11 Recuerdos de una Vida Anterior

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El frío tacto del metal me provocó una agradable sensación de tranquilidad. Muy pocos días había aprovechado para extraer el Ank de su escondite, pero ese día me apetecía llevarlo conmigo. Según nos informó el muchacho que tenía contactos con la policía, nada más descubrir los cuerpos de los captadores, dos agentes de Madrid se encargaron del caso. La Orden ya estaba en la ciudad, y yo no tenía mucho tiempo para averiguar el don de Diana y ganarme su confianza.

 A partir de hoy voy a introducirme en la familia de la chica para tratar de averiguar su don -informé tanto a Hugo como a Gregorio-,así que estaré ausente varios días a la semana. Deberéis encargaros vosotros dos de los futuros conversos. No contéis conmigo a menos que sea absolutamente necesario.

 Ya tenemos mucho trabajo también con el pub y...-comenzó a protestar Hugo.

 Todas tus quejas se las das al figura -le interrumpí señalando al vamp-lobo-. Todas mis ausencias se las puedes agradecer a él.

Gregorio no dijo nada. Desde que arruinó todo mi trabajo no le había vuelto oír hablar, y apenas se dejaba ver por mí en la Mansión. Eso me demostró que no era tan idiota como parecía.

 Ah,y no quiero tenerte cerca de mí, Hugo, necesito averiguar el don de esa chica y es está claro que ella... presiente, cuando tú o Gregorio estáis cerca. Quiero hacer esto bien, así que no me molestes.

 Es mi trabajo –me recordó.

 Losé, mas no hay peligro, yo solo voy a estar en casa de unos adolescentes. Si vigilas, que sea a distancia. Una larga distancia.

No discutimos más el tema. Esa misma tarde me reuní con Isaac al principio de la calle del Carmen. En cuanto llegué, vi al chico apoyado en una farola moviendo el pie derecho con nerviosismo.

 ¡Eh,tío! ¡Has venido, genial! –se alegró al verme-. Pensé que quizás terminarías echándote atrás.

 Si digo que voy a hacer algo, lo hago –aseguré.

Me llevó a casa de su abuelo, que estaba en esa misma calle. Un tercero sin ascensor.

 ¡Sesenta escalones! –exclamó Isaac nada más llegar arriba-. Hacen que la llegada sea como la conquista de una montaña –llamó al timbre-.Pero ¡con la recompensa de refrescos y chuches!-añadió con un gracioso gesto de satisfacción.

Me reí de su cara justo antes de que se abriera la puerta. El hombre que nos recibió tras ella era alto, corpulento, con un poco de sobrepeso, de cabellos rubios canosos y escasos, ojos azul profundo(muy parecidos a los de Diana) y una amplia sonrisa. Nada en él le daba la apariencia del típico abuelo, sin embargo, me recordó a otro abuelo... al mío.

 ¡Hola,chicos! Pasad, pasad -invitó con voz atronadora.

 Eh, abuelito –saludó Isaac con voz grave al entrar-, te presento a mi profe particular de artes marciales, Alejandro.

 Me llamo Roberto -se presentó mientras estrechaba mi mano-. Estás en tu casa.

 Gracias–mientras estreché su mano me concentré en su aura, mas no vi nada que delatara un don muy desarrollado.

 ¿Y cómo has dejado que te meta en esto, muchacho?-preguntó Roberto observando a continuación a su nieto.

 He pensado que podría divertirme -respondí con una pequeña sonrisa restándole importancia.

 O volverte loco, ya se verá- rió Roberto pasando su brazo derecho por mis hombros mientras me conducía al final del pasillo que era largo y estrecho-. ¿Sabes por qué tengo la voz tan maltratada? ¡De lo que tuve que gastarla en explicarle a este zoquete cómo se resolvían las malditas ecuaciones!

Las Sombras de la Tríada (libro 1 de la saga La Orden del Sol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora