Diario de Paul XLV: Yo quiero una pelirroja

4K 147 18
                                    

Londres, viernes 9 de enero

Londres, Londres, Londres. Otra vez en Londres. Sigo diciendo que, aunque para muchos resultaría un privilegio, estar aquí es un poco deprimente. He vuelto a sentir esas cosas que me ocurrían al principio de mi llegada, a pesar de que esta vez el olor de la casa no me ha sorprendido y que el papel pintado de florecillas azules no me ha hecho retroceder por la puerta de mi habitación.

El colegio no, tampoco lo echaba para nada de menos, pero Sophia el suyo sí. Se ha pasado todo el viaje charlando sobre las cosas que contaría a sus amigas de su estancia en Escocia. Me miraba sonriendo, como si supiera de sobra que a mí me iba a gustar que hablara de mi casa. David iba escuchando su iPod nuevo y no hacía ni caso a nadie, para no variar. Menos mal que sé que le gusta la buena música. Al llegar se quedó con sus amigos y no quiso acompañarme a la cafetería. Está en la edad del pavo rozando lo insoportable, pero no se lo voy a reprochar.

—¿Qué pasa, Stonem? —escuché después de pedirle un café solo a Louise y abrir un periódico que había en la barra. Levanté la vista y delante de mí estaba Barry sonriendo con una ceja levantada. Apenas me acordaba de él, ¡qué sentimiento tan raro! Tres semanas en Carrbridge y ya sufría una especie de amnesia como si se me hubiera reseteado la memoria—. ¿Qué te pasa? ¿Estás aún dormido o qué?

Debía de tener una cara rara mientras le miraba, así que meneé la cabeza para despejar lo que pensaba y le sonreí asintiendo, dándole la razón sin creérmelo. Aunque quizá mi problema sí tenía que ver con el sueño.

—¿Qué dices, Barry? Feliz año nuevo —le felicité tendiéndole la mano. Él la estrechó con fuerza. Todavía, a veces, sigue jugando a ese juego en el que él es el macho dominante de esta manada y, la verdad, yo le dejo porque ésta no es mi manada.

—Pues nada, aquí. Feliz año a ti también. ¿Qué tal las cosas en tu granja? —preguntó desinteresado abriendo otro periódico—. Un café con leche, Louise, por favor —pidió cuando la camarera se acercaba a preguntarle. Ella sonrió.

—Pues bien —contesté con una sonrisa inmensa a pesar de que había dejado caer que era un granjero paleto—. Imagínate, me echaban de menos. Sobre todo el sector femenino.

—Entiendo... —pronunció mirándome con una ceja levantada—. Un día tengo que ir para allá, ¿crees que le gustaré a las vacas peludas?

—¡Uy, sí! Estarían encantadas de darte un lametón en la cara. Y las chicas también.

—¿También son peludas las chicas escocesas?

—Como tu madre más o menos.

Iba a contestarme alguna grosería del estilo, pero Louise trajo su café y lo colocó delante de Barry haciendo tintinear la cuchara contra la cerámica. Ambos la miramos sonriendo. Ella meneó la cabeza.

—¡Anda que menudas mamarrachadas tiene que escuchar una tan temprano!

La verdad es que es una chica muy agradable. Cuando se puso a atender a otros, Barry me intentó tentar para que tratara de ligar con ella. Le dije que lo hiciera él si tan interesado estaba. Me dijo que podíamos apostar a ver quién le caía mejor de los dos. Yo me reí y sacudí la cabeza. Este chaval no tiene remedio, todo lo convierte en una competición.

—¡Buenos días, guapo! —dijo la voz de alguien conocido detrás de mí. Yo sonreí antes de darme la vuelta, sin poder evitarlo.

—¡Hola, nena! —le respondí con una gran sonrisa a Joanne.

—¿Qué hay, chica rara?

Ella me abrazó y yo la levanté en volandas, aunque delante de Barry evité dar una vuelta tipo película de comedia romántica. Ella se reía cuando la devolví al suelo. Nos mirábamos sonriendo sin decir nada. Escuchamos a Barry que carraspeaba. Yo le miré y ahí estaba, mirándonos con una ceja levantada y el gesto torcido, en plan Sherlock Holmes sospechando alguna evidencia. Miré a Joanne y vi como sonreía a Barry. Eso era raro.

Parecemos Tontos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora