Prólogo

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  —Mamá, ¿es necesario que vaya? —digo.

   Mi madre no me mira. Sigue sin mirarme. Bajo la mirada. Miro fijamente la falda estilo escocesa que hay sobre mi cama. También hay un polo de chica blanco, unas medias negras y un jersey del mismo color. Abajo, unos zapatos de uniforme con un poco de tacón.

   —No hubieras robado en la tienda. Así aprenderás.

   Observo como mete quince uniformes como el que mencioné antes en la maleta. Resoplo. Cierra la maleta y se va. Antes de salir, se gira para hablarme.

   —Cámbiate. Nos vamos en diez minutos.

  Cierra la puerta y me deja solo. Resoplo. Me desnudo. Me percato de que también hay unas bragas. Entonces me doy cuenta de que también metió unas quince bragas en la maleta.

   —Mierda... —susurro.

   Me desnudo. Cogo las bragas con inseguridad y me las pongo. Después me pongo las medias y la falda. Después me pongo el polo y el jersey. Por último, los zapatos. Me miro en el espejo. Mi pelo largo hace que no me diferencie de las chicas de verdad. Suspiro. Estoy ridículo, y voy a estar así de ridículo durante estos nueve meses que pasaré en un internado femenino. Salgo de mi habitación y de la casa. Mi madre me mira divertida. Si mi padre siguiera vivo, esto no pasaría. Me subo al coche y nos alejamos de mi hogar.

   Unas horas más tarde llegamos al internado. Parece una casa de hace siglos. Salgo del coche y piso el suelo empedrado. Entro con mi madre en el edificio. Observo a las chicas.

   —Vamos a hablar con la directora antes de que te instales —dice.

   Vamos andando hasta el despacho. Llegamos a la puerta y entramos.

   —Vaya, vaya, vaya... ¡Pero si es Rubén! —dice.

   —Hola... —digo, secamente.

   No vuelvo a hablar. Solo escucho. La directora dice que soy el único chico del colegio, y que ya se ha asegurado de cambiar mi nombre por Raquel, aunque los profesores están al corriente de que soy un chico, pero las alumnas no. Dormiré en la habitación con una tal Susana, y mi pijama también será el oficial de internado (también muy femenino, ya que es un camisón). No se me permitirá usar ni una sola prenda masculina en todo el curso, lo que implica que esté vestido de chica hasta navidad. Me dicen que puedo irme. Me levanto y me coloco bien la falda antes de salir del despacho, resoplando.

Chico en un internado femeninoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora