Capítulo 11

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No pude dormir esa noche, solo pensaba en lo que había hecho, en lo que iba a pasar. Las consecuencias de mis actos rondaban mi cabeza, y cuando mi cuerpo comenzaba a ser arrastrado por el sueño revivía todo lo que había hecho, el sentirme fuerte, el sentir la adrenalina en cada parte de mi cuerpo, por más que quisiera negarlo había una pequeña parte de mí que le gustó, y eso era lo que más temía, ¿Qué evitaba que lo volviera hacer?

-Fue en defensa personal-susurraba en la penumbra, repitiéndolo como si se tratara de una mantra, tal vez si lo repetía las veces suficiente dejaría de sonar como una mentira. Por supuesto, el sentimiento de culpa no disminuía con el paso de las horas, no creía si quiera que fuera a disminuir algún día, sería lo mínimo que merecía por el pecado cometido, y en especial por la satisfacción cargada de egoísmo que yacía en mi interior, pues, no fui yo quien murió.

Decidí levantarme, no iba a dormir por más tiempo que pasara en cama. Observé mi habitación, se veía tan sucia, podía jurar que seguía el olor a sangre en la atmósfera. Caminé hasta mi ventana con la intención de abrirla un poco más, por supuesto no se podría, sequé mis manos llenas de sudor en mi pantalón de algodón, ¿Y si había quedado un rastro de sangre?, la duda recorrió todo mi cuerpo. Salí rápido de mi habitación, bajé las escaleras en dirección al cuarto de limpieza así mismo intentaba recordar exactamente los lugares que estuvimos Theo y yo.

Comencé por la sala, limpiando lo más rápido que podía, mi padre no iba a llegar hasta que el sol saliera. Limpié los sillones, el sofá, la mesa de centro, fregué el suelo con mucho cuidado al igual que las escaleras. Lavé el baño y la ducha, fregué azulejo por azulejo hasta que mis manos empezaron a arder por el cloro, no me detuve, no tenía que quedar algún rastro.

Para cuando terminé de limpiar mi cuarto ya era el momento de empezar a arreglarme para el instituto, dejé todo lo que había usado en su lugar. Tomé una ducha fría, normalmente no estaría tan helada pero toda la noche había bajado la temperatura. Sentía mis pulmones colapsar debido a las fuertes y entre cortadas respiraciones que me provocaba el agua, pero me sentía tan sucio, no podía tomar una ducha rápida, tenía que limpiar cada parte de mi cuerpo, si no lo hacía no podría salir.

Salí de la ducha después de cuarenta y cinco minutos, tomé un cambio limpio y me vestí en silencio, para cuando bajé a desayunar habían pasado otros diez minutos, solo me preparé un cereal, no es que tuviera demasiada hambre después de todo, observé mi frasco de medicamento desde el otro lado de la mesa, sabía que no me debía saltar la toma, pero no creo que me afecte demasiado si solo lo atraso por unas cuantas horas. Dejé mi plato en la mesa, terminé de arreglarme y salí de mi casa.

El ver mi Jeep me recordó a Donovan, por inercia volteé en todas direcciones en busca de él, por supuesto no había nadie. Subí en él e intenté encenderlo, por primera vez no tuve problemas al hacerlo andar, observé mi estéreo cuando salía de la calle, me encantaba escuchar música durante el camino, pero hoy simplemente quería un viaje tranquilo, quería estar en paz antes de llegar al instituto.

En cuanto pude ver el instituto busqué por alguna señal de que la policía estuviera, cinta de restricción o algún detective, estaba tan paranoico que podría jurar incluso escuchar la palabra homicidio en cada estudiante. Mi respiración se controló más cuando entré a mi primera clase, era cálculo integral, no era el mejor, pero, gracias a Lydia le había encontrado la forma de entender los problemas.

Scott era el único de mis amigos con los que compartía la clase, era bastante obvio que me sentaría con él.

-Hola-hablé en voz baja mientras dejaba mi mochila en la mesa y me sentaba.

-Hola-respondió Scott sin siquiera voltear a verme.

Iba a intentar crear una especie de conversación cuando el profesor entró. Era bastante estricto y no permitía que nadie hablará, incluso sacaba del salón a quien copiara lo que estaba escribiendo, con este profesor todo lo tenías que hacer cuando él lo ordenara, pues hasta la más mínima tos que se le escapara a algún estudiante sin su conocimiento desataría un gran regaño de más de quince minutos.

Can't PretendDonde viven las historias. Descúbrelo ahora