Capítulo 27

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Joder, no se que hacer. ¿Por qué le seguí el beso? Es la persona que más odio en todo el mundo y lo único que se me ocurre es seguirle el juego.

- ¿Qué pasa, no vas a decir nada? - Me pregunta Chris, con un tono burlón. - ¿Te gustó tanto que te quedaste sin palabras? - Suelta una pequeña carcajada al decirlo y me pega más a él.

- No te creas lo mejor Chris. - Digo separándome y sonrojándome un poco. - Esto no significó nada para mí y menos para ti. Dejémoslo aquí, ¿vale? - Le suelto con un tono de voz, que ni yo misma pensé que tenía.

- El problema, es que yo no quiero dejarlo aquí. - Dice volviéndome a pegar a él. - Sé que soy irresistible, ni tu puedes negarlo. - Tras decirlo sus labios se vuelven a pegar a los míos. Le doy un empujón, pero él ni se mueve. Levanto mi mano, dispuesta a pegarle, pero él es más rápido que yo.

- Que te jodan, Chris. - Y mi mirada, choca con la de él. - ¿Por qué no me dejas en paz de una vez por todas? Estaría mejor sin ti. - Su mirada se volvió más fría, mientras que lo decía. - Todo está pasando por tu culpa. Si no fueras tan jodidamente mentiroso, nadie se metería conmigo, ni dirían todas esas mierdas sobre mí. Sabes perfectamente que yo no soy de las típicas chicas, que te ven y se rinden a tus pies. Bueno, mejor dicho, abren sus piernas para ti. Si sólo quieres jugar conmigo, ten cuidado. - Me agarra fuerte de la muñeca, donde el dolor aún sigue, pero lo dejo de lado.

- Vaya, eres muy lista. Claro que todas me quieren, incluso tu. - Ruedo los ojos. - Sólo es cuestión de tiempo, ya lo verás. - Parece que lo dice enserio, su mirada lo delata. Pero no me fío nada de él.

- ¿Quieres jugar Chris? - Pregunto levantando las cejas y sonriendo con un toque de malicia. A lo que él responde con una pequeña sonrisa de lado. - Muy bien, pues juguemos. - Me suelto de su agarre y me voy, sin saber hacia donde. Noto su mirada clavada en mí, pero no me importa.

Y aquí estoy otra vez, delante de la puerta de mi casa, sin saber que hacer. ¿Entro o no? No tengo nada que perder. Si está Marcos, lo único que tengo que hacer es correr y encerrarme en mi habitación. Bueno, vamos. Abro la puerta temblando un poco y no hay nadie. Cierro la puerta y me asomo para ver el salón. Mierda, está Marcos. Su mirada se cruza con la mía, a lo que yo respondo corriendo hacia mi habitación, teniendo cuidado de no caerme por las escaleras.

- ¡Nora, no corras! - Grita mi hermano, mientras sube las escaleras intentando cogerme. - ¡Ven aquí! - Entro en mi habitación y cierro la puerta con seguro. - ¡Abre la puerta! - Grita dando golpes en la misma.

- ¡Déjame en paz! - Le contesto gritando, sentándome en mi cama. - ¡Lárgate de esta casa! - Digo lanzando un cojín hacia la puerta.

- ¿Por qué no te vas tu? Haz como papá, venga, hazlo. ¿Por qué no te vas y nos dejas a todos tranquilos? Eso es lo que queremos. - Las lágrimas amenazan con salir. - Todo es tu culpa, Nora. Que papá se fuera, que mamá esté así y que yo esté mal. Siempre fue por ti. Si te hubieras callado o mejor dicho, si no hubieras nacido, todo estaría bien. - Ya no lo soporto, abro la puerto y lo miro.

- ¿Qué coño dices? ¿Sólo vienes aquí para hacerme sentir peor de lo que ya estoy? - Le grito a la cara, acercándome más a él. - ¿Quieres que me largue de esta casa y de tu vida? Eso es lo que quieres, ¿no? - Hasta aquí, pienso mientras una lágrima cae. - Vienes después de todo este tiempo, ¿para decirme esto? Genial. Lo conseguiste. Me voy, ya no soporto más toda esta mierda. Enhorabuena Marcos. - Veo un pequeño brillo de preocupación en sus ojos, pero lo dejo de lado. - Tranquilo, ya me voy. - Recojo varias cosas y las meto en una mochila. Estoy saliendo de mi habitación y me encuentro a Marcos mirándome. - ¿Y ahora que quieres? - Pregunto, sin querer saber la respuesta.

- Nada, es solo que no pensé que te rendirías tan pronto. Me sorprendiste, pensé que eras más fuerte. - Dice sin más.

- Pues pensaste mal. Y además, no es solo esto, hay más cosas que no te importan. - Abro la puerta, lo miro por última vez. - Hasta nunca Marcos, y dile a mamá que le vaya bien. - Él asiente y salgo sin mirar atrás.

Que mierda de vida tienes, pienso. ¿Y ahora a dónde vas a ir? No lo sé, de verdad que no lo sé. Empiezo a caminar sin rumbo, olvidándome de todo. Daniela. Claro, no me había acordado de ella. Lo primero que hago es llamarla y al segundo contesta.

- ¿Nora? - Pregunta y puedo sentir su sonrisa desde el móvil. - ¿Qué tal?

- Dani, te necesito. - Digo, sin darme cuenta que sonó como un sollozo.

- Tranquila, ven a casa y hablamos. - Asiento, sabiendo que ella no me puede ver. - Tranquila, todo está bien. - No, nada lo está. Nada.


Un blanco fácil. [#Wattys2016] CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora