no le iba a arruinar eso.
—Es cierto. —Dijo haciendo una pausa. —Después hablamos Brookie, dentro de unos minutos entro a clases.
—Lo siento, a veces se me olvida las ochenta horas que hay de diferencia. — Dije riendo.
—No son Ochenta y tranquila no importa, adiós. — Dijo riendo para luego colgar.
La soledad que me abrazó después de colgar y el llanto. Fueron mis compañeras esa noche.
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Drunk.
Teen FictionUsualmente es igual siempre, la universidad en las mañanas, tareas por las tardes y trabajo por las noches. Pero un hecho singular en un evento usual, puede dar un giro completo a la rutina. Cuando Brooklyn Jones trata de ayudar a su tío un día, su...