II. Hasta pronto

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Kenai, tan pequeño como siempre, caminando por aquellas calles frías y húmedas, no había nevado, y realmente agradecía por ello, caminaba tranquilo, mirándose los pies, cuando su mirada choca con un papel atorado debajo de una rama caída. Se agachó a recogerla, y observó con cuidado aquel papel.

Era un pasaje, un boleto de tren, y Kenai no lo hubiese sabido si no hubiera sido porque levantó su vista y estaba cerca de la estación, y miraba a todos corriendo, con un boleto similar en las manos. Su corazón se hinchó y sus ojos se alegraron, no era de todos los días encontrarte un boleto a otra ciudad, era gratis, por lo que Kenai se guardó un grito.

Se colocó bien la mochila y entró a esa inmensa estación, con una sonrisa en el rostro, recibió una mirada discriminante de una mujer al verlo tan sucio y con las prendas rotas, pero Kenai la pasó de largo, él se dirigía contento hacia la ventanilla, se colocó de puntillas para poder asomar al menos sus ojos en el mostrador, alzó la mano y colocó encima el boleto.
"Voy a viajar" dijo Kenai, intentando ocultar su entusiasmo.

"Que bien por ti" dijo la mujer sin el más mínimo interés.
"¿No me lo va a agarrar?" Preguntó Kenai extrañado, la mujer frunció el ceño.
"Niño, si ya lo compraste, ¿qué quieres que haga yo con eso?" Le preguntó pedante.

"¿Y qué hago?" Preguntó Kenai confundido.
"Niño idiota, pues súbete al tren y dáselo al piloto, deja de joder ya y vete con tu mamá... por Dios" dijo entre dientes, Kenai intentó ignorar lo último y obedeció buscando el tren, no sabía a donde dirigirse por lo que, él no sabía leer, así que recorrió su vista por todas las personas del lugar y la fijó en una señora, se acercó a ella y estiró su dedo para tocarle el hombro, la mujer levantó la mirada de su valija y fijó la vista en el niño.
"¿Qué quieres?" Preguntó frunciendo el ceño.

"¿Podría leerme lo que está aquí por favor?" preguntó Kenai extendiéndole el boleto, la castaña no entendía nada, pero vio el boleo a través de sus lentes de sol.
"Puerta dieciséis, asiento B 24, Winchester" leyó la mujer, se quedó ida un momento y luego dirigió la mirada al niño.
"¿Vas a ir tú sólo a Winchester?" preguntó confundida, Kenai se encogió de hombros. "No sé dónde queda, pero sí" asintió. "¿dónde están tus...?" se quedó callada, al ver la silueta de sonrisa dibujada en la cara del niño, unió todas las piezas y entendió que el niño estaba solo, suspiró, y sintió pena por aquel.

"¿Usted a dónde va?" Preguntó Kenai, la mujer escuchó el llamado que hacían a su tren en una de las bocinas, se levantó sin contestarle la pregunta a Kenai, quien se quedó ahí parado con un mohín en sus labios, suspiró viendo a la mujer alejarse, pero luego sonrió. "por lo menos sé a donde ir" murmuró sonriente, se dio la vuelta y dirigió la mirada a los letreros para guiarse hacia la puerta dieciséis, pero luego recordó de nuevo que no podía leer y se pegó con la palma de la mano en su frente "tonto" murmuró.

Se fijó de nuevo en el boleto, e intentó adivinar qué número era el dieciséis, qué figura tenía, pero le era muy difícil, si apenas sabía cual era una vocal, ladeó su labio, y recorrió sus ojitos mieles por toda la estación, encontrándose con una mujer de uniforme azul, sonrió y se acercó a ella.
"Disculpe, ¿puede llevarme al tren indicado?" le preguntó jalándole de su prenda, la mujer morena bajó la mirada y frunció su ceño al encontrarse con el menor. "¿Dónde está tu mami?" le preguntó, Kenai apretó los labios y se encogió de hombros, la mujer sonrió dulcemente. "¿Te perdiste?" Se inclinó un poco para llegar a la altura del niño. "Hace mucho tiempo" contestó en un murmullo.

-x-

Después de tantas dificultades, Kenai había cumplido su sueño de viajar en tren, llegó a Winchester con una enorme sonrisa en el rostro, tomando las correas de su mochila, observó las amplias calles y a las personas yendo de aquí para allá, entonces su sonrisa disipó. «¿Y ahora a donde voy?» se quedó pensando, suspiró, sólo a él se le ocurría viajar a una ciudad completamente desconocida.
No iba a tener tanta suerte como para volver a encontrar otro boleto de regreso. Suspiró e hizo a un lado los peros y comenzó a caminar sin ningún rumbo fijo.

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