Devon esperaba fuera, apoyado en una de las columnas de mármol que respaldaban la puerta. Miraba su reloj con frecuencia, cada dos segundos. Freya se lo quedó mirando un momento, y luego carraspeó. Él se giró hacia ella y le preguntó qué le habían dicho allí dentro.
—Sólo querían saber si era verdad lo que dijiste. Les dije que sí, pero no entiendo qué significa no haber nacido aquí —omitió lo último que le habían dicho antes de marchar.
El chico asintió.
—Bueno, ya es hora de irse. Son las dos, y no queremos llegar tarde a la comida.
***
—¿En serio? ¿Y no te dijeron nada más?
—Nada más —respondió Freya, hincando con gestos tímidos el tenedor en sus macarrones con queso.
—Pues menudos aburridos —comentó Ashley mientras cortaba su filete.
—Y que lo digas. Es decir, no me puedo creer que hayas ido a la Sala del Consejo y sólo te hayan deseado suerte y le hayan dicho cosas sin importancia a Devon —masculló Lena, un poco cabreada—. Menudo consejo.
—Bueno, me aconsejaron algo. Dijeron que todos los problemas tienen una solución, mejor o peor. Eso es algo, ¿no?
—Paparruchas de viejo arrugado —gruñó Lena.
—Bueno, no le demos más vueltas. No merece la pena —zanjó Ashley.
Freya suspiró. Si les pudiera contar todo... Devon había insistido. Lo que había pasado en aquella sala era algo entre el consejo y ellos. Nadie más. No le sabía bien, aunque no las conociera del todo, ocultar algo así. Todo se había complicado desde que le había agarrado la mano a Devon. En parte, bien, pero tampoco se encontraba muy cómoda sabiendo que, en aquella otra realidad en la que antes vivía, se encontraba su padre, sin ella. <<La verdad —pensó— es que preferiría seguir con mi antigua vida. Aunque ahora parece imposible>>.
La hora de la comida terminó con el estridente sonido de un timbre, como el que anunciaba el final de las clases en los institutos. Freya, junto a Ashley y Lena, se levantó y, después de recoger su bandeja, salió del comedor acristalado. Devon había dejado caer el día anterior que después de comer había una hora y media libre. Desgraciadamente, Freya no sabía qué hacer. Sus dos compañeras tenían cosas que hacer, y no se le ocurría otra cosa que pulular por las calles adosadas o permanecer en su cabaña leyendo los libros que había traído en su mochila. Optó por hacer una pequeña expedición, para ver si encontraba algo interesante o si, por casualidad, acababa en su sector.
Mientras caminaba, Freya lo observó todo. Se fijó en los edificios, cada uno de un color distinto y más vistoso que el anterior; en las numerosas fuentes y estatuas, que prácticamente decoraban todas las plazas; en las personas que paseaban por las calles y en los extraños cables que sobrevolaban las azoteas de los edificios y que transportaban cajas con estampado hacia algún lugar desconocido. Fue pasando de sector en sector. En cada uno había tiendas a su correspondiente habilidad, una plaza con una estatua y una fuente y varios edificios de entrenamiento, según el sector.
Cuando paseaba tranquilamente por el Sector 10, alguien le dio una palmadita en el hombro. Se giró para ver quién lo había hecho y se encontró de frente con un chico que reconocía de la vez que había despertado en su sector. No se acordaba de su nombre. Sabía que era algo que tenía que ver con ordenadores, pero no recordaba. Esperó a que le dirigiera la palabra, cohibida por no saber cómo se llamaba.
—¡Hola! Eres Freya, ¿verdad?
Ella asintió con efusividad.
—Yo soy Lock, de tu sector —le acercó la mano para que se la estrechara y ella aceptó con gusto, complacida por tener alguna cara conocida en aquella marea de edificios—. Iba a hacer algunas cosas en el taller. ¿Quieres venir?
Freya le dijo que sí, emocionada. Quería empezar a hacer algo, lo que fuera, con tal de mantenerse ocupada. No soportaba la idea de quedarse sentada en un banco a la espera de que alguien le indicase el camino a su cabaña.
Caminó al lado de Lock durante un par de minutos hasta llegar a una pequeña sección delimitada por un muro. Freya frunció el ceño cuando se pararon delante de la puerta en forma de arco. Ésta, junto con el muro, eran una masa levemente uniforme de tuercas, martillos, brochas para pintar, cubos de metal, engranajes, lijas de los más variados colores... Era como si a un niño le hubiesen dado el material de una ferretería para construir una muralla de un metro de altura. Pero no fue eso lo que le llamó la atención.
Cuando lo vio, un pequeño click resonó en su cabeza. Le recorrió una sensación agradable, como una manta cálida en invierno, y supo que no era la primera vez que veía aquel muro, que tanto se diferenciaba de los demás.
Parpadeó un par de veces, tratando de retener la sensación unos instantes, pero ésta se evaporó dejándole un regusto agradable.
—¿Ocurre algo, Freya? —le preguntó Lock.
—No, nada —respondió vacilante. El recuerdo la había dejado aturdida, como si viese a través de un velo traslúcido.
Intuía que Lock no la creía, pero él no dijo nada al respecto y emprendió de nuevo la marcha.
Cruzaron el arco y pasados unos minutos andando, se detuvieron delante de uno de los edificios más grandes de aquel recuadro que formaba el muro. Sólo tenía una planta, al menos a simple vista, y desde el exterior se oían sonidos de metal contra metal, de lijas y de cristales rompiéndose.
—Delante de ti tienes el taller de nuestro sector, donde hacemos cualquier cosa. Desde materiales para el bienestar de la ciudadela hasta juguetes. Si se te ocurre algo que puedas fabricar, éste es el lugar indicado —explicó el rubio—. Todo lo que utilizamos ahí dentro lo sacamos de un sótano en el mismo edificio.
Ella asintió.
—El jefe me dijo que si te encontraba, que te diera una zona de trabajo. Entremos, tienes que conocer a todo el mundo —insistió Lock—. Tranquila, somos pocos —añadió, al ver que Freya ponía una mueca de desagrado.
El chico sonrió y abrió la puerta doble, internándose en el edificio, y a Freya no le quedó otra que entrar detrás de él, nerviosa como si tuviera siete años y aquel fuese el primer día de clases.
¡Y aquí, señoras y señores, el capítulo que llevaban esperando una eternidad!
Lo siento mucho por haber tardado tanto. Me estaba centrando más en Hija de la Luna© (mirenatylerfanfics ) que en este libro, y tenía como una espinita en el pecho que me molestaba. Pero bueno, ¡ya está aquí!
~Mirena T.~
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Quimera©
Science FictionFreya sabía que iba a ser el fin. Que sin Belerofonte nadie se salvaría. Todo estaba programado. Ya no había vuelta atrás... "Pero aún hay esperanza. Siempre la hay".