Capítulo 52. ¡Esto es la guerra!

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Ethel sintió un vacío abriéndose paso en su interior. Sus brazos perdían fuerza, la cabeza le flotaba como si se hubiera llenado del aire que no podía llegar hasta sus pulmones.

Entonces la Bruja Blanca volvió a reír, más fuerte y con más maldad que nunca.

—No lo es —dijo la Bruja con maliciosa emoción al verse libre. Seguramente creía ya, sin lugar a dudas, que había logrado doblegar la voluntad del rey por segunda vez y estaba pletórica—. Solo es un niño dominado por sus deseos más oscuros.

A Ethel se le cerraban los ojos, el pecho le ardía exigiendo aire y apenas podía mantenerse en pie. Estaba segura de que iba a morir de un momento a otro, así que intentó enfocar a Edmund para ver su rostro por última vez antes de morir; pero el chico había bajado la cabeza de modo que se fundía con la sombras del bosque. Era la imagen misma de la rendición; y supo que todo había terminado.

La bruja siguió riendo, echando la cabeza hacía atrás incluso. Y no vio como Edmund alzaba su mirada lentamente y que esta nueva mirada contenía toda la fuerza del mundo y ni un ápice de su antiguo miedo.

—Tú no sabes lo que deseo —dijo el chico. Su voz sonó fuerte y grave, como la de un adulto o... como la de un rey. En un rápido movimiento que la bruja no vio porque seguía riendo, Edmund alzó la espada y se la clavó en el pecho. Las risas se cortaron de golpe y Ethel vio por fin su garganta libre de la presión; el aire entró a sus pulmones a raudales y cayó al suelo tosiendo.

— Y no tienes ni idea de lo que amo de verdad —añadió él cuando la bruja inclinó la cabeza para mirarle. Tenía una expresión grotesca y movió los brazos, descontrolados, hacia la hoja de la espada para intentar sacarla, pero Edmund la hincó aún más en su cuerpo con un desgarrador grito de furia.

La Bruja Blanca, en cambio, no chilló. Sus fieros ojos perdieron fuerza, sus grandes manos cayeron flácidas... estaba muriendo. Aun así, el rey no la perdió de vista ni un segundo, necesitaba cerciorarse de que realmente, esta vez, moriría para siempre.

Por desgracia, como el ritual aún no había terminado, la magia que aún lo alimentaba se vio corrompida por la muerte de la bruja y algo muy extraño pasó. El cuerpo de la bruja se puso a temblar, su piel se volvió traslucida y extrañamente brillante; ahora sí, un agudo chillido brotó de su garganta indicando que algo terrible estaba a punto de ocurrir.

Edmund lo adivinó en un segundo. Le arrancó la espada y retrocedió para apartarse, pero se topó con Rochelle que había recuperado la consciencia y daba pasos descoordinados hacía el ataúd con una expresión desesperada.

—¡¿Qué demonios habéis hecho?! —gritó contemplando como su plan estaba a punto de volar por los aires. Edmund intentó evitar que se acercara al ataúd, pero fue imposible detenerla— ¡No me toques! ¡Te arrepentirás de esto!

La chica siguió avanzando y extendió sus manos hacía la bruja. Quizás pensaba que aun podía salvarla, pero Edmund se olvidó de ella. Corrió hacia Ethel que seguía en el suelo y apenas tuvo tiempo para lanzarse sobre ella y tratar de protegerla con su cuerpo, cuando se produjo la explosión. El cuerpo helado de la Bruja Blanca estalló en miles de pedazos afilados de hielo que salieron volando, cual dagas de cristal, en todas direcciones con una fuerza asombrosa. Los trozos más ligeros alcanzaron sus piernas, pero Edmund aguantó el dolor y no se apartó de Ethel hasta que todo el bosque volvió a quedar en silencio.

—Edmund... —susurró ella debajo de él—, ¿ya ha pasado?

El chico se incorporó de rodillas y miró a su alrededor, pero no vio nada. El estallido de la bruja había levantado un fuerte viento que apagó todas las velas, así que la oscuridad llenaba el claro. Aunque el escaso resplandor de la luna le bastó para confirmar que la figura de la bruja había desaparecido.

Las Crónicas de Narnia: Cair Paravel Vs Hogwarts ¿Quién vencerá?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora