III.Y de repente, te tengo en mis brazos

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Narrador Miles

Lilith salió de la ducha con una toalla enroscada al cuerpo, aquel cuerpo con tantas curvas. No soy de ese tipo de hombre que se interesa por el físico, pero he de decir que Lilith estaba extraordinariamente buena.

-Dame media hora.-dijo mientras se desenredaba el pelo con los dedos.

-¿Media hora? ¿Tanto?-pregunté disgustado.

-Sí, media hora. Suerte que me caes bien, Miles. A mi último ex le hacía esperar más de una hora sólo por putearle.-comentó divertida mientras enarcaba una ceja.

-Anda, reserva la conversación para la cena y date prisa ahora.

Sonrió pícara y se marchó a su habitación.

-¿A qué restaurante vamos a ir?-preguntó gritando desde la habitación.

-He reservado mesa mientras te duchabas en Masa.

-¿En Masa?-preguntó Lilith impactada.

-Sí, en Masa.

-Pero si es carísimo. No sabía que tuvieses tanto dinero.

-No me gusta hablar de dinero. Aunque, para tu información, tú tienes mucho más dinero que yo.

-Papi tiene pasta.

Sonreí. Lilith era una chica que no se merecía tener todo el dinero, ni por asomo. Era malvada y le encantaba putear a la gente. Pero todo eso lo paso por alto; son la clase de estupideces que uno hace cuando está enamorado.

A mis treinta y cuatro años debería decir que no quiero casarme. Aunque sea con Lilith. Ya he pasado por el altar una vez, y tengo que decir que ha sido la peor experiencia que he vivido desde que nací.

Yo quería a Myra, pero ella a mí no. Cuando me casé con ella, pensaba en un futuro, un futuro en el que ella y yo estuviésemos juntos felizmente casados y con nuestros hijos correteando de un lado a otro. Pero no fue así. Duramos dos años solamente. Y para colmo, perdí la custodia de mi hija Jessica. En aquellos momentos solo pensaba en saltar por la azotea, pero me di cuenta enseguida de que la vida es una mierda en la cual hay que sufrir por narices. Eso es lo que me dijo Lilith cuando me reencontré con ella en aquellos días negros en los que sentía que me quería morir.

Todo gracias a Lilith.

Gracias a ella encontré de nuevo las ganas de vivir.

-Eh, empanamiento global. ¿En qué piensas?-me dijo Lilith, que misteriosamente se encontraba sentada a mi lado en el sofá.

-En que llevo sin pinchar desde hace tiempo.

-¿Enserio? ¿Por qué todos los tíos pensáis en eso cuando se os pregunta?

-Quería ocultar mis verdaderos pensamientos.

-Anda, Miles. Déjate de cosas de deprimido reprimido y ponte en pie. ¡Nos vamos!

Lilith se levantó con energía del sofá. Llevaba un vestido de escote de corazón negro por encima de las rodillas. Lucía unas medias color café y calzaba unos tacones Louboutin de plataforma muy altos.

-¿Vas a ir así? Estamos en enero, Lilith.-pregunté extrañado.

Puso los ojos en blanco y se pasó por los hombros un abrigo de pelo sintético blanco.

-¿Nos vamos?-preguntó.

Asentí. Ella cogió un bolso color aguamarina a juego con su collar y salimos del piso.

Anduvimos un rato hasta llegar a mi coche.

-Uf, menos mal. Pensaba que eras tan cutre que me ibas a llevar en el coche patrulla.-dijo aliviada.

Memorias de una asesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora