Capítulo 21

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Hansel iba camino a la habitación comunal, cuando recordó la última conversación con su padre y hermano antes de que ellos partieran al extranjero.

-¿Por qué tienen que ir a la guerra de otro país? -preguntó Hansel, que solo pensaba en lo mucho que iba a extrañarlos.

-Porque necesitan electricistas... -comenzó AImón, su papá.

-Además de mecánicos -concluyó Edelmar, su hermano, dándole un abrazo rápido y cariñoso, antes de continuar empacando-. Regresaremos en dos años.

-Y no es una guerra de otro país. Los soldados luchan por conservar la precaria paz mundial -le recordó Almón, sonriéndole al menor de sus hijos.

Estaba preocupado, no podía negarlo, pero Hansel estaría bien. Jamás había dado ni causado problemas. De hecho, para la mayoría de las personas, su hijo era prácticamente invisible.

-Entonces, ¿no van a la guerra porque somos pobres? -Hansel miró de su padre a Edelmar.

-¿Quién dijo eso? -Edelmar soltó la camisa que sostenía y fue a sentarse al lado de su hermano menor.

-Ivonne -contestó Hansel, levantándose porque su hermano apenas comenzaba a empacar y no tenía precisamente todo el tiempo del mundo para terminar de hacerlo; por lo que decidió que lo ayudaría.

Edelmar y su padre se miraron en silencio. Almón negó con la cabeza, y Edelmar masculló algo ininteligible, antes de levantarse y regresar a su tarea olvidada.

-No somos ricos, hijo, pero tampoco pobres. Y no somos pobres, porque siempre hemos conseguido trabajos... -comenzó a explicar Almón.

-Decentes -interrumpió Edelmar-, contrario a otras personas.

-Pero debido a la guerra, los trabajos comienzan a escasear -continuó Almón, ignorando la interrupción de su hijo mayor-. Sabes que tu hermano y yo nos quedamos sin trabajo hace un mes. Porque no queremos seguir recurriendo a los ahorros que nos quedan, hemos decidido ir a la guerra, que paga relativamente mejor que otros trabajos. -Se acercó a Hansel y le colocó una mano en el hombro-. Estaremos a salvo. Nuestras destrezas no nos llevarán al campo de batalla.

-Más bien, estaremos entre bambalinas -bromeó Edelmar.

-Hansel, prométeme que evitarás a Ivonne mientras no estemos en casa.

Hansel miró a su padre. -Lo prometo -dijo, obediente como siempre-. ¿Por qué?

-Porque hace negocios sucios en el mercado negro, porque queremos que te mantengas a salvo, porque te queremos. -Edelmar lo miró y sonrió, a pesar de su aprensión.

Cuando Hansel asintió, y le dio la espalda para sacar más de su ropa del clóset, Edelmar miró a su padre. Tenía miedo por su hermano. Cuando desesperados por tener que recurrir a un dinero que habían jurado sería para cuidar de Hansel, habían firmado para ir a la guerra, no habían pensado en Ivonne. Y no habían pensado en la vecina varias casas más abajo, porque ella nunca había mostrado interés en ninguno de ellos. Pero se había acercado a Hansel, y Edelmar estaba cerquita de ir a renunciar antes de siquiera comenzar. ¡Su hermano no acabaría en el mercado negro como "donador" de órganos o esclavo sexual de algún pervertido!

De repente, una mano sobre su hombro lo sacó de sus negros pensamientos.

-Edelmar, estaré bien. Sé evitarla. No lo hice ayer, porque no sabía que debía hacerlo -comentó Hansel, encogiéndose de hombros.

Edelmar se rio y lo abrazó. -Sé que estarás bien. -Acercó su boca al oído derecho de su hermano-. No olvides nuestro escondite secreto de niños. Si no te sientes seguro en algún momento, úsalo.

Hansel asintió y se alejó, regresando al lado de su padre para ayudarlo a cerrar su maleta.

-Si los necesito antes de los dos años, ¿puedo llamarlos? -preguntó, mirando de uno a otro.

-Por supuesto -dijo Almón, sonriendo-. Cualquier día a cualquier hora. Si no contestamos de inmediato, deja un mensaje.

-Contestaremos -bufó Edelmar-. No es como si fuéramos a estar fuera de una caseta o taller.

Aimón asintió. -Lo sé, pero recuerda que habrá reuniones y...

-Contestaré siempre que Hansel llame. Mi hermano siempre estará primero. -Edelmar se cruzó de brazos, viéndose imponente, como siempre.

Aimón lo miró y se rio. -Siempre te has creído su padre.

-Bueno, tenía diez años cuando nació. -Edelmar se encogió de hombros, en el único gesto que compartía con su hermano menor.

Aimón miró de un hijo a otro y sonrió con cariño. Edelmar se parecía mucho a él cuando tenía su edad: alto, musculoso, protector; mientras que Hansel era idéntico a su madre: más delgado, impasible, obediente.

-Ya sabes, Hansel, llama cuando nos necesites -repitió Edelmar, con una guiñada y una sonrisa.

Hansel se detuvo en mitad del pasillo. Claro, ¿cómo no se le había ocurrido? Llamaría a su hermano y le pediría consejos. Satisfecho con su decisión, entró a la habitación comunal y se dirigió a su casillero.


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