Capítulo 2: Vuelta a la izquierda

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—Esto... pues no sé ustedes... pero el ambiente anda un poco tenso...— dijo Luisfer después de un rato. No faltaba mucho para llegar a la casa de Nina— así que, ¿por qué no ponemos música?

Nadie contestó. A Luisfer no le importó y conectó su celular al auxiliar del estéreo. En unos minutos comenzó a sonar Paradise City de Guns N' Roses  llenando el silencio dentro del mueble. Entonces, de la nada, cuando llegó la parte de "...where the grass is green and the girls are pretty..." Nina comenzó a reír. A carcajadas. Como una loca.

—¿De qué te ríes?— preguntó Carlos viéndola como ven las personas a los locos.

—Es que... est...— de tanta risa la chica no podía ni hablar— esta ciudad no tiene nada de paraíso como en... en la canción—  dijo entre risas, que se acercaban más a una especie de llanto.      

—¿Qué rayos le pasa?— preguntó Elí, quien había encendido las luces delanteras de la camioneta puesto que el cielo ya había oscurecido.

—Déjenla... está pasando por una crisis emocional...— explicó Fernanda mientras sobaba la coronilla de Nina.

—¡Que no me toques la cabeza! Te lo he dicho mil veces...— gruñó Nina dejando de reír. En menos de dos minutos había cabiado tres veces su estado de ánimo.

—Calmada...— dijo Elí pasando por un bache que los hizo saltar a todos.

—¡Manejas horrible, Elí!— gruñó Carlos. En ese momento la música sonaba a todo volumen con el sonido de los instrumentos.

—¡Güey! ¡Tú ni manejas!— replicó el aludido.

—¡Puedo hacerlo mejor que tú!— contestó Carlos. Todos escuchaban atentos la pelea.

—¡Por supuesto que no!

—¡¿Quieres pruebas?!— continuó Carlos.

—¡Claro que las quiero!— Elí frenó de golpe. Ambos abrieron las puertas de enfrente para después azotarlas con ira al momento de cerrarlas.

—Yo solo quería hacerlos felices...— dijo Luisfer en un hilo de voz.

Carlos y Elí cruzaron por enfrente de la camioneta. Elí comenzó con un empujón en los hombros de Carlos, haciendo que éste se fuera hacia atrás.

—¿Creen que debamos dejarlos que se maten a golpes o deberíamos ayudarlos?— dijo Miki hablando por primera vez. Parecía divertirse viendo cómo aquellos dos se golpeaban.

—Para nada, déjenlos hacer lo que quieran hacer— dijo Fernanda con una sonrisa del gato de Cheshire. En ese momento Carlos tiró un golpe con su puño en la barbilla de Elí.

—¿Qué te traes, eh?— Se escuchó decir a Elí desde afuera. Ahora se veía realmente enojado. Volvió a empujarlo; esta vez cayeron ambos al suelo.

—Diablos, esto ya se puso intenso shabos— dijo Valo mientras veía a los chicos golpearse en todas partes y rodando por el pavimento.

—¿Ya vieron eso?— dijo Nohemi achicando los ojos al momento de apuntar a lo lejos en la oscuridad. Todos voltearon al mismo tiempo y se alarmaron al distinguir aquello que Nohemi apuntaba.

No era un zombi. No eran dos ni cinco. Eran cerca de veinte zombis  a unas siete cuadras que se aproximaban con gran velocidad hacia la Cadillac negra.

De inmediato abrieron las puertas de la camioneta.

—¡Dejen de golpearse!— gritó Ale al salir de la camioneta. Clarisa y Nina se acercaron con cautela para separar a los niños.

Apocalipsis zombi...¡¡Corre!! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora