Capítulo 3

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Un viejo manatí respiraba con dificultad mientras sus últimos momentos de vida transcurrían. Se encontraba sobre una pequeña extensión de Plastic Beach. El cielo era gris debido a la intensa neblina que rodeaba la escena. La imagen del moribundo manatí era ciertamente deprimente. Murdoc la visualizó desde el submarino con el periscopio, pero había algo más... alguien más. Murdoc observó con detenimiento, y vio que un hombre con una máscara de gas y una larga capa negra se encontraba junto al manatí. Sólo le tomo un momento saber de quien se trataba: no era un hombre, sino una entidad maligna, pero no se trataba de cualquiera. Era el Boogieman, el ser al que le había vendido su alma. Probablemente estaba ahí para rendir cuentas. Murdoc debía enfrentarlo, defenderse. El destino lo había alcanzado y sabía que tarde o temprano eso ocurriría.

Murdoc dejó el periscopio, y señaló hacia arriba con una sonrisa en su rostro. Cyborg entendió a qué se refería y atendió a la orden. 2D, en cambio, se negó y se cruzó de brazos.

-No saldré del submarino hasta que toquemos tierra firme. No me arriesgaré a caer y ahogarme.

-¿Podrías dejar de ser un bebé infantil por un momento y apoyarme? ¡Por una maldita vez en tu vida!- respondió Murdoc ante su negativa. Ambos mantuvieron un violento contacto visual durante un minuto. Murdoc estaba frustrado.

2D miró a Murdoc, pensando en las palabras que este había gritado. Murdoc le había dicho- a su manera, claramente- que necesitaba de su apoyo... que lo necesitaba a él. ¿Qué podía ser tan grave o tan importante como para que el tuviera que presenciarlo? ¿Y si Murdoc lo tiraba al mar como una "broma" sólo para divertirse?

-Ok, vayamos arriba- dijo 2D, jurando en sus adentros que sería la última vez en que confiaría en Murdoc si se trataba de un truco.

Ambos subieron.

Cyborg Noodle cargaba una escopeta en sus manos, Murdoc trajo consigo su catalejo, con el cual volvió a ver al manatí y al Boogieman para asegurarse que aún estaba ahí.

El boogieman tocaba la piel del manatí, expectante de su muerte. Esto impactó mucho a Murdoc, ya que esa acción se veía como una amenaza. Como si el Boogieman intentara decir "tú eres el siguiente". Murdoc sintió un escalofrío en la espalda.

Murdoc se giró rápidamente hacia Cyborg y señaló al Boogieman. Cyborg le disparó, pero las balas sólo rompieron su capa.

El Boogieman los miró con desprecio y se apresuró a hundir al manatí. Este último cayó al mar e, inevitablemente, murió.

El Boogieman desapareció, y la neblina se disipó, dejando ver a Plastic Beach.

2D seguía sin entender nada, pero Murdoc no podía estar más triste y a la vez preocupado en su vida. No importaba con cuanto esmero había intentado huir; ni siquiera un Cyborg podría dispararle a la muerte.

Cuando llegaron a Plastic Beach, Murdoc se dio cuenta de que ni Russel ni Noodle estaban ahí. Sus esperanzas se iban minando, pero aun así estaba decidido a realizar más expediciones en un futuro.

Murdoc mandó a Cyborg a escoltar a 2D a su habitación. Al llegar, 2D le pidió a Cyborg que corriera la cortina de la ventana para que pudiera dormir.

2D sentía que su cabeza estallaría, le dolía demasiado. Buscó sus pastillas para la migraña y las tragó sin tomar agua. Después se recostó en su cama, y empezó a preguntarse muchas cosas: sin duda, ese día había sido distinto. Pero ¿Por qué Murdoc estaba tan preocupado por el tipo de la máscara de gas? ¿Encontrarían a Russel y a Noodle? ¿Los seguirían buscando? Después de un rato, sintió sueño. Cerró los ojos, y, por primera vez en mucho tiempo, durmió tranquilo.

Murdoc desactivó a Cyborg y la puso a cargar. Mientras Cyborg recibía shocks eléctricos en el taller, él buscaba el último suministro de ron en la cocina.

Eran las tres de la mañana, y Murdoc ya había acabado con la mitad de las botellas. Por lo menos el alcohol estaba cumpliendo con su propósito: hacerle olvidar su inminente sentencia de muerte.

Pero se sentía aburrido, no tenía caso estar alcoholizado si no había nadie a quien molestar con eso. Entonces sonrío, como a quien se le ocurre una diabólica idea: si había alguien.

Bajó a tropiezos las escaleras hasta llegar al cuarto de 2D. Traía unos audífonos y su celular lleno de sonidos de ballenas que había descargado para esa ocasión tan especial. Tuvo dificultades para abrir la puerta, pues, aunque llevaba la llave, no podía atinarle a la cerradura.

Finalmente pudo abrirla, y prendió la luz del cuarto. 2D no reaccionó, estaba profundamente dormido.

"Perfecto"- susurró. Colocó los audífonos en los oídos de 2D con delicadeza para no despertarlo y se preparó para reproducir los "aterradores" sonidos de ballenas desde su celular.

On Melancholy HillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora