IV.¿Planeamos el crimen?

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Narradora Lilith

-Estaba borracha, joder.-dije al recordar aquella noche de cuatro de julio.
-Se notaba. Estabas tirada en medio de la playa, detrás de una rocas dejada de la mano de Dios.
Sonreí. Es cierto, me pasé con el alcohol. Suerte la mía que Miles me encontró a tiempo antes de que mis amigos me abandonaran allí toda la noche.
-Algo que no me esperaba fue el beso.-dije.
Noté que Miles se sonrojaba y no pude evitar reírme. A veces era como un niño pequeño.

Que digo, a veces no, siempre.

-Bueno, ¿me vas a explicar por qué me has robado la magnum?

-No sé. Creo que era una excusa para cotillear en tu casa.

-No, enserio, Miles. Estos días tengo que tener bien revisadas mis armas. No me puede faltar ni una sola.-dije seriamente.

-Lo sé, lo siento.

-Miles, te perdono, pero tienes que pensar antes de hacer algo.

-Ya, lo sé.

-Bueno, vas a ayudarme con 'eso', ¿no?

-Es obvio, ¿no? Soy detective, Lilith. Resolver crímenes me ha hecho adquirir los conocimientos suficientes y necesarios para cometer el crimen perfecto.

-Sólo eres el pensador. Yo soy la que va a matar, tú no.

-Eso ya lo tengo asumido. No pienso matar a nadie.

-Que sepas, Miles, que ya estás involucrado. Eres cómplice.

-Y no podría sentirme mejor.-comentó satisfecho.

Un japonés con una sonrisa muy extraña nos vino a tomar nota. Pero con esa expresión facial no había persona que mantuviera la compostura delante de aquel señor. Me reía para mis adentros de una manera que pensé que iba a explotar.

Miles pidió la comida y el japonés se marcho con su sonrisa de gilipollas.

-Que tío más raro.-dijo.-No dejaba de mirarte el escote.

-Gracias a esto me hacen descuentos en numerosos sitios.

-¿Descuentos? Necesito un par de tetas ahora mismo.-dijo indignado tocándose los pectorales.

Me reí. No, no me hacían descuentos. Pero sí me invitaban a copas y cafés en algunos sitios, y no por cortesía de la casa. Ya sabéis a lo que me refiero. Ahora que lo pienso, el escote es más importante de lo que pensaba.

-Vaya cosas de cerebro del crimen se te ocurren, ¿eh?-comenté divertida.

-Será por eso por lo que me dejó Myra.

-Myra te dejó porque era una puta, y ya está. Si yo fuese tú, la habría cloformado y la habría enterrado viva.

-Myra y yo nos queríamos. Pero ella decía que no me esforzaba, que no era buen marido y mucho menos buen padre. Si hubiese sabido que el estereotipo de hombre para Myra era lo contrario a mí nunca me habría casado con ella.

-Odio los estereotipos.

-Que me vas a contar...-dijo cabizbajo.

-Y... ¿No has vuelto a ver a Jessica?

-No.

Agaché la cabeza y recapacité de lo horrible que debe de ser perder la custodia de tu hija y no verla nunca más.

-Te prometo que volverás a verla.-dije segura de mí misma.

-Si esa promesa está relacionada con asesinar o secuestrar a alguien, te ruego que lo dejes estar. No quiero que mates a Myra.

-¿Quién ha dicho de matar a Myra? Me refería a, o bien secuestrar a tu hija, o enseñarle al juez que llevó vuestro divorcio que eres un buen padre. Pero, sinceramente, prefiero la primera opción.

-Lilith, no puedo secuestrar a mi propia hija. Así si que no voy a recuperarla nunca.

Suspiré hondo.

-Bueno, hasta aquí el tema.-dije dando por zanjado el asunto.

Miles asintió. Sabía que no deberíamos haber hablado del tema.

-¿Quién es el afortunado?-preguntó Miles refiriéndose a mi primer ex y primera víctima.

-Jay Pemberton.

-¿Y cuál es el problema que llevó vuestra relación a la ruina?
-Era un pervertido de mierda.
-Todos lo somos.
-Él en especial. Para lo único que me quería era para lo que tu ya sabes.-dije indignada.-Además de que intentó engancharme a la droga y al tabaco.
-Y al alcohol.
-Esa costumbre viene de mis padres, eran unos bebedores incansables. Pero nunca estaban borrachos, algo raro.
-Pues igual que tú, ¿no?
-Correcto, Miles. Punto para ti.-dije levantando la mano victoriosa.
-¿Y qué piensas hacer con él?
-Hacerle sufrir.
-Eso cuenta para todos, ¿no?
-Obviamente.
-Supongo que mañana tendremos que idearlo todo. Si vamos a este ritmo, al final llegará febrero y tendremos que planear el siguiente crimen.-aseguró Miles.
-Matar es rápido y fugaz, no vamos a tardar tanto.
Miles esbozó una mueca de inseguridad.
-No irás a dejarme sola, ¿no?
-En cierto modo, no sé como tienes valor para matarle.
-No has respondido a mi pregunta.
-No estoy seguro.
-Miles,-dije abalanzándome sobre la mesa mientas le amenazaba con el dedo.-como me dejes sola, no me va a quedar otra opción que matarte a ti también.
Miles se puso pálido y me miró impactado. Me senté de nuevo y me reí lo más fuerte que pude. Las personas que había allí cenando nos miraron extrañados.
-Que es mentira, cariño.-le dije.
Miles suspiró aliviado.
-No sé que cosas eres capaz de hacer. Que me iba a imaginar yo que ibas a ser una asesina cuando te conocí...
El japonés de la sonrisa nos miró extrañado mientras dejaba el sushi en la mesa.
-Es coña.-le dijo Miles al camarero respecto a lo que me había dicho.
Él se largó inquieto y no pudimos evitar reírnos.
-Evita esos comentarios en público, ¿vale?-le dije mientras intentaba recuperar la compostura.
Miles asintió y nos dispusimos a comer.
-¡Itadakimasu!*-exclamé antes de incarle el diente al sushi.






*Itadakimasu es 'que aproveche' en japonés.






Memorias de una asesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora