MEDIO LIMÓN

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Solía pensar que nunca lo encontraría, que quizás su medio limón se había exprimido en algún restaurante vintage o simplemente, que el alma gemela era un mito. Creía que los cuentos de hadas no existían y que los deseos concedidos por estrellas fugaces ahí se quedaban, perdidos en el firmamento oscuro. Pensaba que nadie la querría por su forma de ser. Era música ruidosa, diamante en bruto, tormenta contenida, libertad exagerada y primavera enloquecida. No era, ni mucho menos perfecta, ni correspondía al ideal de belleza y peor ejemplo de elegancia. Sin embargo, había algo en ella que se negaba a permitir que fuera invisible para él. La obserbaba en su silencio, escondido tras la estantería de los libros, en una biblioteca de la ciudad. La seguía a la salida del instituto hasta llegar al parque de los columpios colorados. Imaginaba como podría ser el primer encuentro en el caso de que se armara de valor y se lanzara. Soñaba con su risa nerviosa que con suerte escuchaba al bromear con alguna amiga. Por su parte, ella se recogía el pelo en una coleta esperando que su cuello blanco provocara sensaciones. Se buscaba cicatrices imaginando a quien las pudiera, con gusto, acariciar. Se contradecía al creer que su posible príncipe azul la observaba tras una portada. Pero no pudo ser. Y ella siguió su camino repleto de atajos inesperados y él recorrió su acera con bastón de plomo. Al fin y al cabo, el medio limón solo era un sueño y en ellos no existe la casualidad.

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