Capítulo 3 (Página 12)

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La plataforma finalmente se detuvo. Los Guardianes miraron con dureza a Kite y acto seguido le quitaron el costal.

Kite no podía estar mas sorprendido ante el escenario que se desplegaba ante sus ojos.

Se encontraba en un gigantesco coliseo. La arena se extendía donde posaba la vista. Tres grandes y macizas puertas de hierro se alzaban justo al frente. El techo, situado varios niveles por encima, presentaba la misma languidez y tristeza que aquellos que cubrían Ingerdi.

Evidentemente no había salido de la prisión, pero ¿donde estaba? Si Ingerdi era capaz de poseer un inmenso coliseo en su interior, no imaginaba que otros secretos podría guardar bajo sus dominios.

Un gigantesco sector de gradas le daba al coliseo cierto aire arcaico, propio de los que habían sido furor en el Ánpidelle antiguo. Una multitud incalculable de Guardianes tenían su lugar en el público, preparados para disfrutar de lo que esperaban sería un voraz y sangriento espectáculo, en el cual Kite sería la atracción principal.

Miles y miles de Guardianes. Su número parecía infinito. "¿Como es posible que una fuerza tan poderosa solo se dedique a cuidar una sucia prisión?".

"¿Que escondes Ingerdi?"

Si los Guardianes se aliaban a las fuerzas de Kadlow sería el fin. El Ejército del Alba no se rendiría jamás, pero Kite no quería estar presente cuando aquella unión tuviese lugar.

Busco con desesperación una salida, pero se desalentó al ver que no la había. El colosal mar de arena que se extendía ante él no lo ayudaba en nada. Solo las tres puertas de hierro parecían esperanzadoras. En cuanto tuviese una oportunidad, intentaría una rápida huida hacia cualquiera de ellas. Pero se veían tan lejos...

-Bienvenido al Coliseo de Ingerdi, mi estimado Kite- escuchó sobre su cabeza. Esa voz... creía saber quien estaba detrás de todo esto.

Giró su cabeza hacia el origen de la misma, posando sus ojos hacia el sector que se solía reservar para el Emperador. Irónicamente, un simple movimiento de su pulgar decidía el destino final de miles de guerreros que luchaban arduamente por su libertad.

Miró fijamente y sus miradas se cruzaron. Sus ojos no hacían mas que posarse sobre el hombre que lo había capturado en Siredelle. Sobre aquel ser ruin que cargaba con tanta facilidad la pesada carga de ser el artífice de la fortaleza mas inexpugnable de todo Ánpidelle. Observó con desprecio la inmaculada túnica roja que llevaba, llena de ribetes dorados en sus puños que lo hacían destacarse con facilidad entre aquellas gradas llenas del impecable azul marino de los atavíos de sus subordinados. No era aquel un simple Guardián.

Lasinder simulaba encontrarse impasible ante el escenario que era desplegado para su beneplácito, más por dentro saboreaba con impaciencia el comienzo de lo que era una forma de poder distraer a sus Guardianes ya su vez, de dar muerte a aquellos reclusos que Ingerdi ya no necesitaba dentro. Kite Rowen, joven reacio a hablar del Ejército del Alba, sería el próximo de su lista.

A su lado se encontraba un individuo totalmente oculto bajo los pliegues de una capa negra. Un parche que cubría uno de sus ojos era lo único que podía distinguirse en su figura. "El Sombrío" pensó Kite.

La multitud de Guardianes vitoreaba a sus anchas, ávidos de diversión sangrienta.

El Jefe de Guardianes levantó su copa en alto. Un silencio sepulcral invadió el Coliseo.







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