14| Clarie

305 28 1
                                    

8:00 p.m.

Abordamos el elevador, At estaba muy pendiente de mí, apenas se alejaba, mi hombro chocaba con su pecho. Su aura fría no podía menos que apaciguarme. Él era una brisa fresca y liberadora cada que se me acercaba así.

—Estoy bien... —le murmuré para que supiera que podía alejarse si quería; el elevador se detuvo y abrió sus puertas.

—Lo sé —respondió, serio y con la vista al frente, esperando a que saliera del elevador para poder seguirme.

Había algo que lo estaba preocupando. ¿Qué era lo que pensaba At en realidad todo el tiempo?

Burlamos sin mucha dificultad a la enfermera que se quedaba en el turno nocturno, pues fue una suerte que estuviera medio dormida.

Con At de mi lado era bastante divertido, porque él podía delatar conmigo todo lo que veían esos ojos de fuego azul. Eran mis ojos, y yo era su conducto a delicias materiales.

Reímos mientras nos escondíamos bajo algunas camillas de paso o puertas que veíamos abiertas.

Sentíamos que libramos todos los obstáculos cuando escuchamos unos pasos que venían en dirección contraria a nosotros. No sabía adónde correr y me detuve, me tapé la cara, ideando excusas para justificarme. Pero At no iba a dejar que nos atraparan, me puso entre sus brazos y nos llevó hacia el cuarto de conserje, que era tan estrecho como para no haber espacio para dos personas, por lo que nuestros cuerpos quedaron apretados. Uno de sus brazos se recargaba en la pared para mantener distancia, si eso se podía. Casi podía sentir su nariz chocar con la mía.

—¿A-At...?

Él me tapó la boca con la mano que tenía libre. Sus ojos azul fuego estaban tan cerca que me resultaba tan embriagador seguir mirándolos. Su mano en mi boca me estaba poniendo nerviosa... Él se dio cuenta y la quitó de inmediato. Pero ahora... Ahora podía sentirlo respirar.

«Vamos, corazón, cálmate, te escuchará...»

—Macky —me llamó At—. Puedo escuchar tu corazón. ¿Es porque...?

—No imagines cosas —lo corté de una, mi rostro no podía verse más rojo.

—No imagino nada, estoy seguro que es por eso —rio entre dientes.

No supe qué decir, ¿me delaté porque soy muy obvia? Que hubiera notado mi nerviosismo y el latir de mi corazón, e inmediatamente lo hubiera vinculado con nuestra cercanía o mi atracción por él... me daba vergüenza.

—Creíste que venía un fantasma —susurró—. Te dije que no debes temerle a los fantasmas —dejó ver los colmillos en esa sonrisa aún más confiada—. Los ahuyentaré a todos para que no se te acerquen ni a mirar, por eso no te preocupes.

«Es claro que te equivocas. Pero agradezco que seas tan despistado.»

—¿Qué? ¡No me digas que no es por eso! —exclamó, como si hubiera escuchado mis pensamientos—. Entonces...

—¡Claro que es por eso! Esto es un hospital, seguro hay fantasmas... Pero ya que dices que los alejarás, estoy bien.... —hablé tan rápido que lo confundí aún más, aunque aceptó mi respuesta como cierta.

Ya no se escuchaban pasos ni ruido. At le restó importancia a nuestra conversación y fue el primero en salir, luego me ayudó a mí. Suspiré hondo. Creí que el corazón se me saldría de lugar. Sin embargo, me recuperé rápido, pues pensé que At era incapaz de sentir por mí lo mismo que sentía yo. ¿Estaría conmigo con el único motivo de probar las cosas dulces que yo le podía dar debido a nuestro pacto?

AtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora