Marzo 5, 2010
Era viernes y mi semana se veía agotadora. No había terminado el jodido trabajo de Literatura -no lo haré solo- lo cual me dejaba totalmente desconcertado acerca de lo ocupado que será mi fin de semana.
Hoy tenía Ciencias Naturales, Inglés y Educación Física. No me sentía con energía para terminar el día, de todos modos buscaría cualquier espacio para entretenerme.
"Hoy hay clase de natación".
Un lado perverso de mi mente se enciende, él tenía clase de natación y yo tenía Francés. Así que diré que me siento de lo peor para poder atender e iré para dejar mi rutina atrás. Es facilísimo colarse en las piscinas de natación por las entradas traseras de la sala de deportes y mejor si te la llevas de maravilla con todos los empleados del plantel.
Suena el timbre para entrar a clases después del receso.
Me escabullo entre toda la multitud que corría hacia los salones, le mando una nota a la profesora con un compañero y me escondo en la sala de materiales. Soy buenísimo pasando desapercibido.
Suena el segundo timbre, ya todos deben de estar en clase. Todo está demasiado silencioso, salgo rapido del cuarto y voy hacia los vestidores de las piscinas.
Había poca gente, y todos eran para mi gusto horribles.
Excepto él, estaba ahí, entrenando.
Cada día que lo veía alcanzaba a ver partes de su cuerpo que no conocía, tenía el tatuaje de la calavera en el pecho, una princesa japonesa en la tibia y un árbol en la parte lateral de la espalda. Tenía una fascinación por los tatuajes de él -soy demasiado cobarde para hacerme uno- así que desahogaba mis ansias viéndolo, no me arrepentía.
Salía de la piscina mojado y yo ya sentía un problema en mis pantalones, no entendía si lo que sentía era un masoquismo en exceso o una obsesión demasiado rara pero me gustaba... Tanto.
Algo me saca de mis pensamientos no tan sanos.
Él viene hacia aquí.
Corro a esconderme en cualquier lugar, me encierro en una ducha temblando de miedo.
"Se dio cuenta".
Me quedo pétreo en silencio, "No quería que me viera" "O bueno, sí" "Mejor que me quites la ropa" pienso.
-Los estúpidos me hacen enojar.- dice él sacándome de la ducha, totalmente empapado, mirándome no con enojo -repito- con curiosidad.
-Eh...- digo nervioso, ya no tenía ideas, ya él podía hacerme lo que quisiera.
Y así, hizo lo que él quiso.
Me besó.
Y me gastaría todos los reglones del mundo para explicar lo mágico y apasionante que fué; Me pegó al frío mármol de el baño haciendo que mi espalda sintiera un golpe fuertísimo, tenía una mano en mi cadera y la apretaba a las suyas de una manera tan placentera que no pude aguantar por mucho. Me libero un poco del calor agarrándole el cabello bruscamente y halando su cadera hacía mí.
Le jalo el cabello para que me soltara, haciendo que su cabeza se arqueara.
Veo que ha perdido mucho aire, que está jadeando y yo estoy totalmente empapado, me mira con soberbia y dice:
-Qué haces aquí.
No era una pregunta.
-Em...- tartamudeo tratando de invertarme una historia.
Me pega al muro y susurra en mi oído algo que creo que nunca olvidaré...
-Te llego a ver aquí, y te dejo inválido.
-Sí, déjame invalido.- suelto. Mierda, tengo la cabeza acalorada.
Se ríe de mi.
-Se me ha... Olvidado.- le digo- No he terminado el trabajo de Literatura.
-¿Y?
-No lo voy a hacer solo.
-¿Y?
-Te veo el sábado en la tarde en mi casa.
-¿Acaso crees que no tengo planes?
-O pierdes Literatura. - le digo robándole un beso.- Puedo hacer que pierdas Literatura en números negativos, cariño.
-Te juro que me vengaré.-susurra mirándo al suelo- y te dolerá.
Malpienso su comentario.
-Tengo clase y llegaré empapado por tu culpa, yo me tengo que ir.
Y camino por la puerta trasera hacia los casilleros.