—Al fin es viernes—dijo Ethan soltando un suspiro, mientras se sentaba en la banca en la que solíamos hablar durante las tardes.
El primer día había estado bien, duro, pero bien. Había asistido con Ethan a la fiesta que se hizo aquella noche, y había sido una noche grandiosa, por lo menos para mí, y de seguro para Cheryl también, pues se puso a bailar “Champagne Showers” sobre una mesa. Sí, había sido genial.
—No te emociones mucho, ahora tenemos tango—dije frotándome los hombros, me dolía la espalda.
—Pero es viernes, día libre, para salir, ser libres, recuperar la poca vida social. ¿Puedes creer que el sábado tenemos que ensayar para el espectáculo de apertura?
—Bueno… de hecho, me encanta todo esto—me encogí de hombros.
—Claro, eso lo dices porque no llevas dos años aquí.
—Estás aquí porque amas lo que haces—dije riendo ante su mueca de desagrado. Mi celular nos interrumpió.
—Dos días sin contestarme el teléfono, ¿y eso por qué jovencita?
—Porque he estado sumamente ocupada. Ni siquiera he abierto la laptop, y eso es mucho decir.
—Pues tal vez ni sabes que estamos cerca…
—¿Qué?—pregunté confusa.
—Pasaré por allí en una hora.
—¿Qué?—volví a preguntar incrédula.
—Que pasaremos por allá en una hora.
—¿Qué?
—Adiós—colgó la llamada riendo entre dientes.
—Maldito…—murmuré mirando con odio mi teléfono.
—¿Qué sucede?
—No… nada… sólo mi primo…
—¿Vas a salir?
—Eso creo. Tengo que comenzar a arreglarme—dijo haciendo una mueca.
—Pues creo que te veré mañana, ¿no?
—Claro—dejé un sonoro beso en su mejilla, haciéndolo sonreír. Nuestras miradas se cruzaron por unos interminables segundos, y algo revoloteó dentro de mí.—Adiós.
*
—Hey, creí que estabas con Ethan—Destiny subió las cejas varias veces, y luego volvió la vista hacia su computadora.
—Estaba. Vístete—le dije descalzándome para ir al baño.
—¿A dónde vamos?—preguntó. Elena, que estaba acostada boca abajo mirando una revista levantó la vista, interesada por la conversación.
—Louis llamó, vendrá a recogernos.
—¿Están aquí?—preguntó cerrando su laptop.
—Tal parece—dije con mirada triste.
—Quédate entonces…—ella se acercó a mí.
—No puedo demostrarles que me afecta. No puedo parecer débil. Si no voy, eso es justamente lo que pensarán.— Entré al baño y me duché. Luego fui al armario y tomé unos pantalones ajustados de color crema con una blusa negra, ésta más desahogada. Me puse un cárdigan de color fucsia y unos zapatos de tacón corrido de color negro. Vi que Des ya estaba vestida con unos pantalones ajustados de color azul y una blusa sin mangas amarilla. Se abrochaba los tacones y terminaba de arreglar su cabello en una coleta, dejando su flequillo a un lado. Me puse una cadena de oro que tenía un dije de una estrella de mar .