¡Hola, muchacho! ¡Feliz Navidad!-exclamó Roberto con alborozo nada más abrir la puerta- Pasa, pasa.
Gracias-respondí un tanto azorado por el recibimiento.
¡Hola!¿Tú debes de ser Alejandro, no?-preguntó un hombre alto, delgado,de cabellos rubios y ojos castaño oscuro, que vestía con un traje negro y camisa blanca-. Soy el padre de Isaac y Diana.
Encantado.
Llámame Andrés, y... esta es mi mujer, Sandra.
Una mujer de baja estatura, con sobrepeso, ojos negros, cabellos del mismo color recogidos en un elegante moño, se acercó a mí para darme dos besos.
Hola, Alejandro –saludó-. Ven, estamos preparando la mesa -la mujer me cogió del brazo y me condujo a la cocina.
Diana estaba allí con varios platos en la mano. Llevaba un bonito vestido morado y azul marino de tirantes; lo mejor del vestido era que se ajustaba muy bien a su cuerpo, realzándolo. Se había alisado el cabello, viéndose más largo de lo habitual. Llevaba dos grandes horquillas azules que sujetaban cada una el cabello cercano a la cara, dejándola descubierta y cayendo el resto libre por la espalda.
Hola, Alejandro-saludó con una deslumbrante sonrisa.
Dejó los platos y se acercó a mí para darme dos besos, igual que su madre. Aspiré su suave aroma a frutas antes de que volviera a apartarse de mí.
Feliz Navidad -agregó.
Sin duda, lo está siendo -murmuré con la voz un poco ronca, sintiendo un irresistible deseo de besarla.
¡Ey!¿Qué tal?-saludó Isaac dándome un par de palmadas en la espalda.
Les ayudé a llevar platos y cubiertos al salón, donde el sonido de los villancicos llenaba el ambiente. Nada más entrar tuve que quitarme la cazadora del calor que hacía, la estufa debía de estar mucho tiempo dada. Después de poner la mesa tuvimos que esperar un rato a que estuviera hecha la comida; ese tiempo lo aprovechó Isaac para mostrarme lo mucho que había practicado. En los momentos en los que Andrés o Sandra pasaban por la sala me concentré en sus auras para detectar algún don, mas no vi nada relevante en ellas. Por lo visto,Diana era la única de su familia con un don desarrollado.
La cena que hicieron fue un placer para la vista; toda la mesa estaba cubierta por algún plato de comida. Mejillones con pipirrana por un lado, almejas en salsa verde por otro, cigalas a la plancha,calamares rellenos, y, en el centro de la mesa, paella de marisco. Se me hizo la boca agua nada más verlo todo. Además, había otra pequeña mesa llena de polvorones, mazapanes y turrones de todo tipo.El olor que desprendía aquel banquete era delicioso, y estaba deseando probarlo. Pero antes Andrés nos pidió que hiciéramos una oración individual, y eso me dejó bastante extrañado... ¿Tan religiosos son? Observé cómo todos cerraban los ojos. Diana estaba sentada enfrente de mí,fue a ella a quien dediqué toda mi atención. Parecía tan concentrada en lo que fuera que estuviera pidiendo, era evidente que creía que alguien escucharía su petición.
La cena resultó deliciosa. Su familia fue amable en todo momento. Pero me sentí como pez fuera del agua. Tanto por el brindis deseando el bien del prójimo, porque estuvieran unidos siempre y por un próspero año nuevo; como el sacar juegos de mesa que no conocía y que no dudaron en enseñarme; o cuando se pusieron a cantar villancicos enfrente del belén. A pesar de ello, el tiempo pasó rápido. Hasta llegar la hora de la misa del gallo.
¿Nos acompañas o te vas ya a casa?-me preguntó Diana mientras nos poníamos los abrigos.
Os acompaño. Hoy es una noche de novedades para mí, ¿por qué terminar ya?-respondí sonriente.
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Las Sombras de la Tríada (libro 1 de la saga La Orden del Sol)
FantasíaUna antigua Orden Secreta… Un fuerte deseo de venganza… Un glorioso futuro de poder absoluto… Una hermosa muchacha… Criado en un mundo lleno de peligros, con enemigos acechando a cada paso, ha tenido que desarrollar grandes habilidades para sobrevi...