Capítulo 12

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Me despierto. Es sábado. Enero. 8:30 de la mañana. Susana esta dormida en su cama. Me levanto sigilosamente, pero se despierta.

—Buenos días... —me dice, bostezando.

—Buenos días. Voy a cambiarme —le digo.

Me levanto y abro la puerta de mi armario. Como es sábado, no tengo que usar el uniforme. Ayer hacía bastante frío. Cojo unos vaqueros largos negros, una camiseta de manga larga negra y un jersey de lana blanco. Abro el primer cajón del armario y cojo unas bragas, un sujetador y unos calcetines. Entro con toda la ropa en el baño y me cambio. Cuando salgo, veo a Susana cambiándose. Tiene un cuerpo precioso.

—Vamos a desayunar —me dice mientras coge su abrigo y el que me dio antes de navidad. Me pasa el mío. El suyo es negro y le llega por las rodillas.

Antes de salir, me pongo mi abrigo blanco y subo la cremallera hasta arriba. Odio que este sitio sea tan frío.

Vamos al comedor y nos sentamos en una de las mesas. Desayunamos un poco de pan tostado con mantequilla y mermelada de fresa. Me he acostumbrado a este sitio.

Después de desayunar, salimos al patio. Allí hace más frío que dentro. El viento me da en la cara. No me atrevo a sacar las manos de los bolsillos. Estamos un rato en silencio, hasta que Susana lo rompe.

—No me has hablado mucho de tu familia, ¿cómo es?

Me sorprende bastante esa pregunta. Me quedo un instante pensando una respuesta adecuada. No puedo contarle la verdad, que mis padres siempre quisieron tener una hija, ya que Susana aún no sabe que soy un chico.

—Insoportable. Siempre quisieron tener un hijo, por eso creo que no me quieren mucho. Al principio se podía vivir, hasta que mi padre se fue se casa por el mismo motivo por el que yo quería irme.

—¿Cuál?

—No aguantaba a mi madre. Y lo entiendo, es una mujer con la que hay que tener mucha paciencia. Es lo único bueno que le veo a estar aquí, que nunca la veo.

Eso no es del todo verdad. Gracias a estar en este internado he conocido a Susana, pero no puedo confesarle lo que pienso sobre eso.

—Tiene más cosas buenas. Gracias a estar aquí, nos conocimos —dice Susana en un tono alegre.

Tiene razón, pero no digo nada, solo sonrío. Pero la sonrisa dura poco. Me la quita un escalofrío. Hace mucho frío hoy.

—¿Quieres que entremos? Estás muerta de frío —me pregunta Susana, algo preocupada.

Asiento con la cabeza y nos levantamos. Entramos en el edificio y entramos en nuestra habitación. Me quito el abrigo y lo dejo en la silla de mi escritorio.

Estamos un rato en silencio, que es roto por la vibración del móvil de Susana. Aún no lo han descubierto. Ha tenido suerte ya que, si algún profesor lo ve, la castigarían seguro.

Sonríe. Es una sonrisa amarga, y un instante después deja caer una lágrima.

—¿Qué ocurre? —le pregunto, preocupado.

—Necesito tener una relación que no sea solo amistad. Todas mis amigas tienen novio. ¡Soy una adolescente, joder! Necesito tener experiencias nuevas... —me dice.

—Te entiendo... —murmuro. Yo también echo de menos tener una pareja.

—¿En serio?

Nos quedamos un instante en silencio. Se acerca a mi y ocurre algo inesperado: me besa. Primero tímidamente. Después se separa un poco y, cuando ve que sonrío, me besa apasionadamente.

Me encanta. Es el mejor momento que he vivido en estos últimos meses. Mi único deseo es que sea eterno, pero entonces ocurre algo que ninguno de los dos nos esperábamos...

Chico en un internado femeninoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora