CAPITULO 5

136 13 1
                                    

El despertador son las 7 menos un cuarto es hora de levantarme si no llegare tarde.

Me doy una ducha rapida arreglo mi cabello con un recogido en lo alto de mi cabeza muy profesional y me decido por un pantalon negro corte recto una blusa rosa palido con mangas y una chaqueta sencilla, tomo mis zapatos color nude. Me maquillo un poco me miro en el espejo y estoy conforme con los resultados.

Salgo a la cocina donde Georgia esta sentanda en un taburete de la cocina con una taza de café humeante.

-¿Vas a desayunar?- pregunta mi amiga mientras lee la prensa.

-No amiga bella ya me voy o se me hace muy tarde.- le digo mientras recojo mi bolso y lo más importante mi bebe mi super laptop. 

-¿puedo llevarte, si quieres?- me dice mientras se levanta coge su bolso y las llaves del carro.

-No queria molestar otra vez se que tienes que llegar temprano al salón.- suelto en tono conciliador y sincero. 

-No te preocupes amiga voy a tiempo suficiente pero deberias comer algo.- dice decidida

-No me da tiempo de preparar nada me dejas en el Starbucks que queda cerca de mi trabajo y compro algo para comer- me toco una oreja inquieta. 

-Vamos-salimos del piso montándonos en el coche

El camino al trabajo fue tranquilo, Georgia y yo sólo nos reímos de tonterías me dejó en el Starbucks.
Pedí un enorme café y unas magdalenas de chocolate, el aroma del café abre mi apetito estoy caminando con mi desayuno distraída, revisando mi cuaderno de ideas cuando choco con un enorme pecho y derramo mi café

-¡Maldición!, no puedes ver por donde caminas.-sentenció muy molesta. 

-Diria lo mismo para ti ya que también vienes distraída y no me viste- escucho esa voz tan sexy, tan grave recordando mi sueño lujuriante. Al verlo observandome mis mejillas se encienden, sin poder evitarlo.

-Con su permiso- salgo disparada sin decir nada, estoy muy avergonzada y no precisamente por haber derramado el café. 

-Srta. Ferrari espere- escucho mientras entro al edificio, casi corriendo entro al ascensor. 

Las puertas se abren llego a la oficina del señor Hill para que me diga cual es mi sitio de trabajo.
Su secretaria la sra. Meredith Strauss, una mujer alegre de unos 40 años me conduce hasta una sala llena de ordenadores y centrales, núcleos, fuentes de poder todo conectada a un super computador principal, estoy con la boca abierta.

-¿En qué parte voy a trabajar?-digo aún todavía con la impresión.

-Está sala es toda suya, creo que encontrarás todo lo que necesitas aquí-. Me da una sonrisa de complicidad, parezco una niña en navidad.

-¿aquí voy a trabajar? ¿todo este espacio es para mi sola?- Aún no lo creo.

-Si esta sala es únicamente para ti y el desarrollo de tus proyectos por tu seguridad en la puerta esta un lector biometrico solo abrir a partir de ahora con la huella de tus manos.- comprobado son unos locos de la seguridad. 

Aún embelesada ante tal magnificencia, todo es de ultima generación, memoria ilimitado y una conexión soñada, aquí haré realidad cualquier loco proyecto que tenga en mente.
La mañana se me sin reparar en el tiempo, estoy muerto de hambre debido al penoso incidente a las afueras del edificio con el Dios griego que me tropecé.

Salgo de mi despacho subo al ascensor cuando intento bajar a la recepción para ir por algo para comer, el aparato cobra vida propia comenzando el ascenso a quien sabe que piso; las puertas se abren, miro todo a mi alrededor estupefacta, tanta opulencia es imposible, permanezco quieta esperando que las puertas se cierran pero parece que se rehúsa a hacerlo, es absurdo ya estoy bastante molesta, sumado al hambre que tengo incendiaria hasta el infierno. 

-¿Srta. Ferrari, seria tan amable de salir del ascensor?.- esas voz tan pecaminosa me saca de mi molestia por unos pocos segundos.

-¿Qué se le ofrece Sr. Ashford?, voy con prisa es mi hora de almuerzo.- digo sin más no es bueno para mi estar cerca de un hombre como él.

-No le quitare mucho tiempo pase a mi oficina.-habla con tanta seguridad y aplomo que asusta, se equivoca no sabe lo que puedo llegar a ser. 

Lo único que se oye en la oficina es el ruido de mis tacones sobre el mármol pulido, cuando entro no lo puedo creer una mesa llena de varios tipos de platillos cada uno más exquisito que el otro, no logro comprender a que viene todo esto.

Delirios De Pasión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora