—Ya déjame terminar de comer mi helado—dije entre risas. Niall podía llegar a ser muy gracioso. Habíamos ido a comprar helado, como ya se nos hacía costumbre. Pero el no había comprado nada para él. Le dolían los dientes y un tanto la mandíbula. En un momento, él hizo una mueca.—¿Te duele la cabeza todavía?
—Sí.
—Ven, vámonos—me levanté, arrojando la servilleta en un zafacón cercano. El asintió y tomó las llaves de mi auto. Caminaba en silencio a mi lado, y sentí como su mano rozó la mía sin querer. Nos miramos y sonreímos, bajando la mirada medio sonrojados.—Dame las llaves, yo conduzco.
Niall dijo que se iba a ir acostado en el asiento trasero, así supuse que se quedaría dormido fácilmente. La música estaba bajita, y el camino fue un poco largo por el tráfico. Unos cuarenta y cinco minutos más tarde estábamos frente a mi casa.
—Nialler, ya llegamos—dije mientras me giraba. El no hacía señales de responder ni despertarse.
Me bajé del auto y le di la vuelta al auto. Abrí la puerta que estaba contra los pies de Niall y halé uno de estos, hasta que sus dos pies tocaron el suelo. En un movimiento me enredé con sus piernas y caí hacia adelante. Con mis manos pude sostenerme para no estampar mi rostro con el suyo. El había despertado en el momento en que había caído y una de sus manos me había agarrado por la cintura.
Nos miramos durante unos minutos más, que parecieron interminables. Y me besó, me atrajo hacia sí. Pero solo fue por unos cuatro segundos, nos separamos, abriendo los ojos. Me separé automáticamente de él, dándome un fuerte golpe al subir la cabeza.
—¿Pensabas sacarme arrastrando o qué?—preguntó burlón.
—¿Eh?—moví la cabeza. El estaba allí, restregándose los ojos con sus manos. Y yo estaba ahí parada, confundida. ¿Había soñado despierta? Demonios… y yo que lo había sentido tan real.
—Algo así—sonreí de lado, tratando de olvidar lo anterior.
Entramos a la casa y vimos a los chicos apoderados de los sofás y de la televisión, acostados en toda su extensión sobre los acolchados cojines y haciendo zapping.
Zayn estaba con medio cuerpo fuera del sofá, él era el que pasaba los canales buscando algo digno de ver. Me incliné sobre el respaldo del sofá y decidí molestarlo un poco.
—¡Zayn, hola!—grité en su oído, haciendo que se cayera.—¿Qué haces en el suelo?—pregunté inocentemente, impulsándome con mis brazos para saltar sobre el respaldo y caer sentada en el sofá, ahora apoderándome yo del control remoto.
—Nada, solo escuchando el plan que tienen las hormigas para conquistar el mundo—dijo con sarcasmo.
—¿Las hormigas pueden hablar?—preguntó estúpidamente Louis.
—¿Sabes Lou? A veces no sé si eres o te haces…
—¿Ser qué?—preguntó confundido.
—Nada—lo ignoré sonriendo. Zayn volvió a acostarse en el sofá pero con su cabeza recostada en mis piernas.
—Qué cómoda eres—dijo arrebatándome el control.
—Qué amable eres—obviamente me miró mal por mi sarcasmo. Minutos y minutos pasaron luego de cambiar canales, y me estaba aburriendo. Jugaba con el cabello de Zayn, que ahora se encontraba despeinado, y parecía estar haciéndole cosquillas, porque se removía.—Me aburro—dije quitándome de debajo de Zayn de golpe, haciendo que casi se cayera del sofá, de nuevo.
—¿Y por eso tienes que maltratarme?
—No te maltrato. En cambio, si hiciera esto—lo golpeé con un cojín—, eso sí sería maltrato.