11| Nuestro Lugar

350 29 2
                                    

6:00 p.m.

At y yo salimos de casa un par de horas después de ver a la madre de Josh alejarse en su auto, estaba oscureciendo pero el clima se sentía agradable. Como aún no era tan tarde, le pedí a At ir a aquél lugar para aprovechar el resto del día. Caminábamos por el sendero con muchos árboles y, esta vez, At no se entretuvo con nada y siguió el camino, estaba alerta ante cualquier cosa y se aseguró de que lo siguiera muy de cerca.

—¿Qué lugar es ése, para ser precisos? —pregunté, acomodándome la capucha de mi suéter.

—Es... ese lugar —habló sonriente—. Nuestro lugar.

—Pero, ¿por qué tenemos que ser tan sigilosos y rápidos?

—No queremos que nadie nos atrape.

—Ah, ¿no? —enarqué una ceja y me detuve dudosa.

Él volteó a verme. —No, Macky, apresúrate.

—¿A qué te refieres con nadie? —me crucé de brazos, y detuve mis pasos.

Hache inspiró hondo.

—Hablo de Josh, ¿de quién más? —alzó para sí el puño—. Ahora que sé que ha regresado, no te perderé de vista —me miró de reojo.

—¿Te disgusta tanto? —sonreí.

—Pues sí, alguien como él nació para ser mi enemigo natural, ¿sabes? Por alguna razón, ese listillo sale de la nada cada que salimos y me roba tu atención. Pero he aprendido a burlarlo, nos esconderemos si veo que aparece —esta vez levantó sus dos puños en señal de valentía.

—Un minuto... At, ven aquí —él no dudó en acercarse, de cabeza, cerca de mi cara, lo miré con atención escrutando la expresión en su rostro y lo tomé de las mejillas por sorpresa. No tenía nada qué decir, sólo quería verlo.

At me miró con extrañeza, no pudo alejarse de mi toque. —¿Q-Qué? —tartamudeó inflando sus mejillas.

Puedo asegurar que esta vez fui yo quien lo puso nervioso. Me ganó la risa que solté luego de su pregunta y de verlo sonrojado. —Olvídalo.

Se calmó de inmediato, después sonrió. —¿No era nada? —se incorporó—. Vamos, entonces, antes de que se haga más tarde —tomó mi mano.

—¡¿E-Eh?! —me inquieté mucho. Miré de un lado a otro muchas veces mientras apuraba mis pasos—. At, alguien podría vernos —le advertí.

Se detuvo y volteó a verme. —Corrección, alguien podría verte —soltó una risa—. Nadie está viendo, Macky, no es hora para que una persona aparte de ti salga a perder el tiempo afuera.

¿Han escuchado una risa más contagiosa y linda? Claro, la de un chico. La de este chico.

—Sabía que en cualquier momento comenzaría a hacer frío —dije cuando sentí una ventisca fría y el cielo comenzó a tronar—. Debí traer una sombrilla.

Vi a At. No parecía estar poniéndome atención, solo veía hacia adelante sin soltarme de la mano.

—Allí, mira —dijo emocionado—. ¡Tadaa!

Miré hacia lo que tenía enfrente, tratando de ver algo emocionante. —¿Qué? No hay nada —aseguré, At me soltó.

—¡La casa, la casa! —espetó, extendió sus brazos para mostrarla—. Está abandonada.

Lo volteé a ver rápidamente. Tragué saliva. —A-A-Aban... —intenté articular—. ¡¿Abandonada?! —levanté la voz—. ¿Caminamos tanto para llegar a una casa aba-aban...?

AtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora