Capitulo 24 dejar ir

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Después de terminar la comida, salimos sin pagar, porque según Santiago, el servicio había sido muy malo, y supongo que así fue, porque la mujer que nos atendió no dijo nada al vernos retirar de allí.

Nos encontramos en la camioneta con un completo silencio, nadie se atreve a decir nada, y no hace falta, se lo que está pensando. Nunca debí de abrir la boca, ahora me aborrece, le doy tanto asco que ni si quiera me dirige la mirada, vuelvo a sentir el asco y la suciedad que sentí ese día, y se que Santiago también lo siente, ya no me quiere, ya no me desea después de saber lo puta que soy, ahora se que no le puedo terminar de contar mi oscuro pasado.

Un guardia nos abre la puerta mientras doña Emma me retira mi abrigo mojado por la lluvia. Cada pisada es un segundo mas de silencio, un segundo mas de dolor y angustia por haber perdido el amor de Santiago. Llegamos a nuestra habitación, Santiago me ayuda a recostarme, me quita los zapatos con delicadeza, estoy esperando el momento en el que me diga que ya no me quiere, que le doy asco, que no me quiere volver a ver, que ya no me ama, Santiago se acuesta a mi lado, y se acurruca en mi cuello, empiezo a jugar sus rizos y poco a poco se va quedando dormido. Pienso en todos los insultos y humillaciones que he pasado a lo largo de mi vida, se que no podría aguantar algo similar, Santiago fue mi salvavidas, y antes de que se hunda tengo que llegar a tierra firme.

Siento su respiración cada vez más pesada, y cuando empieza a roncar entiendo que es el momento, dejo su cabeza en la almohada con cuidado, siento como se remueve, pero al final vuelve a caer en los brazos de Morfeo.

Me levanto de la cama cautelosamente, tratando de no despertarlo, me pongo encima, unos pantalones y una sudadera, mis converse que calzaba la primera vez que lleve a su casa, no soy capaz de llevarme nada que me haya comprado él, no creo que sea justo. Me preparo para salir, volteo para verlo una vez más, para verlo por ultima vez, cuando lo veo decido dejarle una nota, no para explicarle nada, si no para darle las gracias por todo lo que me ha dado. Escribo con agilidad la nota y la dejo en uno de mis cajones, bajo con cuidado y me encuentro a Pote sentado con una pistola en mano, está distraído, es el momento perfecto para salir.

Llego al patio trasero, no hay alarma, porque todavía es temprano, cruzo la barda, esto es definitivo, yo me puedo salvar, pero no lo puedo salvar a el, el me sirvió como tabla de salida de mi infierno, pero ya que estoy a flote, necesito nadar fuera, no hundirme con el. Salto la barda, doy una ultima mirada ala casa que por tanto tiempo me cuido, resguardo, me curo mis heridas superficiales, y del corazón, Santiago fue el único hombre que me ha amado, y es el único hombre que yo he amado, ahora lo tengo que dejar ir.

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La Princesa de la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora