Capítulo 8 Limbo III. Vida.

63 3 3
                                    



—El señor Warren es su psicólogo. Verá, desde que colapsó hace algo así como un año y medio, ha querido recuperarse, volver en sí, ya sabe. Inicialmente había tomado medicaciones con un renombrado psiquiatra y doctor en la materia, el señor Dave, de la clínica médica al sur de esta misma ciudad, que en paz descanse. Sufrió una muerte bajo extrañas circunstancias, pero ya he hablado lo suficiente de ello, siento incomodarle también a usted con los infortunios de esta empresa. Luego de la doceava sesión con Isaac, habían hablado lo suficiente, habían creado por fin un lazo perceptible. Tras su muerte, él se sintió culpable por eso, no paraba de azotarse la cabeza contra las paredes gritando atrocidades descolocadas. No podría imaginárselo, ¡fue un escándalo!

—Ya veo... tenemos que tomar medidas de Isaac, se está volviendo una persona un tanto peligrosa, y no queremos que haya problemas en el futuro. Nunca habíamos tenido alguien con un historial así, digo, querer controlar la bipolaridad y la esquizofrenia con tan solo la influencia de su mente... Si no lo viera por mí mismo lo hallaría fantasioso, y más si lo mezclamos con todas esas revueltas en su cabeza, y de todos esos personajes presionando al control. Aún no olvidamos el incidente con su esposa, espero lo tenga claro —dijo con evidente turbación.

—Es un hecho desafortunado —concedió él incómodo—, pero no debemos desviarnos del tema. Ahora se ven claros tintes de progreso en él, al menos ya no es necesario doparlo para que controle sus actitudes, lo que es mejor para todos. Si esto funciona es posible que tengamos avances en casos de todo el mundo.

—Disculpe, ¿cómo dijo usted que era su nombre?

—Travis.

—Muchas gracias por su confianza. —Travis estaba por retirarse, pero la mujer apremió un esbozo de pregunta—. Dígame una última cosa. Hay algo que no entendí del informe de personalidad, y del informe general del tratamiento. ¿Es usted Tártaro?

El hombre asintió, sorprendido además de que supiera tantas cosas.

—Trabajo junto con el señor Warren. Si escuchara siempre la voz de él, no serviría de nada. Mientras entra en el trance, no se debe tratar de engañarlo, el espectáculo debe ser lo más real posible, y una voz extra en la habitación es necesaria, además, se hace bastante dinámico. Yo empleo el papel de Tártaro y Warren de sí mismo. Los tintes que lleve cada personaje son parte de la trama insospechada en el avance de los hechos. En otras palabras, su evolución y la de todos los personajes es algo imprevisible.

—Ya veo. —Travis iba a retirarse por segunda vez, pero la entrevistadora apremió el contacto de nuevo—. ¿No es eso un tanto peligroso?

—¿Por qué habría de serlo? —replicó con una irritación casi imperceptible.

—¿Qué sucede si alguno de esos personajes muere?

Travis se sintió molesto en principio, pero eran dudas palpables. Suspiró sonoramente. Luego dijo:

—Esperemos que eso jamás suceda. Que tenga buena tarde, adiós.

Ella le dedicó una sonrisa amable, pero él sabía que podían llevárselo para terminar el tratamiento en ese centro de rehabilitación, llevándose consigo todo el crédito de la investigación. Una gota de sudor corrió por su sien mientras caminaba hacia el siguiente cuarto.

Dejó que pasasen unos minutos, se lavó la cara en el baño de su oficina. Al verse al espejo pensó en todo lo que pasaría si se lo llevaban. Le dolía la cabeza de tan sólo pensarlo. Ellos no lo conocían, no habían conversado con él, apenas habían leído el informe, y en él, los detalles no cabían.

Matriz, En el limbo entre la vida y la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora