VII.Diez años después

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Narradora Lilith

-¿Adónde vas?-preguntó Miles mientras me ponía los apretados vaqueros que tenía tirados por el suelo del cuarto y me abrochaba una camisa de rayas.
-No es de tu incumbencia.
-Sí, claro que lo es. ¿Vas a ver a tu hermano?
A veces se me olvidaba de que era detective y por mucho que le mienta, siempre adivinará todo. Parecía tonto cuando lo compramos.
-Sí.
-Entonces voy.
-¿Cómo dices?
-Que te acompaño.
-Miles, somos mi hermano y yo, no mi hermano, tu y yo. ¿Entiendes?
Negó con la cabeza.
-Pues que no puedes venir.-dije.

Miles se quedó en silencio durante un rato.

-Lilith, por favor. Déjame acompañarte.-suplicó.

Suspiré.

-Está bien. Pero te vas a quedar callado y no vas a decir nada. ¿Trato?

Miles asintió. A veces me asustaba lo fácil que era manipularle.
-¿Dónde vive el Don Juan ese?-preguntó Miles.
-Ahora que lo dices... Eh ,esto...
-¿Ni siquiera sabes donde vive tu hermano? Denigrante.
-Joder Miles, que llevo años sin verle y sin hablar con él.
-Espera, ¿es cierto que llevas diez años fuera de casa?
Me quedé callada.
-Liiiliiiith... ¿Estás ahí?
-Que sí, cansino.
-Entonces dime.
-Que te diga qué.
-No te hagas la estúpida. Lo que te acabo de preguntar, Lil.
-Yo no he oído nada. Bueno, sí.
-¿Entonces?
-Puede ser que no te lo quiera decir.
-Es por tu hermano, ¿no?
-No. Bueno, no sólo por él. Verás, fueron unos años muy duros para mí.
Y tuve que irme.

Flashback de Lilith
Hice la maleta enseguida. El avión salía en unas horas y el aeropuerto estaba a tomar viento de mi casa. Sí, es triste escapar de casa. Aden estaba durmiendo en su cuarto. Le di un beso en la comisura y me despedí de él sin que notase mi presencia.
Mi madre estaba durmiendo con mi padrastro de mierda. No se que habrían estado haciendo pero había prendas de ropa por el suelo del pasillo. La puerta estaba entreabierta y pude observar a mi madre abrazada a él, sin ningún tipo de ropa encima, sólo la sábana. Tragué saliva. ¿Por qué tenía yo esta mierda de familia?
Agarré la maleta rosa que me regalaron por mi cumpleaños y que yo había pedido (como si no estuviera dando pistas de que me iba a ir de casa) y el anorak que también había pedido. Agarré el pasaporte. Salí de la enorme casa que teníamos y me dirigí al aeropuerto en un taxi, no sin antes pasar por la playa y tirar las llaves de casa al mar junto con en móvil. Abandonaba los Hamptons, sola, por primera vez en mi vida. Creía oír la voz de mi segundo padrastro, el que usaba a mi madre como marioneta sexual, que me presionaba diciéndome las cosas varias que hacia mal a diario. Que pesado, joder.
-¿Adónde la llevo a estas horas de la noche, señorita? ¿No es un poco tarde para ti?
-No. Soy mayor de edad.
Aunque no lo era.
Solo un año, prometí aguantar hasta los veintiuno. Pero se me hizo imposible. Era irme ahora o tirarme a las vías del tren.
-¿Adónde la llevo, entonces?
-Al aeropuerto, por favor.
-Marchando.
Me puse los cascos y me aislé del mundo. Menos mal que el buen hombre que conducía no me hizo preguntas.
Me puse a mirar por la ventana. Cada vez estaba más cerca de la libertad. Por fin podría ser libre.
Llegamos.
-¿Cuánto le debo?
-No se preocupe. Veo que tiene prisa, y por su aspecto, que no se encuentra en el momento adecuado. Los servicios nocturnos suelen ser más caros en nuestra compañía, así que mejor que no vea la factura. Tire, y no le diga a nadie esto. Tenga un buen viaje, joven.
-Gracias.-dije sonriendo levemente.-Es muy amable por su parte. Exactamente, no me encuentro bien. Muchas gracias, de nuevo.
Parecía que ese hombre detectaba problemas o algo así.
-No tiene que agradecerme.
Concentró la vista en la carretera y se marchó por donde había venido.
Entré al aeropuerto. Había bastante gente. Todos parecían ser empresarios y gente de importancia. No como yo, una mierda con el corazón roto de veinte años que se escapaba de casa.
Como llegaba justa, no me dio tiempo ni a comprarme un batido, como era tradición antes de un viaje en mi familia.
El equipaje era pequeño, así que lo llevé conmigo.
Me senté en el sitio asignado y esperé a que el dichoso avión despegara. Cerré los ojos.
Me iba. Me iba de los Hamptons. Me iba lejos de aquí. Me iba de Estados Unidos.
Me iba de América. Y puede que para siempre.
Me imaginaba a mi madre aquella mañana, buscándome y llamándome al teléfono que yacía en en fondo del mar.
Mi hermano también estaría preocupado. Mi querido Aden, mi hermano de sangre del cual me había enamorado.
El cabrón de mi padrastro de mierda estaría a gusto sin mi, pero no tendría a nadie a quien gritar, porque mi hermano era el perfecto en casa. Era yo la única que me llevaba las broncas.
Mi madre la stripper estaría preocupada. Pero después de unas copas y unos pinchitos con varios tíos se le olvidaría.
Miré por la ventana. Ya estábamos en el aire.
Adiós América.
Adiós, Aden.
Fin del flashback
-Y, ¿adónde fuiste?
-A Europa.
-¿En qué sitios estuviste?
-Me mudé a Londres, por que allí podía hablar en inglés. Pero también visité Holanda, Bélgica, Alemania, España, Italia...
-¿Y no estudiaste?
-Sí. Aprendí italiano y me fui a trabajar a Italia para hacer dinero, aunque me sobrara. Luego estudié dos años, pero me cansé.
-¿Aprendiste italiano?
-Aprendí palabras sueltas de cada sitio al que iba.
-Yo tengo familia en Europa.
-Ah.
-En Italia y España.
-Me gustaría volver a Europa algún día.
-Acabas de volver.
-Ya.
Miles estuvo dando vueltas hasta que me acordé de que Olimpia me había enviado un mensaje con la dirección de su casa antes. No sé ni cómo tenía esa parguelas mi número, pero bueno.
Indiqué el camino y llegamos a la casita que tenían. Era bastante grande para ellos dos, y para el feto del averno que llevaba ella dentro.
Me situé delante de la puerta.
-¿Llamas?-dijo Miles.
-Sí...Ya voy.
Me replanteé dar media vuelta y no llamar a la puerta, pero lo hice. Adiós miedos.
-¿Lily? ¡Aden, tenemos visita!
Olimpia me abrió la puerta.
Llevaba el pelo rubio suelto. Le llegaba hasta el culo, podría cortárselo.
Iba vestida con una camiseta de embarazada rosa, unos leggins grises y unas botas de estar en casa. También llevaba una sudadera con pelo dentro blanca.
Por cierto, apestaba a vainilla, como su casa entera.
-Hola, Lily. ¿Qué tal?-preguntó Olimpia.
-Bien...-dije observándola de arriba abajo.
Aunque la odie profundamente, tengo que reconocer que tiene mérito haber durado con mi hermano once años.
Y, aunque me pese decirlo, Olimpia era muy guapa. Tenía los ojos azules grisáceos y muy grandes, la piel blanca y delicada y una nariz pequeña y bonita. Aunque no tenía ninguna envidia.
-¿Cómo has estado?
-Bien, bien.-pesada.
-Me alegro. ¿Quién es él?-dijo mirando a Miles, que estaba apoyado en el coche en su mundo.
-Es Miles.
Miles se despertó de su empanamiento y vino a salvarme de Olimpia.
-Hola.-le dijo a Miles.
Se acercó a mí y me susurró.
-Jo-der. ¿Es esta la novia de tu hermano? Me cago en la puta, está buena hasta embarazada.
Le pisé y miré a Olimpia sonriendo falsamente.
-¿Dónde está Aden?
-Arriba. Está haciendo cosas. Pasad, por favor.
Miles y yo nos miramos y entramos a la casa de caramelo en la que vivían. El olor a vainilla apestaba cada vez más.
La casa era bastante bonita y acogedora. Pero prefiero mi piso.
-Voy a coger algo para picar. ¿Qué queréis de bebida?
-Lo que sea.-dije contestando por los dos.
Olimpia se fue a la cocina.
-Miles,-susurré.-deja de sonreír. Por favor. Se que te pone mucho esta chica, pero para.
-Vale. Por cierto, ¿para que hemos venido?
-Tengo que hablar con Aden. Tu tienes que fingir que eres mi pareja, ¿vale?
-¿Eh?-dijo mientras su cara tomaba el color de un tomate.
-Perdonad la tardanza.-se disculpó Olimpia mientras venía al salón con sus andares de pato. Con ella traía media cocina; patatas, cacahuetes, colas...
-He traído todo lo que he podido. No quiero que penséis que soy una glotona, es que con el embarazo no puedo dejar de comer. Por cierto, Aden baja enseguida.
Olimpia empezó a servir las bebidas.
Por un momento me replanteé volver a casa. No sabía que hacer.
¿Qué iba a decirle a Aden después de diez años?

Memorias de una asesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora