Capítulo 1

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Por Vraion

La línea de voluntarios era larga. La edad mínima de los hombres que sudaban bajo el mismo sol era 21 años, y el nivel socioeconómico representado iba desde personas sin hogar hasta millonarios.

De todos los que entraban al edificio, muy pocos eran aceptados. La mayoría salía cabizbaja, decepcionada, maldiciendo o amenazando a los anfitriones del evento por no elegirlos.

¿Qué tenían en común todos esos hombres? Deseaban marcharse del planeta Tierra e ir a vivir al exoplaneta KIC, como parte del proyecto de intercambio cultural entre ambas razas.

Ocho meses atrás había aterrizado la primera nave espacial, seguida a los pocos segundos de muchas más, en diferentes partes del mundo. Provocaron histeria y entusiasmo, curiosidad y terror.

Por suerte, antes de que los ejércitos atacaran, los alienígenas se comunicaron por medio de ondas electromagnéticas. Todos recibieron un aviso de que venían en paz y con una misión especial: establecer lazos entre ambas especies.

Cuando por fin emergieron de las naves, los alienígenas resultaron tener un físico similar al de los seres humanos. Las diferencias más notables consistían en que todos tenían la misma altura, tono de piel grisáceo, y cabellos blancos. Además, sus ojos eran similares a los de los reptiles por su doble párpado y pupila alargada. En otras palabras, eran perturbadores.

Esas diferencias quedaron olvidadas cuando comenzaron a hablar. Eran cultos, dominaban todos los idiomas y poseían una inteligencia superior a cualquier genio humano. Los científicos de inmediato sugirieron colaboraciones para hallar curas a enfermedades mortales. Los militares sugirieron colaboraciones para desarrollar estrategias que llevaran a la paz mundial. Todos deseaban aprovechar ese caudal de información para sus propios beneficios; es decir, para beneficio de la humanidad.

Los alienígenas entonces propusieron un intercambio. Dejarían un grupo de sus mejores elementos y se llevarían un grupo de voluntarios humanos con el propósito de aprender las diferencias socioculturales en el planeta Tierra. Los únicos requisitos que pusieron fueron que los voluntarios tenían que ser mayores de edad y varones. Si ese primer intercambio resultaba exitoso, en el siguiente aceptarían féminas.

Por eso se hallaban todos esos hombres, dos meses después de esa proposición, en una línea rogando ser elegidos para vivir durante un año en un planeta extraño. ¿Qué los llevaba a ofrecerse de voluntarios? Difícil saberlo. Quizá el hastío por la guerra interminable entre los Estados Unidos y Corea, desde una desgraciada película de la cual ya nadie se acordaba, o los aterradores experimentos con bacterias y virus que habían diezmado un 40 por ciento de la población mundial.

Hansel solo sabía por qué él se hallaba allí con sus pertenencias más importantes en su compactador de fibra solar que colgaba de su hombro derecho y vistiendo sus mejores ropas electrónicas, mientras se acercaba a paso lento al final de la línea.

-¿También vienes a probar suerte? ¿No es excitante? -El chico que hasta el momento de su llegada había sido el último en la línea se había dado la vuelta para hablarle-. Siempre supe que había vida en otros planeta, ¡siempre! -dijo con fervor.

Hansel observó su cabello verde peinado hacia atrás a los lados y hacia arriba en la parte superior, a la vieja usanza, igual que sus ojos verdes delineados en negro. Lo más sorprendente era su ropa retro hippy. Su camiseta verde con un par de ojos en color negro que aparentemente representaban el rostro de los alienígenas, era de algodón, su pantalón negro era vaquero, y sus zapatillas deportivas, que habían sido verdes en otros tiempos, eran de lona con suela de goma. Esa ropa era difícil de conseguir y... costosa.

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