Dejo la puerta medio abierta, para que puedas pasar cuando quieras. Así, despacito, como a hurtadillas. Sin hacer apenas ruido. Pero no le digas nada a nadie, no quiero que entre cualquiera. Prefiero que seas tú el que me cuente chistes malos, quien me hable de las distintas realidades y de la superficialidad de la gente.
Me apetece conversar contigo porque, aunque no tengo muy claro si eres consciente (supongo que sí), aprendo. O al menos contemplo mas puntos de vista del mundo y trato de aumentar mi empatia.
Me encanta esto, empezamos hablar de tonterias y acabo rozando la locura al intentar entenderte, pero al final lo consigo y me acerco a tus ideas.
Lo más probable es que pienses que solo soy una pesada que no te deja estudiar y que no merece la pena hacer entender algo a alguien que no llega a "tan complicadas conclusiones", pero me da igual.
Adoro ir conociendote un poquito más en cada conversación, que saques a la luz todas tus facetas. Desde la más romantica que escucha bandas sonoras japonesas, hasta la más dura que tacha a la sociedad de instrumentos de cocina, pasando por ese misterio que me intriga tanto.
Quizás no soy lo suficiente importante como para que llores en mi funeral, como tú dices, pero espero que al menos me recuerdes con aprecio.
Ni te confundas ni me confundas, que esto que siento no es amor, pero no te preocupes, que yo si lloraré por ti.
Ah, se me olvidada, no te olvides de cerrar con llave la puerta al salir y de dejarla bajo el felpudo para que otra persona, lo suficientemente avispada, la encuentre.
