VIII.

28 1 0
                                    

Ciudad de Nueva York.

Jueves 10 de Noviembre de 2005.



Suena mi despertador librándome del mal sueño que estaba empezando a difuminarse. Bostezo estirándome en la cama y noto que alguien se remueve a mi lado. Me acuesto de lado viendo a la chica morena peli negra que dormía a mi lado. Admiro cada una de sus facciones y suspiro levantándome de la cama. Aunque llevamos un par de años viviendo juntos y durmiendo en el mismo departamento, aún no puedo acostumbrarme a verla todas las mañanas. Bostezo una vez más antes de ir a prepararme para salir a correr. Ya había empezado a hacer ejercicio como rutina en la mañana desde hacía tres años, estaba a mitad de mi carrera de medicina y para matar a veces el tiempo salía a correr.



–Aún es muy temprano, ¿por qué no duermes un rato? Tus clases empiezan en unas horas –dice la chica aún con los ojos cerrados y con una voz pesada y lenta.

–No quiero llegar durmiendo a clases, Nat –me estiro un poco viéndola con atención– no te haría daño correr también en las mañanas. Siempre llegas con sueño a tus clases de diseño.

–Pero después termino mas que despierta por los chicos de mis clases. Nick y Lucy me ayudan a no quedarme dormida –abre sus ojos poco a poco y me sonríe sacando la lengua como niña pequeña. Ellos dos se habían vuelto algo así como sus mejores amigos en clases. El principal ya me había vuelto yo.

–No te haría mal hacer ejercicio, solo digo –me encojo de hombros viéndola.

–Sabes que soy floja, y te ha quedado mas que claro en todos estos años –vuelve a cerrar los ojos dejando ver en su rostro una imagen de tranquilidad.

–Bueno, yo regreso en una hora. ¿Quieres que te traiga algo de desayunar? Pasaré por un café de regreso –me dirijo al armario a sacar mi ropa deportiva. Un short negro con tres franjas blancas corriendo por los costados y una sudadera del mismo color.

–Lo de siempre, un sándwich vegetariano y un jugo de naranja, por favor –dijo mientras se giraba en la cama para darme la espalda y mientras se tapaba con la sabana– solo no te tardes mucho de regreso.

–Como diga la jefa –río mientras empiezo a cambiarme. Me dirijo al espejo y me doy un ligero cambio en el peinado. De tenerlo de puntas, ahora estaba acomodado de lado, tal y como normalmente se me hacía.

Me dirijo a despedirme de Nat, pero al notar que se había vuelto a dormir, decido solo dejar un beso en su cabeza para retirarme en silencio.



Ya había hecho mis dos kilómetros diarios por el parque, por lo que ya era hora de volver al departamento a dejarle el desayuno a la floja de Natalie. Siempre paso por el mismo camino, tanto como de ida al parque, como de regreso a casa, por lo que ya conocía los lugares donde podía conseguir la comida tan especial de mi amiga.

Suspiro mientras entro a la cafetería de siempre, pido mi café americano, un sándwich y un jugo de naranja.

Estaba de regreso a casa cuando veo a una chica cruzar la calle, se parecía tanto a... No. No podía haber sido ella.

Diana se había ido. Nunca volvió para el siguiente año, simplemente se fue sin dejar rastro alguno de que si quiera asistiera a nuestro instituto. ¿Estaba triste por ese hecho? Demasiado. Ella lo había prometido. Prometió que regresaría. "Te prometo que regresaré y podremos estar juntos, ¿de acuerdo?"

Me había perdido en mis pensamientos, lo que hizo que me quitara de mi trance fue el freno de un auto. Veo a la chica, la cual estaba frente al capo de un taxi. El conductor le gritaba y ella le respondía acorde a la situación.



–¡Fíjese! –había gritado el taxista– menudas muchachas distraídas –lo escuché refunfuñar.

–Debería de prestar preferencia al peatón, viejo verde –dijo la chica quedándose en frente del taxi.

–Quítese del camino o le echo el auto encima –prendió el auto dejando el auto en neutral mientras aceleraba.

No dudé más de dos segundos en ir por ella y retirarla del camino. El taxista, apenas vio que la retiré, salió disparado y yo logré dejarla en la acera. Me le quedé viendo atentamente, tenía facciones similares a las del antiguo amor de mi vida.

Admiré sus ojos avellana, los mismos que tenía puestos sobre los míos color turquesa pálido. Se parecían tanto...

–¿Hola? –la chica ríe divertida y yo la miro con el ceño fruncido– creo que debo de agradecerte por lo que has hecho.

–¡Oh! –niego quitándole importancia al asunto con mi mano– no te preocupes por ello, no ha sido nada.

–Aún así, creo que si no me hubieras quitado, y si no me hubiera quitado el auto se aventaría contra mí –extiende su mano hacia mi con una amplia sonrisa– muchas gracias.

Me le quedo viendo atónito. Joder. Se parecía demasiado.

–No ha sido nada –busco alguna excusa para salir de esa situación algo incomoda para mi– bueno, espero nos encontremos luego. Puede que Nueva York sea grande, pero siempre encuentras de nuevo a las personas.

–Espera, no me has dicho tu nombre.

–¿Te parece si mejor te llamo en la semana? Ahora llego tarde a la universidad –digo sacando mi teléfono para tendérselo con el menú de llamada listo.

Ella lo toma y deja su número guardado con su nombre:

Diana.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 26, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Say When [Detenida]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora