Capítulo 14

677 24 5
                                    

Susana no se podía creer lo que estaba pasando.

—¿Un chico? Es imposible. Este internado es...

—Un internado femenino. Lo sé. No me aceptaron en ningún internado masculino y mi madre habló con la directora para intentar que me aceptaran. Podría estudiar aquí si me hacía pasar por una alumna más y, por tanto, usaba vuestro uniforme.

—No me lo puedo creer... ¡Eres un chico!

—No se lo cuentes a nadie, por favor. Ninguna de vosotras podía saberlo.

Susana se queda unos minutos. No es fácil encontrar las palabras adecuadas en una situación como esta. Se acerca a mí y, cuando sus labios están a medio centímetro de mi oreja derecha, rompe el silencio:

—Te queda muy bien la falda del uniforme... —susurra.

Me sorprende el comentario, pero no me da tiempo a preguntar. Me besa. Es un beso intenso y apasionado. Después de dos minutos besándonos, se acuesta en la cama y me acerca hacia ella. En ese momento, sobran todas las prendas de ropa, y ella lo sabe. Se quita toda la ropa, dejando ver sus preciosos pechos. Solo le queda la falda. Entonces empieza a desnudarme. Primero el jersey, después el polo. Me acaricia el pecho y mete su mano bajo mi falda. Me quita las bragas y se quita las suyas, dejando nuestras faldas como única barrera de separación, que solo tarda unos instantes en desaparecer, antes de que nos dejemos llevar completamente por la pasión. Me siento como aquel día en esa celda, con una diferencia. Amo a Susana. La amo de verdad.

Después nos quedamos dormidos, abrazados. Es la mejor noche del año.

Al día siguiente, Susana me despierta con un beso en los labios.

—Despierta, dormilón.

—Buenos días... —dijo adormecido.

—¿Me ayudas a recoger mis cosas?

—Claro...

Lo había olvidado. El día ha llegado. Hoy Susana y yo dejaremos de ser compañeros de habitación. Han sido unos meses increíbles.

Le ayudo a guardar toda su ropa en la maleta. Solo faltan sus sudaderas y abrigos. Cojo una sudadera gris clara y el abrigo blanco que me dejó estos días y los voy a guardar en la maleta.

—Quédatelos. Para que no me olvides.

—Nos seguiremos viendo todos los días, no hace falta que...

—Da igual. Te los regalo. Para siempre. Así me recordarás —me dice Susana.

—Gracias... Yo también te daré algo.

Abro mi armario y cojo la prenda más preciada que tengo y se la doy.

—Es la única sudadera de chico que tengo. En realidad, es la única prenda masculina que tengo. Quiero que te la quedes.

—Gracias...

Cuando acaba de hacer su maleta, salimos de la habitación y vamos hacia la nueva habitación de Susana. Cuando estamos delante de la puerta, llamamos. Abre Nerea, mi nueva compañera de habitación.

—Pasad. Ya casi estoy —dice.

Pasamos y esperamos a que Nerea acabe de guardarlo todo. Cinco minutos después, se despide de su compañera y yo le doy un último abrazo a Susana antes de salir de la habitación.

Y en ese momento, cuando se cierra esa puerta, soy consciente de que comienza una nueva etapa.

—¿Vamos? —me pregunta Nerea, devolviéndome al mundo real.

—Vamos.

Chico en un internado femeninoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora