—¿Es en serio?
Devon alzó una ceja.
—Te lo he prometido.
—Genial —la chica se sentó en frente del muchacho, y suspiró—. Primera pregunta. ¿Quién eres?
—Eso ya te lo he dicho. Me llamo Devon, soy ajedrecista de nivel dos, y protector. Tengo diecinueve años y una pasión extremadamente grande por los sándwiches de queso.
—Vale, lo de protector no lo habías dicho. ¿Qué significa? —Freya intentó no reírse con lo de los sándwiches.
—Es una especie de trabajo. Vas a la Realidad Primitiva y proteges al seleccionado que te asignen. Ayudar y proteger.
—¿La Realidad Primitiva? ¿Es de donde vengo?
—Sí —Devon dejó correr un velo de tranquilidad y paciencia—, es de donde vienes.
—¿Los selecc...?
—Escucha —el chico se inclinó hacia delante, interrumpiendo su pregunta—, sé que te he dicho que respondería a todo, pero el por qué estás aquí y lo de los seleccionados tienes que preguntárselo a Tabur y al consejo cuando vayamos mañana. No es por no responder las preguntas sobre eso, pero es que prefiero que te lo expliquen ellos con más detalle. Decirte algo que va a aportar poca información, solo aumentará tu curiosidad. Y eso no es bueno.
—De acuerdo... —Freya se apoyó en el respaldo de la silla. Miró a Devon un instante. De repente, en su cara, aparecieron algunas líneas de expresión, algo que demostraba que era alguien nervioso. En ese momento no lo parecía, pero su zona facial decía lo contrario. La chica prefirió no presionarle. Era evidente que prefería que le preguntase cosas más fáciles de responder—. ¿Qué significa eso de "ajedrecista" y "programadora"? ¿Es algún tipo de código?
—Hum... No. Más bien es la palabra que designa tu habilidad. Dash, ¿quieres explicarle a nuestra invitada el sistema de calificación de habilidades?
Oh, Dios mío. Dash. Freya se había olvidado completamente del niño. El pelirrojo se aclaró la garganta, y sacó pecho muy orgulloso.
—Bien, como todo el mundo sabe... —carraspeó—, menos tú claro. Lo siento. Bueno, esta realidad se llama compleja por algo. Todos nosotros tenemos una habilidad determinada. En total hay como treinta y pico, pero muchos sectores están desocupados. Nuestro sector, el 13, es el sector de los programadores. Somos inventores. Científicos incluso. Y en cuanto a los ajedrecistas, son nuestros estrategas. Los que calculan los movimientos del adversario. Desde luego, hay muchos más sectores, como los carpinteros; que construyen todo lo que nosotros inventamos si está en su mano, los atletas; que se especializan en lucha cuerpo a cuerpo y demás variantes, o los oradores; que tienen el poder de la palabra. Nunca ha habido nadie capaz de resistirse a desobedecerles. Aunque aquí sólo tenemos a uno, Erik, todos los demás están con los Alumbrados, o al menos eso me ha contado todo el mundo.
—Te felicito, Dash. Te lo sabes de memoria. Se lo notificaré a Amanda, ¿de acuerdo? Seguro que se alegra de recibir ese notición —le dijo Devon al niño, revolviéndole el cabello.
—¡Gracias! —le agradeció Dash. Se notaba que estaba orgulloso de sí mismo por haber contentado a Devon. Y eso conmovió a la chica, a la vez que la asqueaba un poco. Devon no se daba cuenta de la admiración que Dash le profesaba. Era deprimente.
—¿Puedes ir a decirle a Henry que venga a verme más tarde? —le preguntó Devon. El niño asintió con entusiasmo y desapareció por la puerta doble.
—¿Cómo puedes ser tan rastrero? —le espetó Freya golpeando en el hombro al joven que tenía delante.
—¿Qué?
La muchacha procuró serenar su expresión. Se volvió a sentar bien, tranquilamente. Adoptó una expresión impasible y llena de paciencia.
—Eres un desalmado. Te aprovechas de Dash porque sabes que te idolatra.
Devon soltó una carcajada. La morena parpadeó varias veces, confusa. ¿Cómo se atrevía aquel niñato de tres al cuarto a tomarle el pelo? Desde que había llegado le había tratado de una manera extraña. Como si dudase que insultarla fuese a afectar a su persona. Ella le escrutó el rostro. No podía expresar con palabras toda la furia de su interior. Tenía ganas de pegarle un puñetazo en la nariz a Devon. En realidad, ganas no tenía. Deseaba darle una gran bofetada en su angulosa cara, a ver si así podía aclararse bien las ideas.
El joven dejó de reírse cuando vio que Freya lo miraba sin ápices de diversión alguna.
—¿De qué te ríes? —le preguntó ella.
—De ti. Bueno, de lo que has dicho.
—¿Por qué?
—Porque Dash y Tash no son humanos.
—¿Qué...?
—Son invenciones de un programador que murió hace unos años. Están en tu sector por su creador y porque se asemejan tanto a los humanos que es imposible distinguirlos. Tú misma lo has demostrado.
—Oh —de repente, Freya se sintió cohibida. Había sacando conclusiones precipitadas, pero, ¿quién no lo habría hecho? Devon tenía razón en que se parecían a los humanos enormemente—. Pero, ¿por qué le has dicho que me explicase lo de las habilidades?
—Por que los dos intentan almacenar en su memoria toda la información posible. Es su naturaleza —el chico se rascó la nuca—. Bueno, ¿quieres cenar?
***
Después de cenar un plato de sopa y un sándwich de pavo, Devon acompañó a Freya a su cabaña.
—¿Cabaña? —había preguntado ella— ¿No tengo ya un sector?
—Sí, pero el sector es para trabajar y todo eso. Tenías allí la camilla por petición del médico, pero era una excepción. Dormirás aquí con dos compañeras. Adelante —el chico hizo una inclinación exagerada para dejarla pasar.
La cabaña era pequeña, pero acogedora. Tenía tres camas, y un igual número de mesillas de noche. Las paredes estaban pintadas de verde oliva, y el suelo era de madera. También contaba con una baño, dos armarios una cómoda con cinco cajones, algunas sillas que estaban arrimadas a una mesa bastante grande y varias lamparitas colgadas del techo. En el aire se respiraba un suave olor a jazmín.
—Tus compañeras llegarán enseguida. Hoy hay bastante trabajo que hacer —le dijo Devon.
Ella asintió. Esperaría a que llegasen, pero no tuvo que hacerlo demasiado, porque una chica rubia entró en la habitación, seguida de otra muchacha.
—¿Devon? —preguntó la primera en entrar— ¿No nos habías dicho que faltaban dos días para...?
—Sí, sí. Pero las cosas se complicaron —respondió con expresión cansada el chico.
—¡Oh! —exclamó la otra— Yo soy Lena. Encantada —le estrechó la mano a Freya, que no sabía cómo reaccionar.
—Yo soy Ashley. Lo mismo digo —se presentó la rubia.
—Bueno, yo os dejo. Tengo que...
Pero Devon no pudo terminar la frase, porque Ashley le cerró la puerta en las narices.
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Quimera©
Science FictionFreya sabía que iba a ser el fin. Que sin Belerofonte nadie se salvaría. Todo estaba programado. Ya no había vuelta atrás... "Pero aún hay esperanza. Siempre la hay".