El partido

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El día de Karla pasó especialmente largo. Era raro cuando le ocurría, pero las horas se le hicieron eternas para salir de la agencia y poder dirigirse al partido. No era mucho de ir a los estadios, pero si iba a ir a un partido sabía que necesitaba ir bien preparada.

Después de sufrir horrores para aparcar su auto entró a la tienda de souvenirs del club y se dirigió hacia los estantes donde se ubicaban los jerseys de hombre, pues aunque no era tan fanática las playeras de mujer nunca habían sido de su total agrado. En realidad no le fue nada difícil encontrar un jersey con el número 7. Verificó la talla y se encaminó hacia la caja, entregándole el jersey a la sonriente chica que atendía a los compradores. Le pasó su tarjeta de crédito y su ID para completar la transacción, pero al observar el nombre en el plástico le regresó ambas credenciales, junto con el jersey y una sonrisa cómplice.

-Señorita Torres, el mellizo, quiero decir, el señor Funes-rectificó al ver que Karla no ubicaba aquel apodo-pidió que le entregáramos el jersey en cuanto viniera, ¿quiere que le ponga la playera en una bolsa?

Karla dudó un momento, muerta de vergüenza.

-No, yo...no, está perfecto. Muchas gracias-le sonrió de nuevo y salió casi corriendo de la tienda, ¡maldito Funes, te voy a matar! era lo único que podía pensar, y echando humo se encaminó hacia los baños que afortunadamente y a pesar de que el estadio ya estaba considerablemente lleno se encontraban casi vacíos. Se cambió de playera y se dirigió a la localidad que mostraban sus boletos.

Los dos equipos salieron a la cancha. Rogelio era el penúltimo de la fila rayada y a Karla le sorprendió que, a pesar de ser argentino, se sabía el himno mexicano y lo entonaba por partes. Después del protocolo inicial el árbitro silbó el inicio del encuentro y más pronto que tarde el delantero punta que portaba el 7 en aquel jersey blanco y azul captó la atención de la chica por completo, la forma en la que se movía, corría y mordía el árrea chica rival, buscando con insistencia el error del contrario.

Y ese error llegó pronto, cuando Edwin Cardona logró interceptar un contra ataque y de una pared habilitó a Rogelio, quien se giró y condujo el balón pegado a los botines, esquivando a dos jugadores y sacando un disparo que sorprendentemente no rompió la red.

El grito de "¡GOOOOOOL!" se hizo unánime entre otros gritos, cánticos, cerveza por los aires y abrazos con los aficionados de a lado. Cuando por fin Karla pudo enfocar su mirada en Rogelio éste se estaba alejando de la pequeña "bolita" que había hecho con sus compañeros y, después de hacer una señal con las manos aplaudió al aire en un claro reconocimieento a la afición, quien comenzó a corear un "Olé olé olé, Funes, Funes" que Karla casi juró la hacía llorar de la emoción, pues hasta ese momento entendió que miles (o tal vez millones) de ánimos de personas dependían de lo que Rogelio y sus compañeros lograran en una cancha cada fin de semana.

Qué responsabilidad y qué privilegio.

Cuando el partido terminó Karla se dispuso a salir del estadio, justo cuando recibió un whatsapp.

"Ven a la planta baja del estadio. Acá te veo".

Guardó su móvil y esperó a que más gente saliera de sus asientos, para después dirigirse hacia donde Rogelio le había indicado. Al llegar se lo encontró acompañado de un guardia, aún sudado y con una sonrisa que reflejaba la gran noche que había tenido. No se pudo resistir y lo abrazó con fuerza, mientras el argentino reía.

-Te tardás un poco más y nos cierran el estadio, piba.

-Intenta pasar por ese mar de gente-le respondió rodando los ojos, lo cual provocó que él volviera a reír y ambos comenzaron a caminar por el túnel, seguidos por el señor vestido de verde marcatextos-Por cierto, gracias por el jersey, mellizo. Por tu culpa pasé una vergüenza, van a pensar que soy una mantenida por el mejor futbolista de Rayados.

-No puedo decir nada más que te van perfectos esos colores, ¡y qué decir del número!-Karla le pegó un pequeño manotazo en el brazo y él se rió de nueva cuenta-¿Esperás a que me bañe y me llevás a casa?

-¿Tengo de otra?

-La verdad es que no. Esperá aquí, me ducho y regreso-se acercó a ella y en el gesto más extraño le dio un pequeño beso en la frente, le sonrió y siguió caminando por el túnel.

¿Qué carajo acababa de pasar?

-Si quiere puede esperar al mellizo aquí, señorita-le dijo el guardia mientras señalaba una puerta-para que no se canse, yo le diré a Rogelio donde encontrarla.

-Muchas gracias-Karla le sonrió y entró a la habitación, que resultó ser la sala de prensa del estadio. Todavía quedaban algunos reporteros concentrados en sus laptops, seguramente enviando la información del partido a sus medios. Se sentó en una silla cerca de la puerta y sacó su móvil para checar algunos correos y cuenta de Facebook, pero después de unos minutos se sobresaltó con un ruido escandaloso, que resultó ser un tripié que se había caído, o mejor dicho, lo había tumbado un chico algo bajo, moreno y de ojos chiquitos. Tardó lo que el se tardó en disculparse y ayudar a la camarógrafa, una chica alta de cabello rojo a levantarlo en darse cuenta que vestía una playera con el escudo del equipo. Le sonrió a la pelirroja y se encaminó hacia la mesa donde se hacían las entrevistas, tomó algo de ahí y bajó.

-¿Esperas a Funes?-le preguntó a Karla y ella asintió, sin saber bien a qué venía su plática-yo te vi en la mañana, ¿sabes? y...oh, perdón. Soy Pablo, Pablo Barrera, creo que por ahí debí empezar-le tendió la mano y la chica la estrechó-creo que Rogelio ya no tarda.

-Gracias, Pablo. Yo soy Karla Torres.

-Un placer, Karla-el chico moreno le sonrió y de pronto las cosas se pusieron algo incómodas-tú y Rogelio están...¿saliendo?

-Oh no, nosotros no somos novios ni nada por el estilo-se apresuró a responder atropelladamente-digamos que somos...

-Algo que no te importá-replicó alguien a sus espaldas. Ambos giraron para encontrarse con Rogelio-en serio, Barrera, no es asunto tuyo.

-Bueno yo...lo siento, no quería ser inoportuno-se disculpó Pablo, mirando a Funes y luego a Karla-me encantó conocerte, Karla. Espero verte pronto, tal vez podamos ir a tomar un café o a comer.

-Seguro Pablo, un placer-la chica se despidió y Barrera salió del lugar.

-Debemos irnos-le anunció Rogelio sin verla y se encaminó hacia el túnel. Ella logró alcanzarlo después de unos minutos, abrió el auto y subieron sin decir nada.

-¿Qué te pasa?-le preguntó después de soportar el silencio más de la mitad del camino-¿Pasó algo en los vestidores?

El argentino dudó, pero al final suspiró y la miró.

-Pasá que no quiero que vayás a tomar un café o a comer con Barrera, es más, no quiero que ni le hablés, ¿de acuerdo?

-¿Qué?-Karla pisó el freno, provocando que ambos se despegaran un poco de sus asientos y ganándose el sonido del claxon del auto que venía detrás.

-¿Tengo que repetírtelo? No quiero que...

-¿Que no quieres? ¿Que tú no quieres? ¿Y quién eres tú para prohibirme cosas, Rogelio? ¿Por qué crees que te haría caso?

-Porque vos no lo conocés, Karla. Él es...

-No me interesa-le replicó rápidamente-No me interesa escucharte hablar mal de las personas ni lo que tú pienses de él. Me gusta conocer a la gente por mí misma, no por los chismes que me cuenten.

-Pero no son chismes, él es...

-Bájate de mi carro.

-¿Qué?

-¡Que te bajes a la chingada de mi carro!-Rogelio la miró sorprendido, pero tomó su mariconera y salió del auto-Eres un pendejo, Funes Mori-le gritó la chica y pisó el acelerador a fondo.

Ahora sí que estaba jodido. Bastante jodido. Y para acabarla de chingar, solo en una calle desconocida de la ciudad que apenas conocía. Esto no podía ser peor. 

¿Y tú quién eres? (Rogelio Funes Mori)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora