Ya te la Funes Mori, jefe

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A veces sentía como si nada valiera la pena. Como si el pasarse sentada frente a una laptop 10 horas al día no sirvieran de nada.

Luego se subía a su Camaro 2015 color rojo con asientos de piel y sabía que todo valía la pena para pagar esa preciosidad.

A decir verdad, su trabajo no era tan malo. Después de pasar por dos trabajos que sí lo fueron estaba en algo directamente relacionado con lo que ella estudió, algo que adoraba. Trabajaba haciendo la publicidad de empresas grandes y de vez en cuando la mandaban a cubrir eventos fuera de la ciudad o le regalaban boletos para conciertos, o cupones para comida gratis. No, no estaba nada mal. Pero le fastidiaba un poco el hecho de que eso se había convertido relativamente en todo su mundo. Apenas una semana atrás había decidido dejar de ser una carga para sus padres e independizarse y ya imaginaba que las cosas no iban a cambiar mucho, principalmente porque no era una chica de fiestas ni que saliera cada fin de semana a antros. Lo que más quería al llegar el viernes era arribar a casa, sacarse los zapatos y tirarse en el sofá a ver tele. Y si sábado y domingo se le parecían a ese plan muchísimo mejor. Su vida se monotizó tanto, que le asustó la idea de que estaba convirtiéndose en una cuarentona a los 23 años. La idea la hizo resoplar.

La noche ya había caído sobre Monterrey. Las luces de las calles se reflejaban en los autos acompañadas por un poco de viento y bruma, indicando que el frío estaba relativamente cerca.

Karla pasó las calles a 95km/h, sabiendo que su precioso amigo podía darle más, pero redujo la velocidad cuando distinguió su nuevo hogar y torció en la entrada del mismo. Aparcó su auto en su lugar asignado y bajó su bolso, junto con algunos papeles que necesitaría revisar esa noche.

Entró en el ascensor y pulsó la tecla 15. La agradable música de fondo le sirvió como escenario para pensar qué haría de cenar. La nevera estaba a tope, pues apenas ayer, el día de la mudanza había hecho la despensa para no pasar hambre durante la quincena. Quizá una ensalada de atún y un plato de papas para tirarse a ver Harry Potter y el cáliz de fuego después. Sí, era una excelente opción ahora que ya no tendría a su madre cerca para reprocharle que veía esa película mínimo una vez a la semana. Salió del ascensor y caminó hacia el fondo del pasillo, donde estaba su departamento. Lo que le causó extrañeza fue encontrarlo abierto. Frunció el ceño y entró en él, inspeccionándolo. Don José, el portero, no le había informado nada de reparaciones de mantenimiento o algo así, así que no podía ser personal del edificio. En la sala se encontró tres cajas apiladas una sobre otra, y la de arriba abierta, algunas cosas que supuso pertenecían a ella estaban sobre el sofá blanco frente a la pantalla. Dejo su bolso a un lado de estas y se movió hacia el comedor, donde alguien había puesto un ramo de flores coloridas y un jarrón de cristal sin agua, posiblemente para las flores.

-Si gustan pueden dejar esto por ahí-se giró en redondo al escuchar aquella voz masculina, demandante. Sus ojos se posaron en un chico alto y moreno, de unos 25 o 26 años quizás, quien venía acompañado de dos señores, los mismos dos señores que le habían ayudado a ella con la mudanza el día anterior por la mañana y traían dos cajas de cartón cada uno. El chico la miró con detenimiento.

-¿Quién eres tú y qué rayos haces en mi casa?-fue lo primero que salió de su boca.

-Soy Rogelio y esta es MI casa-respondió el moreno, mirándola bien.

-¿Perdón? El día de ayer recién me mude aquí, a MI casa, no puedes estar hablando en serio. Así que te pido que te retires-el chico la miró como si se hubiese vuelto loca.

-Vos estás completamente loca-listo, lo dijo.

-Y tú eres un imbécil, que por lo visto juega futbol-acotó Karla al ver el conjunto deportivo de Rayados que vestía y el maletín que cargaba al hombro.

¿Y tú quién eres? (Rogelio Funes Mori)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora