3. Definitivo idiota.

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—No me digas que te gusta ese tipo de música, por favor calla eso me duele la cabeza. — Escuché desde el desayunador.

—Sí, sí me gusta. Y es obvio que te duela la cabeza, ayer casi te tomas todo el bar. — Dije mezclando los huevos en el sartén sin volverlo a ver.

—No exageres, no tomé tanto. — Dijo soltando un bufido al final. El sonido de la radio de repente había cesado. Me volví rápidamente y Noah estaba con el cable en la mano. En su cara se encontraba esa sonrisa socarrona que había utilizado ayer.

—Ahora que puedo pensar con tranquilidad y ese sonidito irritante no suena. — Dijo suspirando con satisfacción. —Respóndeme una pregunta. ¿Quién eres y porque estoy en tu casa?— Dijo colocándose frente a mí con los brazos cursados.

—Estas en mi casa porque eres un borracho. — Solté con un una sonrisa sarcástica.

—Esa no es la respuesta que buscaba cariño, y además eso solo responde mi segunda pregunta no la primera. Y creería que estoy aquí porque pasamos una entretenida noche. — Dijo levantando una ceja con una sonrisa astuta.  —Pero llevarías puesta mi camisa y no... Eso. — Dijo aún con su ceja levantada y viéndome de arriba a abajo. Era un idiota superficial y fui una estúpida si creí que estaría agradecido conmigo por haberlo ayudado. Aunque bueno, él ni siquiera lo recordaba. —Así que, cuéntame. ¿Qué pasó anoche?—

Solté un bufido y me di la vuelta para seguir cocinando tranquilamente, aunque mi tocino ya estaba un poco quemado. —Anoche estabas tan borracho que ni siquiera podías caminar, yo tenía que cerrar el bar. Te deje afuera en la banca medio muerto y desmayado, pero me diste lastima, así que cogí tu carro y conduje hasta aquí como buena persona que soy, decidí que podías pasar la noche aquí, porque obviamente hay que ayudar a las personas con menor capacidad mental. — Dije con una pequeña risa al final. Me voltee para agarrar un plato para poder colocar el desayuno pero me lo encontré ahí con su entrecejo fruncido y su mirada en el suelo. Lentamente una sonrisa se hizo en su cara y el ceño fruncido desapareció.

— ¿Y porque estaba durmiendo en tu cama?— Preguntó con una sonrisa sugestiva en su rostro. Ugh... Este chico no se rinde.

—Porque eres demasiado grande y no cabías en el sillón. Y ya sabes, ayudando a las personas con...—

—Menos capacidad mental. Ya sé, cállate. — Dijo sin dejarme terminar. —Entonces. ¿Trabajas en el bar? Con razón tu cara se me hacía vagamente familiar. —

— ¿Vas mucho al bar?— Pregunté poniendo dos platos sobre la mesa. —También te preparé algo a ti, por si quieres. — Dije señalando el plato.

—Gracias. — Dijo sentándose en la silla junto a mí. —No realmente. Sólo bajo ciertas...—Dijo y luego se aclaró la garganta. —Circunstancias.—

Mmm... Entiendo. —

—Entonces... — Habló luego de unos cuantos segundos de silencio incómodo. —No me has dicho tu nombre. — Me aclaré la garganta un poco

—Brooklyn. — Dije sin volverlo a ver.

—Bueno. Mucho gusto Brooklyn. Mi nombre es Noah. — Dijo con una sonrisa en su cara, pero no una como las de antes, sino una más... Sincera.

—Igualmente. — Dije devolviéndole la sonrisa.

Comimos en silencio unos minutos.

—Bueno... Sé que fue un gusto para ti tenerme una noche en tu casa, pero ya me tengo que ir, y aunque tengo un dolor de cabeza de los mil demonios... Amm no, no tengo nada más que decir. — Dijo guiñandome un ojo. Tomó su chaqueta y luego salió por la puerta.

Bueno, anoche fue una noche un poco... Particular.

Un segundo después de haber salido volvió a entrar. —Ocupo la llave del carro para irme. — Dijo parado en la puerta con una sonrisa incomoda.

—Quien sabe cuánto tomaste que ahora ya hasta la memoria pierdes. — Dije sarcásticamente.

—Sólo dime dónde están las llaves Brooklyn. — Dijo con una sonrisa de medio lado.

—Están sobre la mesa que está frente al sillón. — Dije señalándole.

Drunk.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora