—¿Qué pasó? ¿Por qué esa cara?—me preguntó cuando me vio. Había dejado los tacones y los accesorios en la habitación y había salido nuevamente a tomar aire fresco. Me encontré con él, sentado a la sombra de un árbol, como su cuaderno y su lápiz apoyado en su regazo. Me acerqué a él y me senté a su lado, cruzando las piernas. El cerró su cuaderno con el lápiz dentro y lo dejó a un lado, prestándome atención.
—Problemas… problemas y más problemas—murmuré, sintiendo un nudo en la garganta.
—¿Quieres contarme? Digo, dicen que eso funciona para sentirse mejor—sonrió. Sin resistirme revolví su cabello negro mientras sonreía melancólica.
—Ya, me despeinas—sonrió, tomando mi mano que antes estaba en su cabeza. Miramos nuestras manos juntas y él sonrió. Me soltó y flexionó las rodillas, rodeándolas con sus brazos y entrelazando sus dedos.—¿Quieres hablar de eso?
—Creo que sí—dije también abrazando mis piernas, y apoyando el mentón en mis rodillas—. Promete que no le contarás a nadie. No me importaría mucho si fuera otra gente, pero es sobre Niall… y con todo esto de la fama, es mejor que no salga de aquí.
—Claro, lo prometo—dijo levantando su mano derecha y haciendo una mueca divertida, como si estuviera jurando en un juicio.
Por algún motivo le conté todo con una gran confianza. Por algún motivo sabía que guardaría el secreto. Y por algún motivo sentía que podía confía firmemente en él. Terminé el relato, contando lo que había pasado ayer. Al finalizar, no me había dado cuenta de que una lágrima corría por mi mejilla.
—No sabe de qué se pierde—dijo limpiando mi mejilla con timidez. Le sonreí de lado.—Pero es bueno que no le tengas rencor a nadie—sonrió.
—Yo no mando al corazón, ¿no? Si él quiere ser feliz con ella, que lo sea. Si él es feliz, supongo que yo también—me encogí de hombros, mientras miraba sus ojos grises.
—Pero tú también puedes ser feliz con otra persona—sonrió de lado.
—¿Te han dicho que tienes unos ojos hermosos?—pregunté luego de ruborizarme.
—Sí, de hecho—dijo pestañeando varias veces mientras acercaba su rostro al mío. Lo empujé por el pecho mientras reía.—Tienes que distraerte. ¿Por qué no vienes conmigo a ver una película. Creo que darán La noche de los muertos vivientes—dijo con voz espeluznante.—Creo que Dylan viene también—agregó mirando su teléfono.
—¿Dylan McDonough?—pregunté.
—El mismo, ¿por qué?
—Creo que tomo una clase con un chico con ese nombre. Pero… para no hacer un mal tercio, ¿llamo a algunas de mis amigas?
—Como quieras—sonrió. Su teléfono sonó.—¿Qué? Sí, estoy con Den. Ajá… ¿quién los manda a provocarlos? Sería bueno quedarme aquí y dejarlos pasar vergüenza… sí… voy a ir. Espérame ahí… ¡Que sí Dylan! Iré… Adiós—colgó y lo miré divertida.
—¿Qué pasó?
—Pues mis idiotas amigos provocaron a unos chicos de otro salón y resulta que están tratando demostrar su superioridad con un partido de vóleibol, ¿te parece hermoso?—dijo con sarcasmo—. El fin de semana pasado fue basquetbol, el antepasado con fútbol… me tienen harto. Además, Xavier se rompió un brazo y nos falta un jugador. Me hubiera gustado quedarme aquí contigo, pero…
—Descuida—él se levantó, y yo me levanté cuando se me ocurrió la idea—. Yo puedo entrar, si están de acuerdo.
—¿Juegas voleibol?—me miró sorprendido.