Capítulo 35. La Isla de las Hadas (Parte 2)

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Hace un año

Descendieron siguiendo a Hyla varios metros en silencio. Edmund y Ethel tenían que ir muy pegados a la pared para evitar caer, ya que el espacio para caminar era tan estrecho que si no iban con cuidado y pisaban fuera, lo más probable es que se precipitaran al vacío tras perder el equilibrio.

Las escaleras de piedra se retorcían hacía abajo y rodeaban la cueva en curva. Cada vez profundizaban más y Edmund no pudo evitar preguntarse cuántos metros habrían descendido. Pronto notó que el aire se volvía más viciado y menos puro. Debían estar muy por debajo de la tierra.

Por fin, Hyla les guió por debajo de unos arcos esculpidos en el techo que formaba la piedra sobre sus cabezas. Rodearon una especie de columna que apenas tenía unos dibujos de decoración y se apartaron por fin del borde de aquel precipicio. En el lado interno de la cueva, el hada les condujo hasta una pared donde la piedra tenía una escena en relieve que mostraba un campo con pequeñas figuras que, a pesar de estar esculpidas, parecían moverse cuando las mirabas fijamente unos segundos.

―Los primeros príncipes de Veronix venían a visitar esta isla cuando eran jóvenes ―comenzó Hyla. Ethel que no sabía nada sobre esa historia pero estaba impaciente por escuchar―. Veronix y esta isla eran aliados. Aunque ya nadie recuerda cómo surgió esa alianza, ni quien fue quien la llevó a cabo. En cualquier caso, se hizo mucho más fuerte cuando un príncipe de Veronix decidió casarse con una de las princesas hadas de esta isla y la llevó a su reino.

―¿Hubo una reina en Veronix que era un hada?

―Ha habido varias, muchas, a lo largo de la historia ―aclaró Hyla―. Tantas que la línea actual de la familia real de Veronix desciende de esas uniones. Por las venas de reyes y reinas veronianos siempre ha corrido sangre de duende ― Miró a Ethel con una sonrisa―. Por vuestra sangre, princesa. Vos tenéis sangre de hada y por tanto, parte de nuestro poder. Al igual que vuestra madre, vuestra abuela, vuestra bisabuela...

―¿Poder? Yo no tengo ningún poder.

―Claro, a eso se referían... ―susurró Edmund en voz baja al recordar algo. Quiso decirlo en voz baja pero en aquella cueva cualquier sonido se amplificaba, así que las otras dos lo oyeron.

―¿Qué decís, majestad?

―Bueno, antes de ir a Veronix... oí rumores que decían que tú y tu hermana teníais algún tipo de poder... os llamaban brujas ―Ethel no daba crédito a lo que oía.

¿Cómo podía pensar nadie algo así de ella? No había más que verla para asegurarse de que no poseía ni el más leve resquicio de poder. En realidad, en ella no había nada que la hiciera especial. Aunque si pensaba en Ascadelia...

―Lo cierto es que mi hermana siempre ha tenido algo...

―¡Por supuesto! Y vos también ―insistió Hyla―, es vuestra herencia.

―Pero yo no puedo hacer nada ―La princesa levantó el tono de voz algo enfadada. Le habría encantado tener poderes y haber podido defenderse mejor, pero ella sabía bien que no los tenía.

Hyla siguió mirándola como si se equivocara y eso la enfureció aún más, aunque intentó disimularlo como hacía con cualquier emoción impropia de una princesa o futura reina.

El hada se acercó a ella y antes de que Ethel reaccionara, la agarró de la mano y se la acercó a los ojos como si pretendiera leer una letra minúscula que allí hubiese escrita. Cuando sus ojos se levantaron de nuevo, estaban abiertos de par en par y su expresión era de terror.

―Por todas las sirenas del océano... ―susurró. La chica quiso soltarse y retroceder por la intensidad de la mirada del hada―, vos estáis... maldita.

Las Crónicas de Narnia: Cair Paravel Vs Hogwarts ¿Quién vencerá?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora