17-El dolor de las llamas

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Los médicos de la reina del Sur la visitaban casi a diario para mantener controlado el embarazo, que al parecer se estaba alargando. Los más expertos aconsejaban a Alba dar paseos para provocar el parto que con tantas ganas ansiaba.

Alba, cuando sentía la reaparición de Albano dentro de ella, tenía que lanzar llamaradas al aire para aliviar el dolor, sin embargo había días que gracias a Pica II se sentía muy tranquila, y su humor cambiaba bastante. Los días que Alba se encontraba tranquila, salía del palacio y recorría las calles más amplias de la ciudad saludando a los ciudadanos que interrumpían su vida para ver a su reina. Los niños se acercaban a tocar su vestido, a verle de cerca, y a poner sus diminutas manos en su tripa. La reina disfrutaba de esos momentos, les regalaba flores de fuego y realizaba espectáculos únicos con fuegos artificiales que explotaban en el cielo. La gente quería a la reina y ella les quería a ellos. Por otro lado, los días en los que Alba tenía que soportar un dolor insufrible prefería pasarlos a solas. Los médicos le habían mandado pasear, pero la reina no quería herir a nadie con sus dolorosas y espontáneas llamaradas. Su palacio estaba en el centro de la ciudad, y si salía a pasear debía cruzar las calles abarrotadas de gente. Alba solucionó el problema de una manera algo incomoda para sus ciudadanos. Antes de salir a pasear, mandaría a un pregonero montado a caballo que rápidamente avisase a todos los ciudadanos para que estos se ocultaran en sus casas. Los ciudadanos debían ir a casa lo más rápido posible, pues Alba iba paseando por detrás del pregonero. Su fuego caminaba junto a ella, y su dolor se iba calmando con el paseo. Esta solución fue valida durante unos días, hasta que finalmente se provocó el caos.

La gente no esperaba que el paseo de Alba fuese tan temprano, así que cuando pasó el pregonero se formó un barullo de gente que corría hacia sus casas. La situación perjudico bastante a una familia en concreto. Una madre llamaba desesperadamente al menor de sus hijos- ¡Claudio!, ¡Claudio!-. Esta mujer se choco con su hija mayor, llamada Tirana, acompañada de sus otros dos hermanos. Le pidió a su hija que encontrase a su hermano Claudio y que huyesen hacia el puente de la ciudad. Mientras Tirana buscaba a Claudio la mujer cogió a Esther y a Manuel y se los llevó a casa. Finalmente Tirana y Claudio empezaron a correr hacía el puente, pero la niña vio que Alba se acercaba lanzando llamaradas, y si no la detenía el fuego les mataría. Tirana mandó a Claudio esconderse bajo el puente, y ella esperó a la reina. Las llamas golpearon fuertemente el suelo y de repente Alba vio a la niña.

-¿Qué haces aquí niña?- preguntó Alba sorprendida de verla paralizada en medio de la calle.

-Llevaba a mi hermano a casa para protegerlo del fuego- respondió Tirana.

-Y tú, ¿no te escondes de mis llamas?-preguntó Alba.

Antes de poder escuchar la respuesta, Alba tuvo una visión que le desveló quien era aquella niña, y donde vivía, así que le hizo otra pregunta.

-Pero, Tirana, si estabas llevando a tu hermano a casa, ¿qué haces tan lejos de tu casa?-.

-No pude llevarlo, y le escondí- dijo Tirana.

-Deberías volver a casa, ¿dónde está tu hermano?-dijo Alba.

-Prefiero no contestar alteza, no quiero que sufra el dolor de las llamas-contestó Tirana.

Alba decidió no molestarle más, pero cuando Tirana se estaba yendo, notó un fuerte vació en su interior. Intentó avisar a la niña para que huyese pero al caer al suelo de dolor Tirana sintió lástima por ella y se acerco a ayudarle. Cuando Albano reapareció haciéndose hueco en el interior de Alba, ésta no pudo aguantar el golpe, y miles de llamas salieron de sus manos en todas las direcciones. Tirana sufrió algunas quemaduras pero al parecer también tenía poderes, y desapareció dejando tras de sí una especie de serpentinas de colores. Gracias a eso logró mantenerse con vida, y en cuanto Alba se calmó volvió a reunirse con Tirana.

-¿Cómo es que tienes magia? Solamente la realeza y la nobleza posee habilidades sobrenaturales-dijo Alba sorprendida.

-Majestad, cada vez más gente tiene un don, los hechiceros actúan como maestros de magia, aunque uno de mis tatarabuelos fue noble hasta que se casó con mi tatarabuela-contestó Tirana.

-¿Procedes de la nobleza?-preguntó Alba interesada.

-Así es, y gracias a eso yo y mi hermano Claudio tenemos poderes mágicos-dijo Tirana.

-Una última cosa, ¿si la gente tiene magia, por qué no se rebela contra la nobleza o la realeza?-dijo Alba llena de curiosidad.

-Sencillamente porque los nobles están protegidos por los reyes, y los reyes poseen la magia más poderosa de todas, la magia patuna-contestó Tirana.

Alba aprendió mucho de Tirana, y acompañó a los niños a su casa. Por el camino, el dolor de Alba volvió, y sin poder huir Tirana abrazó a su hermanito con fuerza para protegerlo. Tirana intentó crear una cúpula protectora con su magia pero el fuerte fuego de Alba la destrozó y Tirana cayó desmayada. Alba entendió que la mejor forma de ayudar era alejarse de ellos. Claudio utilizó su poder para lanzar una bengala al cielo. La madre de los niños salió a su encuentro y se los llevó a casa. Decidieron marcharse de la ciudad a un lugar más tranquilo. Para llevar a Tirana a una casita de campo la subieron a una especie de carretilla y con la ayuda de su perro salieron de la ciudad. En aquella casita de campo Tirana se recuperó, pero su hermana Esther cogió alergia al perro, por lo que no podían quedárselo. A Tirana se le ocurrió atar una carta a su perro y mandárselo a la reina. Una vez en el palacio real, Alba leyó la carta, y en ella se explicaba que Tirana estaba recuperada y que le pedía un pequeño favor. El favor implicaba cuidar a su perro personalmente, cosa que no les molesto ni a Pica I ni a Alba. El perro se llamaba Olmo, y se convirtió en un miembro más de la familia, haciéndose un buen amigo de Raquel.

Una fría noche de invierno Olmo empezó a aullar como un lobo, despertando a mucha gente que vivía en el palacio. A mitad de la noche, los fuertes ladridos de Olmo pasaron a estar en segundo plano, pues lo que más se oía era Alba, que estaba de parto. Los pasillos del palacio se abarrotaron, pues se formo un revuelo de matronas y criadas, cargadas de agua y toallas. Al mismo tiempo que Alba gritaba, la pata a la que estaba enlazada graznaba, pues iban a romperse sus dos huevos. Simultáneamente nacieron los patos enlazados a Albano y a Picatwo, y a su vez los príncipes. En el Territorio del Sur, tal día como el 3 de Febrero se celebró una gran fiesta a la que asistió todo el mundo para dar la bienvenida a los mellizos de Alba y Pica I.

Historias Patunas (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora